Ya tenemos las consecuencias de los resultados de estas últimas elecciones del 10 de noviembre: un intento de Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos con el apoyo (de diferentes maneras) de una gran variedad de otros partidos.
Con formas de pensar de bipartidismo y confrontación no se puede dar respuesta a “lo nuevo” que ya está aquí. Y es evidente que la gobernabilidad de este país no se puede pensar como se hacía hasta hace pocos años, cuando el PSOE y el PP se alternaban en los gobiernos.
A veces sucede que para que se decante una respuesta a una determinada situación, se requiere que se llegue a unas condiciones casi extremas. Parece que ésta es la situación creada a partir de estas recientes elecciones.
Estamos ante un intento valiente y necesario. Viéndolo con perspectiva, tal vez pueda pasar a la historia como algo nuevo que por necesidad irrumpió y que intentaba dar respuesta a un clamor popular que, en el año 2011, en los inicios del movimiento 15M, se había manifestado con gran apoyo y en el que entre otras cosas se decía: “no queremos ser mercancía de políticos y banqueros”.
Los diferentes ámbitos del poder económico y mediático y el mundo de los “creadores de opinión” van a poner muchos palos en las ruedas a este intento. Esperemos que se abra paso pese a todas las dificultades. Lo que puede marcar una dirección de cómo hacer en el ámbito estatal es lo que ya se viene haciendo en algunas comunidades autónomas y ayuntamientos.
Ésta será una construcción con elementos muy novedosos que va a requerir de todos aquellos que se involucren una elevada actitud y un fuerte aprendizaje en mirar y velar por la “convergencia de la diversidad”.
Cómo no apostar por acuerdos como éste, si en la historia reciente han pasado cosas tan increíbles como que Nelson Mandela, que estuvo en la cárcel 27 años como preso político, fuese elegido democráticamente presidente del Gobierno de Sudáfrica.