La verdad sobre los zoos y acuarios

Acabar con este sufrimiento también depende de ti.

ASAMBLEA 15M VILLA DE VALLECAS.

En la asamblea del 15M Villa de Vallecas del 8 de mayo, compañeras de la Asamblea Antiespecista de Madrid acudieron para realizar una asamblea temática sobre la Campaña por el fin del circo con animales. Porque su libertad y su dignidad tienen más valor que el entretenimiento de algunas personas y las ganancias de otras. El objetivo fue sensibilizar al barrio para que los vecinos no vayan a circos con animales, pues de todos depende que los animales dejen de ser esclavos.

Con el mismo objetivo compartimos con vosotras este texto para que reflexionemos sobre lo que implica pasar una tarde en el zoo o en el acuario… ¡¡Acabar con este sufrimiento depende de todos, también de ti!!

Durante el siglo XIX, se hicieron populares en los zoos eu­ropeos las exposiciones de tribus humanas procedentes de países colonizados. Los traficantes de animales no humanos eran los mismos que se encargaban de secuestrar familias humanas para exhibirlas. Las excusas que se ponían eran las mismas que en los zoos actuales: la curiosidad científica, el conocimiento de sus costumbres, la “jerarquía de las razas”, etc. El resultado también era el mismo: al igual que sucede con animales de otras especies, muchas de aquellas per­sonas murieron, sufrieron enfermedades o pasaron toda su vida encerradas.

En algunos zoos y acuarios las condiciones son mejores que en otros. Aun así, por mucho que pretendan cuidarles y sa­tisfacer sus necesidades primarias, lo que hacen realmente es mantenerlos con vida todo el tiempo posible, mientras les resulte rentable. Durante ese tiempo padecen, como mí­nimo, carencias espaciales y sociales. Hasta el 80% de los animales encerrados desarrollan algún signo de “zooco­sis”, que es el nombre que se da a cualquier tipo de ma­nifestación de sufrimiento psicológico por parte de un ani­mal no humano (balancearse compulsivamente, vagar en círculos, morder los barrotes, etc.). También es frecuente el desarrollo de enfermedades psicosomáticas causadas por el estrés, así como de dolencias, heridas y síntomas puramen­te físicos provocados por el encierro, el hacinamiento, los ataques entre ellos (debidos en gran parte a problemas territoriales por la falta de espacio), los entrenamientos, los transportes, el cambio de clima, la calidad del agua en el caso de animales marinos, etc. La esperanza de vida en es­tos lugares, en la mayoría de los casos, es mucho menor de lo que sería en la naturaleza.

Los zoos y acuarios son negocios que compiten en el sec­tor del ocio y mueven millones de euros. La conservación de las especies es la última excusa que han adoptado para ganar adeptos y perpetuarse. Si realmente fuera eso lo que les mueve, gastarían todos sus fondos y recursos en re­cuperar a los animales para reintroducirlos en la vida en libertad. Sin embargo, en lo que siguen gastando la ma­yoría de su dinero es en mantenerlos encerrados para ge­nerar más beneficio, en comprar nuevos animales (ya sea capturándolos o trayéndolos de otros lugares de encierro), en programas de reproducción para poder vender, inter­cambiar o explotar publicitariamente a las crías, en entre­namientos y decorados para hacer más atractivo el espec­táculo, etc.

Del mismo modo, si de verdad quisieran crear poblaciones sostenibles de algunas especies para poder repoblarlas tras una hipotética extinción, no estarían colaborando a su do­mesticación ni a la merma de sus instintos reproductivos. Además, se necesitaría una gran variedad de genes viables para hacerlo posible, mientras que en los zoos prima la en­dogamia y se prefiere tener pocos individuos de cada espe­cie, ya que la variedad atrae más al público.

En cualquier caso, no se justifica perpetuar una especie manteniendo la explotación y el encierro de sus individuos. Cada animal es importante por sí mismo, y no solo como miembro de su especie. La última osa panda, el último lin­ce, el último humano, tendrán tanto interés como el prime­ro en ser libres y respetados.

Estos lugares son empresas que buscan el beneficio económico, y dejarán de existir si dejan de ser rentables. Dejar de acudir a estos lugares y de demandar este tipo de entretenimiento puede marcar una gran diferencia para muchos individuos. Si se cerraran los zoos, muchos animales podrían recuperarse y volver a vivir en libertad. Otros podrían vivir el resto de su vida dignamente en re­fugios y santuarios, donde no serían libres pero serían res­petados y no se les utilizaría para ganar dinero. Pero, sobre todo, dejar de ir a los zoos contribuiría a detener la rueda de explotación, a que dejaran de capturarse y criarse animales con el único propósito de vivir toda su vida encerrados.

Aunque fuera útil y educativo, aunque no hubiera otra forma de divertirse, seguiría siendo injusto y provocando sufrimiento a los individuos encerrados, solo para el beneficio humano; pero además, a través de la historia de los zoos y analizando los principales aspectos de lo que son hoy en día, queda claro que no cumplen sus propósitos. Sencillamente, son negocios basados en la educación, sí, la de unos valores destructivos, de supremacía y dominación. De la raza blanca sobre las demás, de la cultura occidental sobre el resto, de lo “normal” sobre lo “diferente”, de la humanidad sobre las demás especies. Del dinero sobre todas las cosas.

 

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