La necesidad de la palabra «noviolencia»

noviolencia

OPINIÓN.

La noviolencia es una actitud humana que implica relacionarse con el entorno sin tratar de imponerse a él a través de la fuerza. Esto necesita de una postura existencial, una forma de ética que inspire esa determinada conducta y que esa postura existencial personal sea adoptada por una masa de personas que la practiquen ante determinados hechos y la trasladen a la sociedad en su conjunto, dando lugar a un nuevo comportamiento social

Sin embargo, como su propio significante parece indicar, noviolencia podría ser definida simplemente como la actitud de oponerse a la violencia. Si se considera el hecho de que nuestras sociedades se han construido históricamente haciendo abuso de la fuerza, es decir, ejerciendo la violencia, y el hecho de que la violencia forma parte de la rutina del comportamiento humano, es fácil de entender que la definición de noviolencia se aborde generalmente de esa forma: a través simplemente de la negación de la violencia. Si aceptáramos ese significado no tendríamos ninguna necesidad de construir una palabra nueva, porque para negar algo en español basta con añadirle por delante, como palabra suelta, el formidable adverbio “no”.

Para entender cuál es esa conducta más compleja que, al parecer, hasta ahora no había necesitado ser nombrada, recurrimos a los hechos que trajeron por primera vez al mundo moderno la palabra. El primer libro que recoge el término “no-violencia” es el de Richard Gregg, The power of non-violence, publicado por Navajivan Publishing House (Ahmadabad, India). Primera edición india en 1938. También hubo otras referencias en periódicos europeos por esos años, todas relativas a la novedosa forma de lucha del abogado hindú Mahatma Gandhi contra el Imperio Británico. Gandhi, a su vez, se inspiró en el principio mucho más antiguo del ahimsa (rechazo a ejercer cualquier forma de violencia contra el individuo y la naturaleza), que proviene del jainismo del siglo VI antes de nuestra era.

Después de Gandhi y de Martin Luther King, que posicionaron su forma de lucha entre nuestros mitos sociales, los grandes retos de los últimos tiempos están demostrando que es necesario redefinir nuestra forma no solo de luchar, sino de estar en sociedad. Ahora se requieren posturas vitales acordes con un nivel de desarrollo nunca antes alcanzado por la humanidad. Además, para resolver los viejos conflictos y para las personas que deben enfrentarse a constantes abusos para sobrevivir parece claro que la violencia ya no es una opción sensata, dado que ésta es precisamente la herramienta que mejor maneja el poder, su último recurso de supremacía, para el que siempre está muy bien dotado.

Los nuevos movimientos sociales no solo rechazan la violencia como forma de respuesta a los abusos de ese poder, sino que postulan una revolución sin fronteras, basada en el respeto y dirigida más a la colaboración que a la confrontación. Así pues, salvo en los discursos oficiales del establishment, interesados obviamente en mantener la inercia de instituciones y los ordenamientos, se extienden por todas partes nuevas formas de hacer. Y nuevas formas de estar en el mundo.

Desde esa óptica reivindicamos la noviolencia como la actitud de los nuevos tiempos, tal y como se la ha definido al principio de este artículo: como la actitud humana que implica relacionarse con el entorno sin tratar de imponerse a él a través de la fuerza. Es más que oponerse a la violencia de los otros. Es comprometerse con uno mismo en una postura existencial de relación a través de la cooperación y el consenso, y tratar de extenderla como conducta social.

Con este significado, el término noviolencia se está generalizando en el lenguaje coloquial sobre todo de los agentes sociales, aunque aún no ha pasado al plano oficial en el idioma español. Se puede decir noviolencia, con diferentes matices en su significado, en ruso (ненасилие), checo (nenásilí) o alemán (gewaltlosigkeit), por ejemplo. En Italia se recoge en el diccionario virtual (nonviolenza), pero no en el impreso. Los anglohablantes llevan tiempo usándolo en sus dos versiones, nonviolence y non-violence, adjudicando incluso distintos significados a los dos significantes (de hecho, la ONU utiliza oficialmente la palabra non-violence, aunque en los documentos de todas las entidades a las que da cabida empieza a usarse cada vez con más frecuencia nonviolence).

Una somera búsqueda por el Boletín Oficial del Estado revela que la palabra está literalmente ausente en la legislación del Estado Español y solo aparece en cuatro entradas en el resto del corpus, dos de ellas referidas a sendos planes de estudios de la Universidad Jaume I, y otras dos a subvenciones concedidas a asociaciones que sí usan la palabra. “No-violencia”, escrita con guion, aparece en doce entradas de similar contenido, pero tampoco está en ningún texto legal.

La Real Academia de la Lengua Española desconoce ambas acepciones del término (con y sin guion). A pesar de que podemos solicitar a la RAE en cualquier momento que incluya la palabra en el diccionario, no podemos documentar aún que se está usando con la normalidad necesaria, es decir, que ha sido incorporada realmente a nuestro idioma con toda la potencia de su complejo significado. La RAE edita el diccionario de español recogiendo las palabras que están en uso en el idioma después de constatar que realmente lo están, pero no tiene entre sus funciones la de animar o desanimar al uso de las mismas. Corresponde por tanto a los agentes sociales trabajar para que se generalice aún más su uso y para que su significado se asimile y se comprenda en todos los lugares donde se habla español. Esperamos contar con la colaboración de todos los agentes de los veinte países de América, España, Filipinas y Guinea Ecuatorial que tienen representación en la ASALE (Asociación de Academias de la Lengua Española) para conseguir cuanto antes este objetivo.

Montserrat Prieto (Mundo sin Guerras y sin Violencia)

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