Escribe: Antonio Luquero
Quienes se quejan de que habitualmente se habla poco del Rayo en los medios de comunicación, se tienen que haber quedado mudos. Desde hace unos días del Rayo se habla, y mucho, aunque no siempre dentro de la sección de Deportes. El anuncio de que 10 empresas del grupo Nueva Rumasa, entre las que se encuentra el Rayo Vallecano, entraba en una situación preconcursal, supone de hecho que el Rayo deja de pagar a sus acreedores, algo que no significa necesariamente una quiebra. Así, el Rayo tendrá tres meses para pagar a sus proveedores, sin necesidad de que sus bienes sean embargados.
“Hay jugadores que han decidido no cobrar para que otros sí puedan hacerlo, así es muy difícil concentrarse” aseguraba Sandoval, el entrenador rayista, respecto a la situación del Club. Incluso José María Movilla, uno de los capitanes del equipo, vivía una tensa conversación durante una entrevista en un programa radiofónico cuando Teresa Rivero llamaba en directo para aseverar que lo que decían los jugadores sobre el adeudo de dinero era mentira.
La realidad dice que Rayo debe salarios desde febrero de 2010 a los futbolistas que ya estaban en el Club la temporada pasada. Hay casos difíciles dentro de la plantilla, pero también entre los empleados del Club y futbolistas de la cantera, que tienen hipotecas o pagos que no saben cómo van a afrontar.
Posible venta
Una de las ideas que manejan los propietarios del Club es su venta, si llega una buena oferta, o aceptar la entrada de un socio que se haga cargo de parte de las deudas contraídas por el Rayo. Los jugadores no se plantean hacer un paro o dejar de entrenar, como han hecho público en un comunicado oficial. Comprenden la situación y han decidido no jugar con los sentimientos de los aficionados, sólo con el balón.
Por su parte, las peñas del Rayo Vallecano han hecho público otro comunicado en el que muestran su apoyo a la plantilla, y exigen a la familia Ruiz-Mateos que ponga todos los medios para que el Club, que vive uno de sus mejores momentos en lo deportivo y social, no se hunda por causas económicas.
Así las cosas, cuando a principio de temporada el Rayo colgaba en su web un spot ambientado en una clínica, en el que una enfermera calmaba a unos aficionados contagiados por la “Fiebre rayista” al grito de “¡No se me alboroten!”, nadie podía imaginar que el alboroto final, la epidemia más grande, nos contagiaría a todos en el momento más importante de la temporada.