Tal vez estemos en un momento social similar al previo al 15 de mayo de 2011. En diferentes comunidades y con muy variadas temáticas, está saliendo la gente por decenas de millares, tomando las calles y las plazas con el mismo clamor. Podría decirse que tienen en común que son impulsadas en algunos casos, por nuevos grupos que exigen los derechos más básicos para todos y todas, y que crecen rápido por su horizontalidad, su eficiencia, su buen hacer, su trato, su honestidad, su inclusividad y su firmeza.
En todas esas movilizaciones se ha podido respirar un sentir común, una indignación que empieza a susurrar ese ¡basta ya!, aquella indignación que cuando se ha convertido en clamor ha conmocionado las estructuras en tantos momentos a lo largo de la historia.
Un ¡basta, ya! que, de alguna manera, ha estado presente en el Encuentro Estatal Dignidad del pasado día 1 de marzo en San Carlos Borromeo, en el que más de 70 personas de diferentes movimientos, organizaciones y territorios del estado español, se encontraron para empezar a gestar una unión y ver qué y cómo hacer de aquí en adelante.
Será muy inteligente incorporar una gran imaginación, una potente emoción para que nos movamos a la tremenda velocidad que la actual situación requiere. Si unos cuantos dirigentes políticos nos llevan al desastre, tendremos que ser nosotros, la gente de a pie que mira por el bien de todos, quienes debamos de enderezar la dirección de los acontecimientos.
Y tal vez, sería de interés, reflexionar y reformular ese mundo ideal que cada uno quiere y al que uno aspira. Y, a renglón seguido, ir aclarando cuál es el papel que uno quiere jugar en ese nuevo mundo y empezar a construirlo o reforzarlo junto con un puñado de amigos y con la mirada puesta en que pueda llegar a mucha gente.
Hoy el mundo cambia a una velocidad supersónica. Así es como también debemos de construir nuestro pequeño mundo, aquel en el que influimos decididamente.