ROBERTO BLANCO TOMÁS.
Los vecinos pudieron leer en las redes a principios del mes pasado un anuncio de lo más llamativo: “¡Hola amigos de Vallecas! ¡Hola amigos de Madrid! Estamos muy contentas de poder invitaros a un proceso de movilización comunitaria para construir sueños de forma colectiva, que va a realizarse del 16 al 23 de junio”. Se trataba de una invitación a un juego “distinto”, utilizando la “metodología Oasis”, que pretende “generar espacios de participación ciudadana, afianzando lazos de confianza y arraigo con el territorio, conectándose con los sueños colectivos y trabajando por el común”.
Nos llamó mucho la atención, y decidimos pasarnos por el Campo Azul, en el Alto del Arenal, donde se iba a realizar la intervención. Allí nos encontramos a un montón de vecinos la mar de atareados, construyendo estructuras para uso y disfrute vecinal, en un ambiente tan agradable que invitaba a la participación. Raúl Rodríguez, de Guerreros Sin Armas Madrid, nos explicó de qué iba la cosa. El Oasis de Vallecas es parte de un proyecto que se llama “Del patio a la plaza”, subvencionado por la Obra Social “la Caixa”. En ese marco, GSA Madrid ha trabajado junto a La Rueda Teatro Social con chavales del Instituto Madrid Sur la primera parte del proyecto (“Del patio…”), teatro social, temas de liderazgo para jóvenes y vídeo apreciativo. Después han abordado la segunda parte (“…a la plaza”), que ha consistido en un teatro comunitario que se ha realizado en el Centro Cultural Alberto Sánchez, y la actividad del Oasis de Vallecas, que nos ocupa, en la que también han colaborado las AA VV de Alto del Arenal y Madrid Sur, y la asociación En La Brecha.
El “juego del Oasis” viene de Brasil, diseñado por el Instituto Elos en 1999: “son estudiantes de arquitectura, y algunos profesores les proponen el reto de rehabilitar el Museo de Pesca de la ciudad de Santos. Entonces empiezan a hacer un proceso participativo sin saber que lo están haciendo: preguntan por los alrededores cómo les gustaría que fuera el museo, incorporan esas voces, y al final el proyecto tiene mucho impacto. Después de esa experiencia se paran para preguntarse qué ha pasado, apareciendo algunas claves. Entre ellas destaca la del juego: para cambiar el mundo hay que divertirse. De ahí saldrá una escuela de verano: la ‘Escuela de Guerreros Sin Armas’. Nosotros hemos aprendido allí esta metodología”.
Siete pasos
El Oasis tiene siete pasos, y dura seis días. Interviene un grupo de jugadores, entre quince y treinta, aunque también pueden ser más o menos: en Vallecas han sido diez o doce. Éstos son los jugadores, pero luego participan en el proceso todos los vecinos que quieran. Se juega en el territorio, en un barrio delimitado: aquí por ejemplo no ha sido todo Vallecas, sino los alrededores del Campo Azul.
El primer paso es “la mirada apreciativa”: “conectarse con las bellezas y los recursos que hay en la zona”. Los jugadores comienzan conectando a nivel individual “con momentos suyos de la belleza”, mediante ejercicios en una sala. Luego salen por el barrio para recopilar “bellezas”, cosas que les gustan. De ahí también que se llame “el oasis”, que es “como mirar desde la abundancia espacios que normalmente se miran desde la carencia”, explica Raúl.
El segundo paso es “el afecto”, y “el reto que se les propone es que detrás de las bellezas hay personas que las cultivan para la comunidad”. Por lo tanto, el reto es conocerlas, hablar con ellas y rescatar las historias que hay detrás. En este paso también se pregunta a la gente qué se le da bien, cuál es su talento. Y con esta información se hace un listado de “gente con talentos en el barrio”. De ahí sale el primer espacio comunitario para todo el mundo, que es el Encuentro de Talentos, realizado el tercer día por la tarde. “Hubo niñas que bailaron, niños que cantaron, una mujer que explicó cómo hacer buenas croquetas, y un montón de cosas más”, nos cuenta Raúl.
El siguiente paso es “el sueño”, donde se les encarga que busquen los sueños que hay en la comunidad. “Salieron por la mañana a buscarlos, y se hizo un ‘árbol de sueños’ donde la gente los iba apuntando. El cuarto día tuvimos un Encuentro de Sueños, al que invitamos a todos los vecinos. Es un momento importante del juego: en el encuentro se hacen tres maquetas del espacio que se quiere transformar, construidas por los vecinos, ayudados por algún jugador. Aquí se hizo una maqueta de niños, una de jóvenes y una sobre todo de mujeres. Entonces se elige un jurado popular, que escoge lo mejor de cada una para hacer la maqueta de consenso. Ésta se presenta al final del día, y marcará la labor del siguiente”.
Otro de los pasos es “el cuidado”, con dos fases: “una en la que los propios jugadores, que llevan poco tiempo pero con mucha intensidad, se cuidan, empezando más tarde, yendo más despacio… y otra que consiste en cuidar el sueño de la comunidad, que significa encontrar los recursos y herramientas necesarios para hacer la labor”. El siguiente paso es la acción: se organizan grupos y se marcan objetivos “para realizar el reto de terminarlo en dos días, que sea espectacular y que sea un trabajo colectivo con recursos locales”.
Terminado el trabajo llega el penúltimo paso: la celebración. “Como lo de las croquetas tuvo mucho tirón en el Encuentro de Talentos, vamos a organizar una merienda intercultural mañana. Parece que va a haber croquetas, café de puchero, arepas… También habrá algunas actuaciones, y vamos a celebrar todo lo que se ha conseguido en dos días juntándonos. Tiene que ser espectacular… Pasado mañana haremos el último paso, que es la re-evolución. En ella, el grupo de jugadores ve qué ha aprendido con el proceso. Y para la comunidad se hace un encuentro donde se planifica el siguiente ciclo de sueños, para darle continuidad. Se trata de planificar a una semana, a un mes y a tres meses. La premisa es que, si hemos sido capaces en dos días de hacer todo esto, de qué no seremos capaces en una semana o un mes”.
Beneficio para el barrio
Contemplamos la maqueta y comprobamos cómo se está trasladado todo al campo. Los vecinos han decidido hacer (y están en ello) una zona para juegos y deportes, con mesa de ping-pong, canastas de baloncesto y porterías; otra zona para juegos infantiles, con arenero y una especie de rayuela; mejorar el escenario, que ya existía; crear una zona con plantas para “alegrar” el espacio; otra zona destinada a actividades de intercambio cultural entre los vecinos; y reformar el cine de verano, que también estaba ya, dándole una vueltecita para que luzca mejor y añadiendo un mosaico de colores donde se puede leer “Vallecas de cine”. El beneficio para el barrio es evidente, pero además de las nuevas instalaciones, hay otro beneficio subyacente por lo menos igual de importante: el propio proceso de construcción, con el ambiente y las relaciones que se crean, dando forma a un espacio intercultural e intergeneracional. Y eso ya es una enorme riqueza. Enhorabuena, vecinos, y a disfrutarlo.
Testimonios del Oasis
Chechu: “La experiencia ha sido conmovedora, y me ha permitido descubrir muchas cosas. Descubrir que aquí hay gente que vale mucho la pena, y creo que eso es lo verdaderamente bonito del barrio. Gente dispuesta a hacer cosas aunque no estén en la mejor situación y no venga el Ayuntamiento a hacerlas: digamos que es con poco hacer mucho. Mi valoración es totalmente positiva: aunque algún día acabas muy cansado, sin duda vale la pena”.
Carmen y Elena: Elena (izda.) considera esta experiencia “sobre todo necesaria para el barrio, y también bonita viendo cómo ha sido el proceso día a día y cómo se van implicando vecinos de todas las edades”, aunque destaca la nula implicación municipal en la zona. Carmen (dcha.) valora la actividad como “muy bonita, sobre todo viendo que la gente joven se está implicando, la ilusión con que lo están haciendo y que gente de otros barrios ha venido aquí. No podemos permitir que no haya zonas verdes para los niños de este barrio y este espacio esté así. Nuestros niños son de primera, no de quinta”.
Michael Miguel: “Creo que esto es una buena obra, que muestra que Vallecas es un pueblo trabajador, de gente obrera. Desde que llegué, veía este descampado y me parecía una pena y que en él se podía hacer algo. Y cuando empecé a venir a la asociación, y también por nuestro grupo Caracandaos, de freestyle y rap, como ellos ya estaban integrados en la iniciativa, también me lo ofrecieron. Y la verdad es que me ha llenado un montón conocer a muchas personas, cómo algunas me han invitado incluso a entrar a su casa… La verdad es que la gente nos ha tratado muy bien”.
Abraham: “En el ‘91 hice este campo, las canchas de fútbol, lo limpié… Pasados varios años la gente empezó a descuidarlo, se llenó de cacas de perro… Y ya estábamos cansados, porque veíamos la necesidad de un lugar de juego para los niños, para que no estén en la calle, y aquí puede quedar precioso. Desde que tomé contacto con esta gente, me pareció bien el proyecto y la idea, y decidí apoyarles en lo que haga falta. Esto es algo fundamental para el barrio: lo necesita. Para ir a un parque tenemos que ir al Pozo o a Buenos Aires, y aquí hay un campo abandonado con el que no quieren hacer nada… Pues aquí estamos los vecinos para hacer algo de provecho y que el barrio sea bonito”.
Fotos: R.B.T.