El combustible de los barrios

La última marcha por el cierre de la incineradora. Foto: I. M.

Por Ignacio Marín (@ij_marin)

Cuando los vecinos se juntan, son capaces de todo. En este barrio lo sabemos bien. Desde hace décadas los vallecanos han tenido que exigir viviendas dignas y dotaciones para un barrio de barro, enfangado de carencias. Han defendido desde siempre la sanidad, la educación y el cuidado de nuestros mayores cuando manos privatizadoras y especuladoras nos los querían arrebatar. Y lucharon con valentía contra una epidemia llamada heroína que se llevó a nuestros jóvenes con la mirada cómplice de las administraciones.

Hace poco, centenares de vecinos marcharon juntos a la incineradora de Valdemingómez cansados, no solo de respirar las emisiones tóxicas de esa fábrica de muerte, sino también de las excusas y las demoras del Ayuntamiento, que planea prorrogar su contrato hasta 2040, perfectamente consciente de que no cumple con las normas europeas y, por tanto, funciona en la más absoluta ilegalidad. Su objetivo, como suele ser el leitmotiv de este consistorio, es el lucro de las concesionarias.

El enriquecimiento de las empresas, de los fondos buitres, de los grandes propietarios y demás ralea es también el eje vertebrador de las políticas en materia de vivienda, tanto del Ayuntamiento como del Gobierno de la Comunidad de Madrid. Por suerte, el vecindario se está movilizando estos días para denunciar la situación y proponer soluciones, entre las que se encuentran la expropiación a los grandes tenedores, la creación de un parque público de vivienda y la paralización de la concesión de licencias para el alquiler vacacional o las promociones urbanísticas que solo tienen como fin la especulación. Sus protestas desembocan en la gran manifestación del domingo 9 de febrero.

La cultura, por suerte, no está exenta de esta movilización popular. Estos días se está celebrando en el Ateneo Republicano el festival de novela Vallekas Negra, una iniciativa surgida del vecindario que busca fomentar la creación artística y ofrecer al barrio opciones culturales de calidad. La cultura se ha convertido en otro producto que mercantilizar en el delirio capitalista de las administraciones que padecemos. Ojalá hubiese un Ateneo Republicano y un festival como Vallekas Negra en cada barrio, en vez de tantas casas de apuestas, que solo hacen drenar los escasos recursos y esclavizar a los hijos de la clase obrera. No sólo seríamos una sociedad más culta, sino una sociedad más crítica con los que pretenden manejarnos.

Todas estas protestas nacen de la conciencia y de la voluntad de los vecinos, cansados de ver cómo crece la brecha de desigualdad, cómo se quiebra cada vez más este Madrid a dos velocidades. Todos los que cuentan con esa virtud llamada empatía, rara en estos tiempos de individualismo, saldrán a la calle, a pesar de que los mensajes que parecen prevalecer estos días sean de odio y fascismo. Saldrán a la calle, porque el combustible de los barrios son sus vecinos. Pero aquellos que generan odio y bilis creyéndose impunes deberían andarse con cuidado. El combustible es inflamable.

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