RSP PUENTE DE VALLEKAS.
Participar en lo comunitario es un derecho, un acto libre que se realiza conscientemente y desde la responsabilidad. Las oportunidades de participación y el derecho para garantizarla son lo que constituyen una verdadera democracia, no la que nos dibujan (desdibujan), nos venden o presentan, sino la que se describe como “el poder del pueblo”. Y el pueblo somos todas. Por eso queremos reivindicar el papel de la mujer como pueblo y, por tanto, su inclusión en todas las esferas de participación: desde las relacionadas con el ámbito doméstico, donde se discute sobre lo cotidiano, hasta las esferas públicas donde se diseñan y deciden las acciones en beneficio de lo común, de lo local y hasta lo global. Solo así crearemos una forma distinta de hacer las cosas que se distinga de la impuesta desde arriba.
Pero hay barreras que dificultan dar el paso a la participación, e incluso lo cortan cuando hablamos de las mujeres. En primer lugar nos encontramos con factores culturales; si no existe igualdad de derechos ni obligaciones, es reflejo de que falta una concepción igualitaria de las personas que forman parte de la sociedad. A la mujer, por su condición biológica, se la ha estigmatizado y expulsado de forma “natural” de aquello que se consideraba que no entraba dentro de sus capacidades. En cualquier caso, la invisibilidad de las mujeres la ha provocado el imparable camino de la devaluación de lo femenino, exaltado exclusivamente cuando se refiere al ámbito familiar, afectivo y de cuidados, lo que ha generado a su vez los roles de género, y de ahí las divisiones en el hogar, en la escuela, en el trabajo y, como en tantos ámbitos, también en el de la participación ciudadana. Las diferencias en unos influyen en otros, y es complicado salir de ese círculo vicioso. A veces somos nosotras nuestro propio obstáculo porque no sabemos cómo llevar a cabo esa participación en lo comunitario.
Para fomentar la participación hace falta una primera fase, que sería la de ser consciente de que se quiere participar, y es entonces cuando aparece la primera dificultad: el enfrentamiento con nuestra carga cultural. La segunda fase es la de alcanzar los espacios de participación, para lo que hacen falta herramientas justas, verdaderas y eficaces que garanticen el acceso. Por último, la permanencia, ya que nuestra implicación en lo político se volverá más difícil cuando haya que enfrentarse con el reto de compatibilizar todas las tareas derivadas de todos los sectores de nuestra vida, incluyendo ésa, y combatir la brecha de género a nivel social (un porcentaje considerable de la población sigue considerando a los hombres mejores líderes y mejor capacitados para la “cosa pública” que las mujeres).
Aunque la participación de la mujer ha aumentado, sigue siendo baja. En ocasiones ya no es solo una cuestión de cifras, sino de la calidad de esa participación: lo que te devuelven las personas que comparten con nosotras esos espacios y las experiencias que se viven. A menudo, la presencia de mujeres en reuniones o asambleas está físicamente representada, pero no se las escucha. Muchas hemos vivido en algún momento cómo nuestra voz no ha sido oída o tomada en cuenta mientras que la de nuestros compañeros sí, y también cómo se han repartido “inconscientemente” las tareas dando por sentados los roles de género, o cómo, incluso, en la toma de decisiones se ha cuestionado nuestra postura y dudado de nuestra capacidad por el hecho de ser mujeres.
Desde la RSP intentamos cada día trabajar por una participación más horizontal e igualitaria. Es difícil, son muchas las “herencias recibidas”, pero eso no es excusa para dejar de incidir en el carácter consciente y responsable de la participación en la comunidad y en todos los espacios que nos rodean. No podemos quedarnos en la zona de confort, esperando que las cosas cambien por sí solas: tenemos que ser nosotras las que nos impliquemos en esa dirección porque nadie va a hacernos el trabajo. En la Red, esto supone buscar fórmulas que corrijan las cosas cuando sabemos de antemano que están mal hechas. Tantas veces nos equivoquemos, otras tantas seguiremos intentando hacerlo bien, entre todas y todos, porque sabemos que la igualdad es un horizonte mucho más enriquecedor, positivo y humano.
Otras nos inspiraron y nos abrieron caminos, a ellas les estamos agradecidas: las pocas que quedaron recogidas en los libros de historia y las muchas que nadie recordará… Y a ellas dedicamos el 8 de marzo y cada día en el que una mujer da un paso hacia su emancipación.