Por Francisco Catalán
El domingo 25 de enero tuvo lugar en el Centro Pastoral San Carlos Borromeo un encuentro entrañable con una pequeña celebración recordando a Gustavo Gutiérrez, fallecido el 22 de octubre de 2024. La sala estaba llena de cristianos y cristianas vallecanos que siguen viviendo el camino abierto por Gustavo.
Los legados teológico y humano que deja son impresionantes. Padre de la Teología de la Liberación, editada en 1971, revolucionó con sus presupuestos teológicos, con sus análisis afinados de la realidad y con su humanidad, la mentalidad y la conducta de millones de cristianos.
Para hablar de su teología y de la influencia que ha tenido asistieron Guillermo Múgica, fundador del Foro Gogoa en Pamplona, buen amigo y conocedor de Gustavo; Montse Escribano, presidenta de la Asociación de Teólogas Españolas; y una representante del Instituto Bartolomé de Las Casas de Lima. El acto se retransmitió on line a Ciudad de Méjico, Guatemala, Lima, Curiaba (Mato Grosso, Brasil) y Santiago de Chile.
Es imposible condensar la riqueza del pensamiento teológico de Gustavo en unas breves líneas. Decir quizá que la clave está en que el seguimiento de Jesús parte de una ubicación concreta: la opción preferencial por los pobres. Es desde ellos y con ellos como el mensaje cristiano se llena de sentido y se proyecta en la lucha por su liberación de todas las injusticias, del hambre, de la miseria. Una frase suya era: “La economía debería acatar la ley de la gravedad de Newton porque siempre que chorrea, chorrea hacia arriba”.
En la introducción de su libro ‘Beber en su propio pozo’ afirma: “Desde los primeros pasos de la Teología de la Liberación la cuestión de la espiritualidad (precisamente el seguimiento de Jesús) constituyó una profunda preocupación. Es más, este tipo de reflexión es consciente de que se hallaba, y se halla, precedido por la vivencia espiritual de los cristianos comprometidos en el proceso de liberación. Experiencia que vive en el corazón del movimiento iniciado por los pobres en América Latina en vistas a la afirmación de su dignidad humana y de su condición de hijas e hijos de Dios. En ese empeño por la vida se da, en efecto, el lugar y el tiempo de un encuentro con el Señor. A partir de allí se esboza la ruta de un pueblo en el seguimiento de Jesucristo”.
En otro lugar de la misma obra indica:
“Hoy percibimos cada vez con más claridad lo que está en juego en esa situación: la pobreza significa muerte. Muerte ocasionada por el hambre y la enfermedad o por los métodos represivos de quienes ven peligrar sus privilegios ante todo intento de liberación de los oprimidos. Muerte física a la que se añade una muerte cultural, porque el dominador busca el aniquilamiento de todo lo que da unidad y fuerza a los desposeídos de este mundo para hacerlos así presa fácil de la maquinaria opresiva. De eso se trata, de muerte, cuando hablamos de la pobreza, de la destrucción de personas y pueblos, de culturas y tradiciones. En particular de la pobreza de los más despojados: indios, negros y la mujer de esos sectores doblemente marginada y oprimida”.
Gustavo fue perseguido por las autoridades eclesiásticas, rechazado su magisterio, pero se acabó imponiendo en innumerables comunidades de base, sacerdotes, algunos obispos e incluso el papa Francisco, quien es deudor de esta corriente, y se nota. La corriente liberadora tiene fuerza de futuro.
Descansa en paz, Gustavo y ve con ese Dios a quien amas. Te lo mereces.