Por Fernando Bódalo
“Vamos a defender Vallecas, porque queremos un barrio digno y no vamos a parar hasta conseguirlo.” Esa fue la consigna que resonó con fuerza el jueves 19 de junio, cuando cientos de vecinos y vecinas de todos los barrios de Puente de Vallecas y de todas las edades, salieron a la calle para alzar la voz contra el abandono institucional y la desigualdad que arrastra el distrito desde hace décadas.
Convocada por la Coordinadora de Asociaciones Vecinales de Puente de Vallecas, la manifestación recorrió el camino desde la Asamblea de Madrid, en Entrevías, hasta la antigua sede de la Junta Municipal, en la Avenida de la Albufera. Un trayecto simbólico, cargado de indignación acumulada y de propuestas concretas para revertir el deterioro.
Los lemas fueron claros: ‘Metro para Entrevías y Numancia y El Pozo’, ‘Ni un niño sin comedor escolar’, ‘Fuera narcopisos’, ‘Vallecas no se vende, se defiende’. Pero lo más importante fue la fuerza colectiva del barrio, una energía que desbordó pancartas y altavoces.

“Vallecas está harta”. El mensaje fue rotundo: el vecindario está harto. Harto de ser, año tras año, el distrito con mayores tasas de desempleo, fracaso escolar y violencia machista. Harto de ver cómo proliferan los pisos turísticos, de cómo cierran los comercios tradicionales sin alternativas y de cómo la basura y los colchones en la calle se han vuelto paisaje habitual. Harto de ver crecer la inseguridad y la pobreza, mientras las administraciones, especialmente la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, miran hacia otro lado.
La coordinadora lo resumió con claridad: “Las condiciones de vida en nuestro barrio no hacen más que empeorar. No podemos seguir con un concejal ausente ni con políticas que ignoran nuestras realidades. Vallecas necesita un verdadero Plan Integral de Inversiones, construido con participación vecinal y compromiso institucional real, como ocurrió en su día con el Plan 18.000.”
La manifestación no solo fue un acto de denuncia, sino también de propuesta. Las asociaciones pusieron sobre la mesa una hoja de ruta clara: la creación de una escuela de música pública; un espacio de igualdad para luchar contra la violencia de género; el derribo del ‘scalextric’, un símbolo de la fractura urbanística del distrito; la conversión de Peironcely 10 en un centro cultural y de memoria que regenere Entrevías; la ampliación de la red de Metro con estaciones en Numancia (Doña Carlota) y Entrevías (El Pozo); el cumplimiento de las dotaciones prometidas para el ecobarrio; nuevas residencias y centros de día para mayores, en barrios como El Pozo; más plazas de Formación Profesional; y becas comedor garantizadas para todo el alumnado vulnerable. Y en un horizonte de mayor escala, reclamaron que ADIF y el Ministerio de Vivienda acuerden con el Ayuntamiento de Madrid un desarrollo participativo para la antigua estación de contenedores de Abroñigal, una operación que, denunciaron, no puede convertirse en un nuevo proyecto especulativo como la Operación Chamartín. “Debe ser una oportunidad para regenerar Vallecas, no un negocio privado disfrazado de progreso”, aseguraron.

También se puso el foco en la dejadez institucional sostenida en educación, salud y mayores. Los vecinos criticaron la falta de centros de salud y recursos en salud mental, el abandono educativo en un distrito con alta pobreza infantil, la carencia de infraestructuras para mayores y, especialmente, el desmantelamiento progresivo de la programación cultural pública.
Testimonios
“Se están retirando las subvenciones culturales a asociaciones que llevan décadas sosteniendo la vida del barrio,” explicó Paco, presidente de la Asociación Vecinal La Paz de Entrevías. “Cada vez es más difícil organizar eventos comunitarios: los permisos llegan tarde, las condiciones se endurecen y se nos trata como si estuviéramos pidiendo favores, cuando estamos ofreciendo vida cultural que la administración no cubre”, se lamentó.
Frente a esta inacción, la ciudadanía vallecana no se resigna. “Somos un barrio vivo, pero nos quieren invisibles. Y no lo vamos a permitir,” comentó Lourdes, una vallecana de 74 años, que asistió a la movilización.
La jornada terminó con cierto aire de alegría colectiva, consignas y emoción. Pero también con el firme compromiso de seguir: “Si no nos escuchan en los despachos, nos seguirán escuchando en las calles”. Y no fue solo una frase: fue una promesa.

En definitiva, lo que Vallecas reclama no es caridad, sino justicia urbana. Un plan integral, negociado y participado, que ponga fin a la marginación estructural y abra paso a un futuro digno para todas las personas que habitan el distrito.
Vallecas ha hablado alto y claro. No quiere privilegios, sino justicia. No pide limosnas, sino dignidad. Y va a seguir luchando hasta conseguirla.