JUAN SIN CREDO
El descomunal arcón de la historia vallecana guarda páginas que están todavía por escribir, recuerdos que se apagan en la mecha de una vida extinguida en la memoria de unas vivencias alejadas en el tiempo, personajes memorables que acaban en el anonimato de unos legajos administrativos con pulcra caligrafía, episodios cotidianos construidos sobre la base de una convivencia, de una educación, de una cultura.
Todo bascula en torno a la sucesión de unos momentos pasados, únicos e irrepetibles, que como distantes destellos fulguran en el horizonte de nuestra infancia. Por este motivo, se convierte en imprescindible reivindicar la Escuela como lugar de la añoranza que provoca el paraíso perdido de una felicidad innata de la inocencia casi febril de los primeros años.
Debido a la necesidad de este homenaje —que es el germen de la fantasía y del inicio de la vida en sociedad de nuestra época industrializada— se podría escarbar que cerca de la Colonia Sindical del Hogar, al lado de la boca de metro de Alto del Arenal, se inauguró, posiblemente en 1970 o quizá antes, el Colegio Nacional Santo Domingo.
Desde entonces, miles y miles de vallecanos han pasado por sus aulas, recibiendo instrucción, amor y pedagogía, pero sobre todo unos valores para no olvidarel afanoso pasado viviendo en un confortable presente que construya un resistente futuro. Historiadores, trabajadoras de Iberia, del Ministerio de Fomento, cocineros, transportistas…
Múltiples son los oficios de esos niños que soñaron ser adultos con una dignidad encaminada hacia la esperanza de un mundo diferente al que se encontraron sus padres, inculcándose la enseñanza de un saber enciclopédico de la mano de don Silvino, don Donato o doña Dominga —en los inicios del colegio—, o ya de «los Antonios”, en un momento más cercano en el tiempo.
Hoy en día el color sepia de una fachada, un tanto añeja, se pinta de una luminosidad radiante, gracias a una comunidad educativa joven, dinámica y moderna, que se enfrenta al reto de una vallecanía multicultural, en un crisol de etnias y tradiciones contrapuestas, que pugnan por un espacio común en igualdad de condiciones. La globalización, la hiperconectividad y el exceso de información han asestado un duro golpe a la escuela tradicional que debe reinventarse como foco y guía en el proceso de formación del individuo.
‘PATIO DE CORREDOR’ DE MONSERRAT DEL AMO Y ‘SUPERZORRO’ DE ROALD DAHL
Se debe fomentar saber ganarse el pan, pero forjando respeto sin ser excluyente, no dejando de lado a nadie, ni siquiera a la inmensa mayoría. Para esa actualización no debe olvidarse la lectura. Esa es una de las joyas que se custodian en el baúl del Santo Domingo: un biblioteca de tesoros como ‘Patio de corredor‘, de Monserrat del Amo, una historia que parece de un pasado remoto cuando en España se era pobre, aunque existía un principio de cooperación que se tiene que recuperar para continuar con la prosperidad del bienestar. Otra pequeña reliquia aparece con ‘Superzorro‘, del queridísimo Roald Dahl; una fábula despiadada que carga contra el poderoso, favoreciendo, más allá de la mera supervivencia, el pillaje del más astuto. Este el desafío que nace cada mañana, cuando de nuevo se abren las puertas del Santo Domingo para que los niños sigan soñando y leyendo.