Por Alberto Martínez, fisioterapeuta
Los temas vikingos siempre están de moda. Hasta para hablar de Esclerosis Múltiple (en adelante, EM). Y en este caso, no me refiero al sugerente gen vikingo, cuya hipótesis intenta enlazar las costumbres y los viajes vikingos con la expansión de un gen mutante auto inmune que derivaría en la enfermedad mencionada. No.
Nos remontamos al posible primer caso de EM, que vendría representado por una joven vikinga llamada Halldora, cuya debilidad y dolor la tuvo postrada en la cama durante tres largos años entre 1193 y 1198. La mediación del Obispo Thorlak, que le indicó que viajara a las Islas Skalholt, y su fe le trajeron la curación y sumó otro milagro a las hazañas de Thorlak.
Otro caso famoso lo representa la Santa Lidwina de Schiedman (1380-1433), patrona de los enfermos crónicos. Lidwina presentaba ceguera y falta de fuerza en un brazo, pero logró una recuperación completa.
Finalmente, nos remontamos a 1822 de la mano de Sir Augusto D´Esté, un joven británico de sangre real que debutó con una neurosis óptica a los 28 años. Durante los siguientes 25 años, Augustus reflejó fielmente en su diario su devenir con la aún innominada enfermedad. Augustus sufrió pérdida fuerza, dolor, fatiga y finalmente quedó relegado a una silla de ruedas hasta que falleció en 1848.
Aparición del término
No sería hasta 20 años después cuando Charcot acuñó el término “esclerosis”, en referencia a las placas que pudo observar en las preparaciones anatómicas que disponía para estudiar. Dichas placas representaban lesiones en la mielina de las neuronas. La mielina permite que el impulso eléctrico se propague de forma correcta, pero cuando se deteriora, su conducción es errática desencadenando los distintos síntomas y signos que caracterizan la enfermedad.
Si bien la EM sigue sin contar con un tratamiento que revierta sus efectos, se sabe que los estilos de vida saludables y activos tienen un gran peso en el desarrollo clínico de la enfermedad.