Después de la tormenta

Por Ignacio Marín (@ij_marin)

Tras el paso de una riada, el retroceso de las aguas deja al descubierto desagradables sorpresas en las que no habíamos reparado durante el fulgor de la tempestad. Ahora que la tormenta pandémica parece amainar, descubrimos lo lejos que se quedó aquel espíritu de aplaudir a los sanitarios y de prometérselas con lo de “juntos saldremos más fuertes”.

La primera de las sorpresas que nos vamos a encontrar es, irónicamente, el desmantelamiento de lo que nos ha mantenido con vida, la Sanidad Pública. La Atención Primaria lleva tiempo viéndose resentida: las urgencias están sin servicio desde hace más de un año y sin visos de volver a la normalidad.

De cara al verano, la Comunidad de Madrid ya está trazando un plan para cerrar decenas de centros lo que agravará aún más el colapso de la Sanidad Pública. ¿La causa? La falta de recursos, como de costumbre: faltan 1.800 profesionales. Ante una nueva ola, la situación sería catastrófica.

A nivel de centros hospitalarios, la situación no es mucho mejor. El Infanta Leonor y el Virgen de la Torre, ambos en Villa de Vallecas, fueron de los que soportaron una situación más complicada, con las UCI saturadas y sin apenas recursos, ni humanos ni materiales. La situación paupérrima del Virgen de la Torre rozó lo dantesco cuando resultó inundado por el paso de la tormenta Lola del pasado abril.

  • El aplauso sanitario y la solidaridad de los vecinos pronto se transformaron en el policía de balcón, en el negacionismo y en la fiesta clandestina

Tampoco hemos aprendido nada del drama de las residencias. La situación de caos reveló el abandono provocado, en muchos casos, por los criterios exclusivamente mercantilistas de estos centros. Contra toda lógica, ni se aplicarán criterios más severos por parte de las administraciones, ni se aumentará la oferta pública. Ya nos lamentaremos cuando nos ingresen a nosotros.

La situación de los servicios sociales, auténtico sostén en un sistema basado en la precariedad laboral, no es mucho mejor. Según la Asociación de Directivos y Gerentes de Servicios Sociales, el de la Comunidad de Madrid es el peor sistema de toda España, definido como “irrelevante” para hacer frente a los problemas de nuestra sociedad, máxime en esta situación tan difícil.

¿Quizá nos hayamos merecido esta situación? El aplauso sanitario y la solidaridad de los vecinos pronto se transformaron en el policía de balcón, en el negacionismo y en la fiesta clandestina. Egoísmo, que en definitiva es lo que rige nuestro sistema económico. Egoísmo, disfrazado de libertad, que hizo primar la caña y la tapa sobre la defensa de lo público. Egoísmo, mezclado con odio, que convierte a un migrante que llora en los brazos de una voluntaria de la Cruz Roja tras jugarse la vida huyendo de la miseria en un peligroso delincuente.

Aunque siempre hay honrosas excepciones. Como la generosidad de colectivos como Somos Tribu VK, reconocido por el Parlamento Europeo, que dedican su tiempo, esfuerzo y dinero a echar una mano a tanta gente que sufre a nuestro alrededor. Aunque cuidado, estas redes de solidaridad pueden ser utilizadas como excusa por el neoliberalismo para eliminar los pocos servicios sociales que aún no ha desmontado. La falta de escrúpulos no conoce límites.

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