Finalizábamos el editorial de julio con esta frase: “un nuevo ser humano ya está aquí. Crecientemente se despliega en nosotros y ante nosotros. Decidamos vivirlo”. Si en julio y agosto reflexionamos y aprovechamos ese tiempo para poner a punto nuestra cabeza y corazón, ahora, a partir de septiembre, es cuando han de entrar en acción nuestras manos, nuestro cuerpo. Tenemos 10 meses por delante en los que podemos cambiar nuestras vidas.
Este momento que estamos viviendo, desde el punto de vista existencial, es muy especial y tal vez no seamos conscientes de ello. Este momento nos está cambiando, revolucionando nuestras propias vidas, y también lo vemos en muchos de quienes nos rodean. Y todo esto va a ir a más. Necesitamos reforzarnos internamente para sentir que podremos hacer frente a lo que nos toque vivir.
La mirada que abre el futuro tiene mucho sentido, es la que mira lo que une y no lo que diferencia, la que busca el encuentro, la que se interesa sinceramente por la vida de quien tenemos delante por intentar entenderle. Igualmente tiene mucho sentido la actitud que busca ser protagonista de la propia vida y constructor de lo común.
¿Qué curso queremos, que familia queremos, que relación con el barrio queremos?. Por ahí es por donde hemos de empezar si de verdad necesitamos un cambio profundo en nosotros y en nuestra gente más querida. Empecemos este curso apreciando, cuidando, cultivando nuestra relación con los más cercanos. Si nos empeñamos en ello, ponemos todo el corazón, nuestra mejor cabeza y nuestras manos junto con las de otros, no nos quepa duda de que estaremos poniendo nuestro grano de arena en ese barrio, ese país y ese mundo que queremos y que, aunque no seamos conscientes de ello, estamos construyendo día a día.
Planteémonos este curso sobre todo con ganas, como un reto, con la necesidad del optimismo, de la alegría, pese a las dificultades que con seguridad van a venir.