Por Ignacio Marín
Sobra decir que Vallecas es un barrio abierto. Está en nuestro carácter, en nuestro ADN. A muchos de los que no nacimos aquí nos han hecho sentir como en casa desde el primer día. Hablamos de un barrio combativo, solidario y alegre del que sentirse orgulloso. Ha absorbido oleadas de migración, primero desde el interior del país y luego de todos los rincones del mundo, convirtiéndose en ejemplo de integración para cualquier barrio. Un esfuerzo que en la mayoría de las ocasiones se tuvo que hacer por los propios vecinos y movimientos sociales ante la dejadez de las administraciones. Pero hoy sigue siendo un barrio desabastecido de muchos servicios sociales, en el que la calidad de vida es manifiestamente peor que los vecindarios más céntricos. Todos tenemos aún en la retina -y en la pituitaria por desgracia- la decisión de Comunidad y Ayuntamiento de traer la totalidad de los residuos de la Mancomunidad del Este al vertedero de Valdemingómez, con el grave prejuicio que está suponiendo para la salud de nuestros barrios y de los limítrofes.
La última y poco afortunada decisión del Consistorio ha sido la construcción de viviendas prefabricadas en el Ensanche de Vallecas destinadas a alojar a 300 solicitantes de asilo a los que el Samur Social no ha sido capaz de dar respuesta. Estarán ubicadas entre la carretera de Villaverde a Vallecas y la avenida Mayorazgo -donde en su día se encontraba La Rosilla- y desde el Consistorio se confía en que los migrantes pasen un máximo de 30 días en estas viviendas. Se trata de una muestra más de manifiesta improvisación.
El Ayuntamiento se ha apresurado a anunciar que el complejo contará con sanidad y seguridad propias en un doble desprecio tanto por el barrio -consciente de que no cuenta con servicios suficientes ni tan siquiera para un aumento de la demanda de tan solo 300 personas-, como por los propios migrantes, ya que estas instalaciones, no muy distintas en el concepto a los terribles campos de refugiados griegos, no están pensadas para la integración de sus habitantes. Unas personas que no van a poder acceder a los servicios del barrio ni involucrarse en su día a día, convirtiéndose en una suerte de ciudadanos de tercera. Algo que sí trató de evitar desde que estalló la crisis la parroquia de San Carlos Borromeo, aportando dignidad y resultados para los solicitantes de asilo.
Además, en una muestra del racismo que caracteriza al nuevo Gobierno municipal, el delegado del Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social, José Aniorte, ha asegurado que los vecinos no debemos de preocuparnos por los refugiados ya que son venezolanos y con un perfil “no conflictivo”, como si hubiese refugiados mejores o peores por motivo de su raza u origen.
Las asociaciones de vecinos han puesto, obviamente, el grito en el cielo. Confiaban en una gestión eficaz, que hubiera supuesto, por ejemplo, distribuir estas viviendas por toda la ciudad, de tal manera que los migrantes se sintiesen parte de ella y pudieran adaptarse, en vez de ser confinados en un macrocentro ubicado en un polígono industrial, que es de todo menos acogedor. Además, temen que estas viviendas, en el momento en que se encuentren vacías, puedan verse okupadas, dado el acuciante problema de vivienda que sufrimos en barrios como el nuestro. En nuestro recuerdo aún están frescos los problemas de habitabilidad que se sufrieron en El Gallinero y que, de volverse a generar en estas viviendas, dudamos que el Consistorio sepa dar una respuesta digna, vista la insolidaridad que está mostrando tanto con las personas migrantes como con el distrito de Villa de Vallecas.
Estamos en condiciones de exigir condiciones de vida digna para los solicitantes de asilo que llegan a nuestros barrios y no soluciones temporales e improvisadas. Los vallecanos hemos aprendido, con el paso de los años, que la mejor manera de lograr el desarrollo y el bienestar de los recién llegados es su plena inclusión en la vida de nuestras calles, participando y disfrutando de servicios dignos. La primera responsabilidad del Ayuntamiento, por lo tanto, es garantizarlos y ofrecer su acceso para todos. Si no, los vecinos tendremos que seguir organizándonos para tratar de proveerlos y continuar construyendo barrio. Ante la dejación de responsabilidades y la provisión de servicios ineficaces por parte de las administraciones, los migrantes, como cualquier colectivo en riesgo, van a poder seguir contando con nosotros, los vecinos.
Ignacio Marín (@ij_marin)