Pequeña crónica de un barrio en cuarentena

El Parque Soto de Entrevías

Por ENTREPOZOyVIAS

En la primera semana de marzo nos estábamos preparando para hacer una plantación simbólica de árboles en nuestro parque. A los pocos días, empezó la cascada de suspensión de todas las actividades sociales, culturales y políticas en todo el país. De inmediato notamos los cierres que más afectan a nuestra vida cotidiana, como son los centros educativos y los de mayores, bajo la responsabilidad de la Comunidad y del Ayuntamiento de Madrid.

Con la declaración de la pandemia de la COVID-19 y del Estado de Alarma en nuestro país, para hacer frente a la expansión del coronavirus, se ampliaron los cierres y se decretó el confinamiento de las personas, al mismo tiempo en que se disparó la situación de emergencia, con el contagio de miles de personas y los fallecimientos que empezaron a incrementarse día tras día.

La suspensión de las actividades laborales no esenciales ha supuesto una enorme inseguridad para miles de personas. Por esenciales entendemos principalmente actividades sanitarias, sociales, de suministros básicos y algunas pocas más.

Graves consecuencias

El barrio de Entrevías, entre tantos otros, ya vivía problemas muy graves de carencias materiales, ingresos bajos, problemas de salud, viviendas precarias y muchos otros. El confinamiento y la separación social ha incrementado en gran medida toda esta problemática. En estos dos meses que llevamos en el Estado de Alarma, se han hecho mucho más evidentes los problemas y la fragilidad de lo que se llama sistema de protección social.

Así, hemos podido percibir, observar y padecer: el fallecimiento de personas mayores de nuestro barrio que, como en otros, las familias no han podido despedir; el incremento del número de personas que de la noche a la mañana se han visto sin trabajo; muchas familias dependientes de una Renta Mínima de Inserción, que complementan este escaso ingreso con algún trabajo de venta, recogida de chatarra, etc., al no poder salir, no tiene recursos suficientes para pagar y comprar lo que necesita; familias con niñas y niños pequeños, que, al cerrar los colegios y escuelas infantiles, tienen que atenderles y al mismo tiempo trabajar (gente que empieza a trabajar desde casa o que tiene que salir a trabajar); muchas personas mayores viven solas y el confinamiento hace más difícil esta situación; y el confinamiento en un barrio como el nuestro supone el hacinamiento en viviendas pequeñas para núcleos de convivencia numerosos. Y así se podrían seguir describiendo muchos otros problemas…

La salud es lo primero

El primer efecto de la alarma del coronavirus fue la saturación de los centros de salud. Por otro lado, los mensajes recomendando no salir de casa han hecho que mucha gente no saliera, que realizara consultas por teléfono y diera preferencia a las necesidades más urgentes.

Queda pendiente un balance interno de las enfermedades mentales existentes y de los problemas eventualmente provocados por el hecho de estar viviendo en espacios pequeños y sin posibilidad de moverse, sobre todo en los meses de marzo y abril, antes de los primeros respiros permitidos por el Estado de Alarma.

Las carencias de la alimentación

En los primeros días de confinamiento se notó mucho la preocupación por llenar las despensas en las casas. Las colas en los supermercados y en las tiendas de alimentación abiertas al público se hicieron notar y las estanterías se vaciaron enseguida. Poco a poco, los mensajes oficiales fueron desactivando las preocupaciones y, dos meses después, parece que la gente ha entrado en una mecánica de planificar mejor las compras e ir menos a los comercios.

Cuando faltan alimentos y no se tiene para ir a la compra, las soluciones pasan por los Servicios Sociales, las parroquias, los comedores sociales o los apoyos vecinales. En estas circunstancias, muchas familias se han dirigido a los propios colegios para pedir ayuda. En las primeras semanas, la atención de los Servicios Sociales se vio desbordada por la cantidad de demandas de ayuda. Además, las prestaciones sociales no cubren las necesidades más básicas e incluso la gente que tiene algún ingreso garantizado, empieza a buscar alimentos a través de otros dispositivos.

Una de las iniciativas más conocidas en Vallecas viene siendo Somos Tribu VK que empieza con el apoyo de algunas asociaciones vecinales y se organiza en varios barrios, en nuestro caso Somos Tribu Entrevías.

¿Cómo están las calles durante el confinamiento?

Una mirada inicial sobre nuestras calles nos devolvió un panorama interesante. Si bien hemos constatado que mucha gente aprovechó para limpiar las casas e incluso hacer algo de reforma y renovación de mobiliario (sacando trastos viejos y escombros a los contenedores), las calles de repente estaban limpias.

Por un lado, las trabajadoras y trabajadores de limpieza pública han continuado con sus tareas, y por otro, al encontrarse menos gente en las calles, el acúmulo de botes, envases plásticos y otros elementos desechables ha sido menor. De repente nuestro barrio estaba más limpio.

La ausencia de circulación de vehículos ha sido otro factor de limpieza. Las calles estaban tranquilas y la mayoría de los coches parados.

Dos elementos muy llamativos: el aire limpio y menos ruido. Hemos notado la descontaminación en la percepción de los olores y en cómo los sonidos nos empezaron a llegar desde más lejos. En ocasiones era posible caminar cientos de metros por el medio de la calle, sin un coche en movimiento. En esos días, nos visitaban más las aves.

La naturaleza agradece

Los días de confinamiento nos trajeron también las lluvias. Si el aire ya se había beneficiado de la descontaminación, se hizo notar más la limpieza del ambiente con la visita de las lluvias.

Dos meses después, en nuestras visitas al parque y en los paseos callejeros, hemos podido comprobar cómo los árboles están agradecidos. Se nota que estamos en primavera y que la humanidad ha hecho un paréntesis, como un convenio temporal de respeto a la naturaleza. Hace pocos meses salíamos a manifestarnos para frenar el cambio climático. Parece que el virus nos está enviando un mensaje.

¿Por qué resistimos?

No es lo mismo resistir en condiciones de privilegio que en un barrio marcado por toda la diversidad de problemas que vivimos. Por un lado, resistimos porque sabemos gestionar la escasez y podemos vivir con menos.

Nos apoyamos en los servicios públicos. A pesar de los recortes sufridos en todos estos años, no podemos dejar de reconocer la importancia de un sistema público de salud de largo recorrido y de unos servicios sociales que han estado presentes. En este reconocimiento están sobre todo los y las profesionales que, con su esfuerzo y compromiso, han estado más que a la altura de las circunstancias. Los propios centros educativos han tenido un papel de apoyo importante, detectando las personas que necesitaban ayuda, a veces dando alguna respuesta, a veces indicando recursos a los que acudir.

Resistimos también, porque en esta adversidad han estado presentes muchas redes de apoyo, entre ellas, personas de este barrio, algunas con larga trayectoria en distintas asociaciones, y otras que, al verse en esta situación de crisis, han querido formar parte de alguna red vecinal de apoyo a la gente con mayor dificultad para atender a sus propias necesidades.

El futuro

La crisis del coronavirus es algo muy grande. Hay muchas incertidumbres respecto a todos los ámbitos de nuestras vidas. No podemos diseñar lo que se ha dado en llamar por parte de las instituciones como “nueva normalidad”. Pero sí podemos desear y proponer lo que nos parezca necesario para salir adelante.

Muchas de las cosas no son nuevas: el cambio climático, las desigualdades sociales, el abandono de los barrios de familias trabajadoras, la falta de respeto a las personas migrantes, nuestra falta de responsabilidad con lo que es común, nuestra atención más centrada en las cosas que en las personas, etc… A todo esto hay que dar la vuelta.

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