Por Any
Nunca se hablaron tantas cosas ni durante tanto tiempo sobre la vuelta al cole. Ya desde mediados de agosto, los medios de comunicación y la sociedad empezaron a preguntarse cómo iba a comenzar el curso. Empezaron a preocuparse por esa infancia, y no tan infancia, que en septiembre tenía que incorporarse a su vida escolar “normalizada” como antes de la pandemia.
Parecía entonces que los progenitores empezaban a recuperar sus puestos de trabajo y, claro, terminadas las vacaciones, todos y todas al cole. Ese cole que había pasado tantos meses con sus puertas cerradas.
Comenzaron las preguntas y los debates sobre esas instrucciones que no acaban de concretarse y de si los recursos materiales y humanos iban a ser suficientes para dar una respuesta adecuada a los niños y a las niñas. En las bocas de todas las personas aparecían expresiones como grupos burbujas o grupos de convivencia estables, ratios o atención a la diversidad. Y lo cierto es que ver ese interés me producía sentimientos contradictorios.
La Educación, la eterna olvidada
Como siempre, la Educación es la eterna olvidada. Y todos esos que hablaban y pensaban, desconocían que los equipos directivos de los colegios y muchos maestros y maestras no nos habíamos ido de vacaciones, que habíamos estado trabajando desde el último día del curso 19-20 en lo que bautizaron como “la vuelta segura”. Esa vuelta que la que trabajamos en los entresijos ya sabíamos que iba a ser difícil, pero que lo íbamos a conseguir a pesar de que nos estuvieran sacando instrucciones hasta horas antes y esto no es una expresión, es real, hasta horas antes de la incorporación del alumnado a las aulas.
Los sentimientos contradictorios que antes mencionaba se deben a que la Educación Pública lleva sufriendo recortes desde tiempos remotos, muy remotos. Por ejemplo, la atención a la diversidad sale adelante curso tras curso gracias a la pericia que hemos desarrollado al elaborar horarios, siendo capaces de rentabilizar los recursos humanos de los que disponemos hasta agotarlos por completo, físicamente a la persona que trabaja, me refiero. Las ratios no se respetan, por lo que la individualización de la enseñanza es casi imposible y provoca que, después de un confinamiento, necesitemos el doble de profesorado en los centros para tener grupos de 20, que siguen siendo numerosos, pero que, acostumbrados a lo que estamos, pues somos capaces de hacer maravillas. Y no hablemos de las últimas dotaciones por parte de la Administración en cuanto a mobiliario o nuevas tecnologías se refiere. Lo más nuevo que nos podemos encontrar en los centros es porque hemos ido ahorrando curso a curso del dinero que nos van dando, como cuando uno quiere hacer un gran viaje con su familia. La foto con el Arco del Triunfo en París es equiparable a una sala de informática o unas PDI’s.
Pero de esto no se habla a mitad de agosto ningún año. Nos preocupa la salud y es comprensible, pero ¿no nos preocupa la calidad de la Educación que año tras año recibe nuestra infancia, nuestras personas del futuro? Porque ahora estamos en una situación excepcional y pasará pronto, aunque se nos esté haciendo eterna. Pero ellos y ellas seguirán en la escuela.
¿Que cómo está yendo el principio de curso? Pues muy bien, porque hemos conseguido, con mucho trabajo y esfuerzo de todas y cada una de las personas que conformamos los claustros, que el colegio sea un lugar seguro. Habrá contagios y cerraremos aulas, pero volveremos a sacar adelante la Educación a distancia para aquellos y aquellas que tengan que seguirnos desde sus casas. Y lo seguiremos haciendo con nuestro portátil, nuestra wifi, nuestro móvil, nuestra autoformación, nuestra imaginación y nuestras grandes dosis de optimismo y amor por nuestra profesión, porque nadie nos ha dado nada más. Seguiremos buscando debajo de las piedras cesiones de ordenadores, tablets y tarjetas de datos para que nuestro alumnado pueda seguirnos desde sus casas, porque nadie les ha dado nada más. Conseguiremos contactos para que nuestras familias más desfavorecidas puedan ir a recoger alimentos y productos de primera necesidad, porque nadie les busca nada. Volveremos a extralimitarnos en nuestras funciones, al igual que en nuestras horas de trabajo.
El primer día de clase
Un amigo me preguntó el primer día de clase por la tarde cómo había sido la vuelta y le contesté que no había encontrado las palabras. Pues bien, abrir las puertas después de seis meses, volver a encontrar esos ojos ilusionados, esas voces alegres, fue de las situaciones más emocionantes que he vivido. Sentía que sus miradas sonrientes, por encima de esas mascarillas, eran los abrazos que en cursos anteriores me daban a la entrada al centro. Y a pesar de los nervios que todos teníamos, alumnado, profesorado y familias, fue un momento de reencuentro en el que sentíamos que volvíamos a un lugar que nos hacía felices, precisamente por compartir nuestras vidas.
El cole es seguro y no sólo porque nos hayamos dejado los meses de vacaciones acondicionando los espacios, pensando en los turnos escalonados, en los flujos de subida o de bajada y elaborando los documentos que la Administración nos pide. El cole es siempre seguro porque está lleno de buenos momentos, de aprendizaje y de vida, de respeto y de cariño. A pesar de las pandemias y de los recortes, el cole es, siempre, un lugar seguro para la infancia. Ojalá en agosto del año que viene hablemos tanto y tan profundamente de la vuelta al colegio, sin pandemia.