Por Pedro Lorenzo
Esta gran comedia de enredo que Lope escribe en 1604 es la primera vez que sube a las tablas del Teatro Clásico, representada por la sexta promoción de la Joven Compañía. Se trata de una obra no fácil de montar ni de resolver. En su periodo de madurez, Lope enrevesa más si cabe los enredos hasta entonces representados. Es un prodigio intelectual que se observa a medida que se va desarrollando la obra, y aún al final pueden quedar dudas en el público e invitarle a leer el texto, no por farragoso, sino por complejo.
La trama es el amor de Fenisa por Lucindo y su discreción en mostrárselo para no dar lugar a quebrantar las convenciones de la época ni mancillar el honor de la familia. Una fuerza, la del amor, que la enfrenta a todo tipo de dificultades para acercarse con inteligencia y determinación a su amado. Fenisa, hija de Belisa (Montse Díez) ama a Lucindo, hijo del capitán Bernardo (Lluís Homar). A su vez, el capitán, un hombre maduro y hacendado, pide la mano de la joven y bella Fenisa a su sorprendida madre que, en un principio, piensa que el amor del capitán era por ella. La sorpresa se acentúa cuando Lucindo, a través de su criado Hernando, le viene a pedir matrimonio a Belisa.
Esta fiesta barroca trepidante que comienza con un universo humano sobre el escenario, con los aparentes preparativos de que algo grande está por venir, cuenta con toda la JCNTC así como los trabajadores y técnicos de la comedia en un totum revolutum que no sabes por donde va a salir, pues ya la escenografía vanguardista de José Novoa con un luminoso con la palabra HOPE (Esperanza), o también un guiño al apellido del autor, y la música en directo, confieren una visión actual de un texto del Siglo de Oro, muy moderno también en el que la mujer será al fin protagonista de su propio destino.
Todo el montaje supone un acierto: la dirección, como suele ocurrir habitualmente con LLuís Homar, que también está inconmensurable en la interpretación, al igual que Montse Díez, dramática y divertida, impresionante, como el resto del elenco: 12 actores y actrices elegidos entre cientos de seleccionados y que bailan, cantan y tocan diferentes instrumentos. Se cambian los papeles cada tres semanas con lo que se saben prácticamente todos los personajes y los recitan con verso claro y armónico de la mano de Vicente Fuentes, su maestro.
Hay un apuntador tan ocioso como innecesario, siempre en silencio. La música creada expresamente para la obra es de Marc Servera y la adaptación de ‘Vestida de nirvana’ de Silvia Pérez Cruz. Un vestuario entre barroco y moderno y en conjunto un montaje de gran formato donde todo está dispuesto para pasar algo más de dos horas de humor inteligente con enredos, líos inesperados, poesía, música e intriga. Un montaje atrevido, actual e imprescindible.