Por Pedro Lorenzo
Una obra singular que gira en torno a Pedro Berriel (Israel Elejalde), un director de orquesta de 53 años gravemente enfermo, obsesionado con terminar la grabación de la Sinfonía número 6 de Chaikovski, conocida como ‘La Patética’. Su objetivo: trascender la muerte dejando un legado eterno. La pieza funciona como un réquiem, pero también como una reflexión tragicómica sobre el final de la vida.
En escena, la sombra del compositor ruso (Jesús Noguero) lo acompaña, relatando su propia biografía desde un plano casi fantasmal. ‘La Patética’ se desliza hábilmente hacia la tragicomedia, con momentos que combinan lo absurdo con lo reflexivo. Personajes delirantes como Putin (Juan Paños), reconvertido en rockero de Carabanchel, o el crítico despiadado interpretado por Francisco Reyes, que también es un cirujano sin escrúpulos hacia la vida o la salud de sus pacientes, aportan humor negro y surrealismo al conjunto. Reyes brilla con su agudo sarcasmo. La homosexualidad de Chaikovski también está presente a través de su relación con Jon (Jimmy Castro).
Por su parte, Manuel Pico cumple con eficacia su labor musical y actoral, asumiendo otros pequeños papeles. Inma Cuevas, versátil como pocas, interpreta hasta cinco personajes distintos: desde una madre frustrada por no llegar a ser soprano, hasta una enigmática Gloria alada, cuyo segmento resulta difícil de interpretar, aunque es destacable su rapidez en los cambios de vestuario. La puesta en escena merece mención especial. Paco Azorín diseña un espacio que, bajo la apariencia de un único estudio de grabación insonorizado, se revela como un escenario lleno de sorpresas y caminos ocultos. La iluminación de David Picazo acompaña con precisión cada transición emocional.
En resumen, una obra ambiciosa, profunda e imaginativa. No es fácil de montar ni de seguir, pero logra un equilibrio entre emoción, reflexión y humor. Elejalde y Reyes destacan con fuerza. Eso sí, quizá las dos horas se podrían haber aligerado. Aun así, una propuesta recomendable.