Escribe: Antonio Luquero / VallecasVA.
El Real Madrid, ese equipo elegante que antaño se representaba con la caricatura de un señor educado con bigote y bombín, ya no es lo que era. En su visita a Vallecas repartió “estopa” sin pudor ante un rival treinta veces inferior a él en presupuesto. El Rayo ponía el fútbol, mientras el Madrid pisaba los tobillos de sus rivales sin que la mirada cegata del árbitro acertara a vislumbrarlo. ¡Qué pena!
Qué pena de este Real Madrid, tan unido a la patada últimamente. Sin ir más lejos, si sales a la calle y le das una patada a una piedra, seguramente saldrán de debajo tres madridistas, si levantas un felpudo, cuatro, y si vas a Ikea, con toda probabilidad la mayoría de los que están pensando en cargar a sus lomos con una estantería, serán también del Madrid. Vivimos pues en un mundo monocromático, donde se lleva el blanco.
En Vallecas, si das una patada a una piedra también saldrán de ella 2 ó 3 madridistas, pero a su lado aparecerá algún que otro rayista porque aquí, señores, existe el Rayo. En esto, Vallecas es diferente.
Otra patada, pero en este caso en la conciencia de quienes piensan que todo el mundo debe sentir el blanco impoluto, que todos deben ser del mismo equipo. Afortunadamente, en Vallecas, ese blanco reluciente lo rasga una raya roja que atraviesa el corazón.
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