Vallecas lee en sus bibliotecas: Una bolsa llena de libros como antídoto contra la ignorancia

JUAN SIN CREDO

Hacia el Este, mucho más al Este, en el primer punto de la Gran Vallecas donde amanece cada mañana, allí donde duermen los vagones de la línea 1 de Metro en las cocheras de Valdecarros, donde en bastantes ocasiones se respira el aire endemoniado de Valdemingómez, allí lejos, muy lejos, en los confines de las lindes vallecanas, existe un colegio llamado Loyola de Palacio.

Este centro ha conseguido mantener intacto el espacio dedicado a la biblioteca escolar, a pesar del empuje de una matrícula de alumnos que desborda el crítico porcentaje de natalidad de un país empeñado en envejecer. Y no solo mantiene el espacio, —que ya es un mérito ante el déficit de infraestructuras públicas del Ensanche, carente de centros de salud, colegios e institutos o bibliotecas—, sino que lleva un lustro ofreciendo actividades de dinamización durante los martes por la tarde, una vez terminadas las clases, gracias a la colaboración de las familias.

Este tejido social tan importante es el que vertebra la identidad de un barrio, la seña más importante de la Gran Vallecas: unión del colectivo en la búsqueda de una solución a las necesidades. Buena parte del éxito también radica en la apuesta valiente del equipo directivo, que ha confiado en las familias para que la biblioteca del centro sea un lugar vivo, en movimiento, con una ilusión permanente en el fomento de la lectura.

Además existe una comunicación fluida entre el profesorado responsable de las actividades lectivas en la biblioteca con las madres y padres encargados de la misma, que ha permitido durante el curso pasado la realización de varios talleres mensuales, entre los que destacó la confección de una bolsa con el logotipo de la biblioteca del colegio, así como el dedicado al día de la Tierra, en donde los niños pudieron ensayar experimentos científicos relacionados con nuestro planeta.

Por supuesto, no podemos olvidarnos de que, aparte de las múltiples actividades que se han ido efectuando, la biblioteca alberga más que un modesto catálogo de libros pertenecientes a la literatura infantil y juvenil. Valga como ejemplo, próximo en el calendario el 27 de enero, Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, la recomendación de los siguientes títulos: ‘Cuando Hitler robó el conejo rosa’, ‘Muscha’ o ‘El niño con el pijama de rayas’. Cada una de estas lecturas, con su propio estilo, de una forma más violenta, cruel o sobrecogedora, nos relata el horror genocida de los totalitarismos que pretenden imponer su doctrina ultra del odio, del miedo y de la exclusión por encima de todas las demás.

 

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