“Puente de Vallecas puede convertirse en un referente de transición ecosocial urbana”

Entrevista a Fernando Valladares, profesor de investigación de CSIC y de Ecología de la URJC

La intervención del profesor Fernando Valladares. Foto: AV Kasko Viejo

Por Asociación Vecinal Kasko Viejo

El pasado 21 de mayo, la Asociación Vecinal Kasko Viejo de Vallecas recibió en su sede de la calle Concordia 6, al divulgador científico y profesor del CSIC y de Ecología en la URJC, Fernando Valladares. Coincidiendo con el 5J, Día Mundial del Medio Ambiente, aprovechamos la ocasión para recordar y poner en valor el enriquecedor encuentro que tuvo lugar en Vallecas, donde Fernando Valladares invitó a los vecinos y vecinas a reflexionar sobre un concepto tan desafiante como necesario: el decrecimiento económico.

Bajo el título ‘Todo lo que podemos ganar con el decrecimiento económico’, la charla pretendió abrir un espacio de diálogo sobre los límites del modelo de crecimiento actual y las oportunidades que surgen al repensar nuestras prioridades como sociedad. ¿Es posible vivir mejor consumiendo menos? ¿Qué implica decrecer desde una perspectiva ecológica y social? ¿Qué podemos ganar en salud, tiempo, comunidad y sostenibilidad?

Este encuentro se enmarca en el compromiso de Kasko Viejo VK con la creación de espacios críticos y participativos donde pensar colectivamente alternativas viables y justas para nuestro barrio y el planeta.

Pregunta: ¿En qué consiste exactamente el decrecimiento económico?

Respuesta: El decrecimiento económico, también denominado Beyond growth o post-crecimiento, consiste en reducir la producción y el consumo de servicios relevantes para la economía, con la finalidad de mantenerse dentro de los límites planetarios y contribuir a una mayor justicia social.

P: ¿Cómo puede el decrecimiento económico aplicarse en distritos populares de Madrid como Puente de Vallecas, sin que se perciba como una pérdida o retroceso para sus vecinas y vecinos?

R: El decrecimiento no está, en muchos puntos, planteado para que se haga de la misma manera en todos los sitios. Los países del norte global deben decrecer bastante para mantenerse dentro de los límites planetarios, es decir dentro de esas condiciones que permitan la vida humana, y deben decrecer mínimo un 17-20% de lo que es ahora y quizá en un futuro aún seguir decreciendo más. Los países del sur global tienen margen incluso para crecer en algunos aspectos y no solo decrecer. Quizá decrecer en algunas actividades más contaminantes o perjudiciales o insostenibles, pero pueden crecer, por decir alguna referencia, un 3% o, un 4% hasta que alcancen niveles óptimos en infraestructuras y servicios.

En cualquier caso, frenar la dinámica exponencial del crecimiento al que estamos tan acostumbrados en los países más desarrollados, convirtiendo el crecimiento actual en decrecimiento para no rebasar los límites de seguridad climática o alimenticia, entre otros.

En los países menos desarrollados, el crecimiento actual o previsto se debería canalizar hacia niveles moderados, algo que se puede conseguir con tecnología, colaboración y organización. Lo mismo que estamos diciendo a nivel de países se aplica a nivel de regiones dentro de un país o de barrios dentro de una ciudad, como puede ser el caso de Vallecas.

Es indudable que hay municipios, barrios en grandes ciudades que todavía requieren inversión y desarrollo y un cierto crecimiento económico para consolidar las actividades que se están haciendo.

P: En un territorio con desigualdades estructurales como el distrito de Puente de Vallecas, ¿cómo se puede compatibilizar la necesidad de justicia social con las propuestas del decrecimiento ecológico?

R: Precisamente en lugares con una fuerte desigualdad estructural, como pueda ser el caso del Puente de Vallecas, es donde tiene más sentido el decrecimiento. El decrecimiento económico lo que permite es reajustar la producción, el consumo y dar un margen para disminuir la injusticia social y las desigualdades. Así que es un caso paradigmático. Quizá por el grado de desarrollo de algunas actividades o de la economía en general de la zona de Vallecas, el decrecimiento no deba de ser muy intenso. Pensemos que, como punto de partida, el decrecimiento económico permite una redistribución de la riqueza y de las actividades, y contribuye a esa necesaria justicia social.

Se trata de tener claro cómo poder conseguir frenar ese crecimiento y esa economía de crecimiento perpetuo, y frenarla, para mejorar en términos de igualdad y de justicia social.

P: ¿Qué papel juegan los espacios verdes urbanos y la biodiversidad en barrios densamente poblados y contaminados como Vallecas, dentro de una lógica de decrecimiento?

R: Los espacios verdes en una ciudad siempre son claves y quizá, no tenemos conciencia de su importancia hasta que fallan o hasta que vienen olas de calor y nos recuerdan la gran diferencia que hay entre tener y no tener espacios verdes, jardines pequeños, y sobre todo la biodiversidad dentro de esos parques.

Cuando los barrios están densamente poblados y hay altos niveles de contaminación, los espacios verdes son doble o triplemente valiosos y sería un ejemplo perfecto de decrecimiento. En lugar de apretar casas, apretar urbanismo, ya de por sí poco sostenible en lugares densamente poblados, la lógica del decrecimiento, lo que lleva es a renunciar a ciertas opciones urbanísticas que pueden dar una riqueza temporal momentánea, pero que va siempre a unas manos concretas incrementando desigualdades y disfunciones sociales. La idea que impulsa el decrecimiento es la de trabajar por una riqueza más laxa que no tiene siempre un valor económico-financiero directo pero que es capaz de mejorar la calidad de vida y el bienestar y la salud de los habitantes de esa zona.

Así que, son precisamente los espacios verdes y la conformación más humana de las ciudades en entornos con alta biodiversidad, jardines y parques algunas de las acciones clave de esta nueva forma de entender el desarrollo económico: un desarrollo centrado en las personas. En los países del norte —y en nuestro entorno— esto implica reducir la producción y el consumo una vez alcanzados los mínimos, lo que suele traducirse en una mejora de la salud y de la calidad de vida. Por supuesto, aún hay zonas con carencias básicas en términos de hospitales, colegios o redes de comunicación, pero una vez cubiertos esos requerimientos mínimos, es necesario frenar el crecimiento material para revalorizar rincones, medianas, huecos y espacios —grandes o pequeños— que puedan convertirse en zonas verdes.

R: ¿Qué transformaciones ecosociales serían deseables en un entorno como Vallecas para avanzar hacia una vida buena con menos consumo y más resiliencia?

R: Las transformaciones ecosociales en un entorno como Vallecas, -si la idea es avanzar hacia esa vida buena, con menor consumo, más resiliencia- deberían de avanzar de la mano de la comunicación, de la educación y de los espacios para la convivencia. Todo eso se logra reduciendo la jornada laboral y teniendo más tiempo para todas esas cosas que en realidad nos hacen humanos. Las interacciones sociales, el tomar conciencia y aprender hábitos saludables, la convivencia con los demás…  requieren tiempo. Y dado que, estamos sin tiempo por un trabajo que se expande hasta ocupar todo nuestro tiempo, el decrecimiento económico se convierte en una manera de hacer precisamente posible este tipo de nuevas transformaciones ecosociales que permitan a la gente mejorar su calidad de vida.

De modo que, el menor consumo y la mayor resiliencia son en realidad tanto requisitos como consecuencias de ese tipo de vida, de un tipo de vida consciente y para esa consciencia y que esa información se traslade a proyectos y acciones hace falta el tiempo.

P: ¿Qué alternativas laborales podría ofrecer el decrecimiento en un distrito con altas tasas de desempleo y precariedad como Puente de Vallecas?

R: El decrecimiento económico y la mentalidad de ser sostenibles auténticamente de forma honesta abre nuevas opciones laborales. Por ejemplo, todo lo relativo a la reparación, los mercados de reparación, los cafés de reparación, las iniciativas de reparación, desde electrodomésticos, ordenadores, hasta la propia ropa, etc.  Es uno de los tantos casos de oficios que en otros tiempos podían tener su papel y que se han ido abandonando por una economía muy extractivista y productivista en la que todo se compra y se tira.

Este sería un ejemplo concreto de alternativas laborales. Pero, hay muchas opciones que sería necesario trabajar. Hay opciones relacionadas con la educación ambiental, con la puesta en práctica de nuevas tecnologías, tanto de reciclado hasta de eficiencia energética, trabajar en las propias viviendas (teletrabajo), trabajar para hacer espacios más eficientes energéticamente.

Existe un montón de pequeños nuevos empleos a los que hay que poder saltar, aprender lo justo para poderse ofrecer y darle esa empleabilidad a conceptos que han estado rondando medio olvidados mucho tiempo y que no se han tomado muy en serio. Los ejemplos que estoy poniendo, y más, ilustran una nueva forma de coexistir, de convivir y de organizarse.

Así que la figura, por ejemplo, del prosumidor, el consumidor y productor, es la figura de personas que tanto consumen cómo producen energía eléctrica si tienen tejados fotovoltaicos o producen comida si tienen tiempo para cocinar o producen ropa si pueden coser o tejer en casa o reparan la ropa o cuidan a personas o hacen toda esta serie de funciones que muchas veces tenemos que contratar o pagar a terceras personas para que las hagan porque no tenemos tiempo.

P: ¿Qué sectores económicos deberían decrecer y cuáles, podrían crecer o reinventarse en un distrito como Puente de Vallecas para garantizar el bienestar sin comprometer los límites ecológicos?

R: Los sectores económicos conviene ordenarlos desde, los más dañinos para el medioambiente, más contaminantes, que requieren más combustibles fósiles o que requieren más material, o que tienen una huella ambiental más grande, y por ellos, es por donde hay que empezar a ver cómo se pueden decrecer. Y los sectores económicos que tienen que crecer son, precisamente, todos los que tengan que ver con alimentación, transporte, urbanismo sostenible, con una baja huella ambiental, el transporte público, el transporte a pie, bicicleta, y, por tanto, generar alternativas al coche privado. Sectores económicos como la construcción de coches se tienen que acercar a sectores de alquiler y copropiedad de los coches.

Hay muchas fórmulas para no ser el propietario de tu propio vehículo. Los que pueden crecer son todos esos sectores que tienen muy poca huella ambiental, que tienen que ver con actividades culturales, educativas, con la sociabilidad, con el intercambio entre personas. Todo esto son actividades en las que, por supuesto, se puede crecer indefinidamente, porque no tienen un impacto directo sobre los límites ecológicos. Más bien al contrario, permiten en general mantenernos en el lado seguro en relación a estos límites.

P: ¿Cómo pueden los movimientos vecinales y las asociaciones de base, ser protagonistas de una transición ecosocial decrecentista?

R: Los movimientos vecinales y las asociaciones de base son claves para que todo esto se pueda ir poniendo en marcha. También, es fundamental que esta transición ecosocial decrecentista se vaya incluyendo en las agendas electorales y en las imágenes corporativas de las empresas.

Pero los movimientos ciudadanos son los únicos capaces en este momento, -tal y como están configuradas actualmente las reglas del juego capitalista o del modelo socioeconómico imperante- de plantear esto como una alternativa deseable para todos y todas. Así que el papel de la ciudadanía es clave. Es clave porque se puede beneficiar directamente de los avances en esta materia. Es clave porque lo puede fomentar y es clave porque puede impulsar al sector privado y al sector político, sectores que, tal cual están, por sus plazos muy cortos, por sus intereses partidistas o económicos, no van a moverse en la dirección del decrecimiento económico y requieren del empuje de estos movimientos vecinales y asociaciones.

P: ¿Qué papel tiene la educación ambiental en la transformación cultural necesaria para el decrecimiento, especialmente en contextos de exclusión o vulnerabilidad social?

R: La educación ambiental, y en general la educación y la cultura son piezas esenciales en la transformación hacia una situación de decrecimiento. Lo que sucede es que hay que generar las condiciones para que esa educación y esa cultura sean deseables para la gente, y no suene como una imposición o una estrategia deliberada que muchas personas puedan considerar manipulativa o una estrategia para la cual directamente no tienen tiempo de entenderla y analizarla. Tiene que ser algo atractivo e inspirador, que haga que la gente desee enterarse, entender, formar parte de todo aquello y saber más detalles.

Que deseen, por ejemplo, que sus hijos en el colegio aprendan más y que puedan hablar con ellos en casa, sobre esa transformación.

La educación en los colegios, la educación en la calle es clave, pero sobre todo con la idea de generar cierta ilusión ante un futuro y un presente complicados y que ya tenemos aquí.

P: ¿Qué enseñanzas pueden extraerse de experiencias internacionales de decrecimiento que sean aplicables en barrios urbanos como Puente de Vallecas?

R: Las experiencias sobre el decrecimiento aplicado en zonas más populares son escasas. Los ejemplos de decrecimiento o modelos parecidos al decrecimiento que se han aplicado han tenido lugar en ciudades tipo Amsterdam, por ejemplo, o la misma Barcelona. Tampoco se han aplicado completamente, pero sí se está aplicando en fase parcial y experimental. Se puede aprender mucho de iniciativas que se alinean dentro del marco del decrecimiento, pero que no son completas, no son programas, sino que son acciones concretas que lleva a cabo la ciudadanía y que encajan en el marco más general del decrecimiento. Cómo, por ejemplo, el barrio de Hampstead en Londres qué protagonizó durante años todo un movimiento de primero, querer saber cómo era la salud de las personas, la calidad atmosférica, etc. Después se fueron metiendo a participar en ello, y, finalmente, acabaron pudiendo influir, estar dentro e invitados por el propio ayuntamiento y el municipio a tomar decisiones. Y hablaban de infraestructura verde y otros conceptos ya complicados de por sí que aprendieron y argumentaron muy bien cuando vieron que era en su propio beneficio.

Estos ciudadanos se habían trabajado el reconocimiento frente a las administraciones y lograron frenar desarrollos urbanísticos que rompían la conectividad entre espacios verdes, y lograron hacer cosas muy interesantes. Como ellos mismos dicen públicamente, hay que seguir ahí, porque la inercia política y económica habitual sigue adelante y en poco tiempo se puede deshacer el trabajo que los ha llevado décadas.

Otros ejemplos parecidos se han visto en muchas ciudades del mundo. Como, por ejemplo, la iniciativa “despavimentar”. El movimiento DEPAVE, despavimentar en inglés, es un movimiento que al principio se consideró que eran terroristas, porque iban quitando baldosas, asfalto y cemento del suelo. Y luego se ha ido viendo que tenían mucha razón para lograr barrios y regiones interesantes, sanas, más capaces, más resilientes de cara al cambio climático. Esto ha sido algo que se ha visto en muchas ciudades norteamericanas y que ya ha saltado a ciudades europeas, como en Holanda, por ejemplo. Hay muchos ejemplos.

Por otra parte, en países precarios con economías muy deficitarias hay también ejemplos a pequeña escala, de participación ciudadana en acciones de reverdecimiento y en los mismos “cafés de la reparación” que hablaba y que se desarrollaron inicialmente en la ciudad de Buenos Aires, una ciudad que, aunque suene muy desarrollada, en realidad es una ciudad con muchos problemas, mucha desigualdad, con muchas zonas pobres en un país sumido en una bancarrota crónica. En la misma ciudad de Viena, por ejemplo, con la reparación, se instauró un programa en el que la mitad de la reparación la pagaba el ayuntamiento, y la otra mitad la persona interesada en que se le reparara algo. Muchos voluntarios de este programa hicieron aquello posible y, además, también hubo personas que recibieron una cierta remuneración por su trabajo. Todo esto ahorró muchas emisiones y ahorró mucho despilfarro energético, en una situación que representó un claro progreso y una mejora del bienestar asociada a un decrecimiento en la producción y el consumo.

P: ¿Puede un distrito como Puente de Vallecas convertirse en un referente de transición ecosocial urbana, desde lo local, sin esperar grandes cambios desde arriba?

R: Vallecas tiene muchos ingredientes que lo podrían convertir en una zona, o en un distrito de referencia en la transición ecosocial, porque hay un potente apego al barrio y hay un potente movimiento social, ciudadano. Esa combinación hace que se puedan poner en marcha proyectos que pueden parecer sencillos o incluso ingenuos al principio, pero que pueden empujar a muchos cambios. Así que animo desde aquí, a que, se continúe con esta iniciativa social, con estos ateneos, con estas casas del pueblo, con estas agrupaciones vallecanas, que no son tan fáciles de mantener a veces, pero que son un punto de partida estupendo para esas transformaciones tan necesarias e ineludibles.

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