El valor del cuidado compartido

Por socias/os Alusamen; Rubén Chacón-Cabanillas, enfermero Salud Mental CSM Villa Vallecas; y Concha Párraga, enfermera Familia CS Campo de la Paloma

Desde nuestro compromiso con la comunidad, las enfermeras tenemos el privilegio de acercarnos a diferentes realidades y asociaciones de nuestros barrios. En esta ocasión, nos hemos encontrado con Alusamen (Asociación en Lucha por la Salud Mental y los Cambios Sociales), una entidad que nos abre las puertas para comprender, desde dentro, qué significa cuidar y ser cuidado en el contexto de la salud mental.

Alusamen forma parte de la Federación Salud Mental Madrid, que agrupa a 16 asociaciones. Muchas personas llegan a estos espacios gracias a la recomendación de profesionales, a través del boca a boca o de otros recursos comunitarios. Lo que encuentran allí va más allá de la atención: vínculos, comprensión y acompañamiento.

El asociacionismo ofrece un entorno seguro de apoyo mutuo donde compartir experiencias con personas que atraviesan situaciones similares, muchas veces marcadas por factores sociales, económicos o familiares. En Alusamen se desarrollan talleres, escuelas de familias, actividades de ocio, campañas de sensibilización y un sinfín de iniciativas que fomentan el bienestar, autonomía, participación y convivencia. Como ellos mismos dicen: «Aquí tenemos nuestro propio ecosistema y formamos parte de la sociedad».

Durante el encuentro, las personas participantes compartieron su visión sobre el papel de las enfermeras: «son un gran apoyo», «puedo hablar con ella de todo», «es ayuda, profesionalidad, cercanía». Para ellas, el cuidado está profundamente ligado a la salud, a la higiene personal, a la autoestima, al cumplimiento del tratamiento, y al respeto por uno mismo y por los demás. «Es una necesidad».

Entre las estrategias enfermeras que les han ayudado en su recuperación, destacan el acompañamiento terapéutico, aprender a respirar y el autocuidado. Pequeños gestos que, sostenidos en el tiempo, generan grandes cambios.

Una comunidad más inclusiva

También reflexionaron sobre cómo podemos construir una comunidad más inclusiva: «hablando abiertamente de salud mental», «comprendiendo que le puede pasar a cualquiera», «rompiendo prejuicios», «viendo a la persona, no al diagnóstico». Nos recordaron que no son ni superiores ni inferiores a nadie, que son ciudadanas con sueños, responsabilidades y derechos.

Reclaman más recursos en los barrios: más profesionales de salud mental, asociaciones accesibles, espacios culturales y lugares donde compartir. Piden humanidad, cercanía, escucha, tiempo, y generar confianza para que «podamos contar nuestras cosas, emociones, si escuchamos voces, si pensamos cosas negativas; necesitamos mirarnos a los ojos y vernos de verdad».

Este encuentro también les permitió descubrir algo especial: algunas compartían a la misma enfermera especialista en salud mental. Reconocieron en ella un vínculo terapéutico que cuida, acompaña y transforma.

Gracias a María Tomé por hacer posible este espacio, y a Arsenia, Ernesto, Jessika, Nuria, Rosa y T.P. por su generosidad, su voz y su ejemplo.

Porque el cuidado es cosa de todos. Porque la salud mental también se cuida en comunidad.

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