Una versión diferente del clásico de Lope de Vega

Los actores saludan al término de la función. Foto: P. Lorenzo

Por Pedro Lorenzo (OVK)

‘Lo fingido verdadero’. Texto: Lope de Vega. Dirección: Lluís Homar. Reparto: Silvia Acosta, María Besant, Montse Díez, Israel Elejalde, Miguel Huertas, J. Ramón Iglesias, Ignacio Jiménez, Álvaro de Juan, Jorge Merino, Aisa Pérez, Paco Pozo, Arturo Querejeta, Verónica Ronda, Ania Sánchez y Eva Trancón. Teatro de la Comedia hasta el 27 marzo.

Tragicomedia que Lope escribió hacia 1608 y que, junto con ‘Hamlet’ de Shakespeare y el ‘Improptu de Versalles’ de Molière, constituye una trilogía sobre el teatro dentro del teatro en el siglo XVII.

Transcurre en forma de tríptico, con tres partes o jornadas diferentes en las que cada una es en sí un género teatral diferente.

Drama histórico, el primero. Luchas de poder y traiciones hasta llegar al poder el emperador Diocleciano. Arturo Querejeta, hijo de un esclavo que da vida a un guerrero con su ejército hambriento, a quien un día, tras darle una hogaza de pan, Camila (María Besant) le hace una profecía de que un día gobernará. Se desata una tormenta espectacular y Aurelio Caro (Montse Díaz) es asesinado, haciendo un conmovedor monólogo mientras expira su vida.

En la segunda, comedia de capa y espada, el césar pide al actor más famoso del Imperio, que represente una obra que mezcle ficción y realidad. Sube a escena Ginés (Israel Elejalde) hasta entonces en el patio de butacas y le ofrece una panoplia de temas para representar, propias y ajenas. Tras un extraordinario monólogo, hace una de amor para expresar sus celos a la actriz Marcela (Aisa Pérez) que está enamorada de otro actor, Otavio (Ignacio Jiménez), huyendo al final ambos enamorados. Ginés, en su interpretación de la comedia de amor llega a llamar por su nombre real, y no por el de su personaje, lo que desconcierta a Diocleciano.

En el tercer acto o jornada de santos, el gran actor Ginés finge un bautismo con tanto realismo que se convence a sí mismo y eso le depara unas consecuencias funestas.

Se cumple así la verdad del teatro de todos los tiempos que eleva lo fingido a verdadero. Esa es la esencia de la representación del actor. Es esta una obra paritaria en la que un elenco de ocho actores y siete actrices dan vida a más de 30 personajes travistiendo los papeles.

Es un montaje sobrio, pero efectivo con un vestuario actual, monólogos maravillosos y una dicción del verso que, a través de su musicalidad es a veces imperceptible, y se hace prosa, responsabilidad de Vicente Fuentes. La iluminación, así como la dirección, son sobresalientes. Una obra diferente de Lope, donde no sobra nada, lo tiene todo. Magnífica.

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