Ignacio Marín (@ij_marin)
Las expectativas eran altas, ningún vecino puede negarlo. Dos años sin fiestas son demasiados para un barrio callejero y bullicioso como el nuestro. La experiencia de las recientes fiestas del vecino distrito de Puente nos hizo fantasear con una celebración de la misma envergadura. Nuestra ilusión se esfumó desde el primer día. El resultado de las fiestas, ya analizado fríamente, es decepcionante. Y no será por los vecinos que, como siempre, respondieron bien. La responsabilidad es de los que quieren, por una razón u otra, acabar con las fiestas de nuestro distrito.
Para empezar, la programación dejó mucho que desear. En los últimos años, el auditorio de Las Trece Rosas ha reunido a grupos de primer orden, como Celtas Cortos o Los Chikos del Maíz. Mientras que en otros distritos se han cuidado las fiestas, incluso asegurando que se estaba destinando la inversión que no se ha podido hacer en los últimos años por culpa de la pandemia, en el nuestro hemos tenido la impresión de una dejadez intencionada. En el mismo diseño de la programación es visible esa intención.
Las fiestas se han celebrado a caballo entre el auditorio y el Ensanche, en una decisión inexplicable, ya que el Ensanche ya tiene las suyas. El grueso de las fiestas siempre ha tenido lugar en el auditorio, aledaño al recinto ferial, precisamente por el motivo de que, tras cualquier actividad, los vecinos pueden seguir divirtiéndose en las casetas y atracciones. Además, expulsar las fiestas del Casco Antiguo provoca que los bares de la zona pierdan una de sus tradicionales fuentes de ingresos del año en detrimento de zonas sin una oferta de hostelería tan variada y consolidada.
El resultado de las fiestas, ya analizado fríamente, es decepcionante. Y no será por los vecinos que, como siempre, respondieron bien
Esa es una de las razones por las que el recinto ferial ofrecía un aspecto tan desangelado. Pero no fue la única. Poco ayudó los cuatro únicos baños químicos instalados para las fiestas de un distrito de cerca de 108.000 habitantes y que no se limpiaron ni una sola vez. Ni la veintena de apagones que se sufrieron el viernes en todo el recinto y bajo los cuales era imposible ni trabajar ni disfrutar. El aspecto de algunas casetas no contribuyó a mejorar la situación. Ciudadanos, el partido de la concejala presidenta del distrito, decidió externalizarla. La del PP ni siquiera ofrecía comida. Vox, el Grupo Mixto y algunas asociaciones no la montaron, a pesar de pedirla y tener el espacio concedido. Espacios que podrían haber sido utilizados por las muchas asociaciones que forman el rico tejido social de nuestro barrio, tanto para darse a conocer, como para financiarse.
Al cierre de este artículo, aún no se ha constituido ninguna comisión de fiestas para valorar y mejorar la edición de este año. Pero lo que realmente me preocupa es la intencionalidad de los muchos errores de las fiestas. ¿Quieren sacar las fiestas del Casco Antiguo para llevárselas al Ensanche? ¿O al faraónico parque de la Gavia que, por cierto, tiene ya graves problemas de mantenimiento? ¿Algo tiene que ver que el próximo año sea electoral? ¿Interesa por ese motivo contentar más a unos barrios que a otros?
Sea como fuere, las fiestas de distrito son legítima expresión popular, al alcance de todos los vecinos y que han de dar voz a las asociaciones y colectivos que trabajan por mejorar nuestras calles. Deberíamos ponernos en alerta ante estos ataques, porque no son a unas meras fiestas, atentan contra una manera de hacer barrio.