Estas elecciones autonómicas del 4-M dan para muchas interpretaciones. En clave general, han dejado en evidencia la vertiginosa velocidad a la que se mueve hoy en día la política. La desaparición de Ciudadanos en la Asamblea de Madrid y la renuncia de Pablo Iglesias a continuar en cargos partidistas e institucionales son una evidencia de ello.
Por otro lado, son tres mujeres las que han salido mejor en estas elecciones, Isabel Díaz Ayuso, Mónica García y Rocío Monasterio. Y los peor parados, dos hombres, Edmundo Bal y Ángel Gabilondo, tal vez por edad y por discursos que no representaban nada novedoso.
En lo que respecta a Vallecas, para un porcentaje importante de vecinos tanto de Puente como de Villa ha sido inesperado que la candidatura encabezada por Isabel Díaz Ayuso (PP) haya sido la fuerza más votada en ambos distritos, en los que tradicionalmente la izquierda ha tenido mayor fuerza. Que haya sucedido esto es casi inexplicable, pero Vallecas no es una isla que se pueda abstraer de la facilidad con la que ha pegado un mensaje simple y manipulado en prácticamente la totalidad de distritos, ciudades y pueblos de la Comunidad de Madrid.
Aparte de la campaña propia de los partidos, las asociaciones vecinales, las redes de apoyo vecinal, los colectivos de infancia, las plataformas en defensa de lo público, sanitarios… se unieron y se empeñaron en pedir el voto para aquellos partidos que defienden “lo público”. Pero no fue suficiente.
Vallecas es zona del trabajo a pie de calle, con la gente. Todo esto no se puede ver condicionado por la coyuntura de unos resultados electorales. Si ese trabajo del día a día es verdadero, impepinablemente ha de ir dando sus frutos, pero ha de ser paso a paso y con solidez, desde el corazón, con una buena cabeza y codo a codo.
Hay dos años por delante. Hay que seguir construyendo barrio y que las opciones políticas más cercanas a los vecinos avancen para estar a la altura y puedan traducir y llevar a las instituciones todo el trabajo comprometido y voluntario de tanta gente.