Por Ignacio Marín (@ij_marin)
Varios centenares de personas recorrieron nuestras calles el pasado miércoles 18 de junio para protestar contra el genocidio que se está produciendo en Gaza a manos del Estado de Israel. Un genocidio cruel y televisado, contra el que parece que no podemos hacer nada.
Pero es normal que nos sintamos impotentes. Si ni las más altas instituciones internacionales son capaces de evitar las atrocidades de las que somos testigos cada día, ¿qué vamos a lograr nosotros desde este esquinazo de Madrid? Porque no nos engañemos, nuestra protesta no va a detener las bombas que caen sobre los niños gazatíes ni va a amilanar a los criminales que las lanzan. Sin embargo, no podemos permitir que nos devore la indiferencia. No podemos callar ante las barbaridades que cometen los poderosos. Si lo hiciésemos, dejaríamos vía libre a los defensores del odio y de la muerte y, lo que es peor, nos traicionaríamos a nosotros mismos. Porque en una época en la que ser un desalmado está de moda, tener escrúpulos es una excentricidad maravillosa.
No, no es legítimo derecho de defensa. No, no es una cruzada contra el terrorismo. Nada puede defender ya una operación orquestada para eliminar a todo un pueblo. Es imposible de justificar, aunque eso traten los genocidas y sus acólitos de aquí con indignantes declaraciones y acciones. Como la intención de otorgar la Medalla de Honor del Ayuntamiento de Madrid, la medalla de la que nos deberíamos enorgullecer todos los madrileños, nada menos que al Estado de Israel, en un ejemplo más de que la provocación y el odio es la estrategia de este gobierno.
Cualquiera que protesta ante esta insoportable realidad es tachado de antisemita y aliado de los terroristas. Como siempre, todo es empleado como arma política arrojadiza, con el objetivo de generar rivalidad y de enfrentar para recoger frutos en forma de votos. Pero no, esta vez, no. El que es capaz de apoyar el genocidio confeso y programado de todo un pueblo, con ya más de 60.0000 asesinados, siendo niños uno de cada tres muertos, no está defendiendo una corriente ideológica, sino que, enajenado por tanto odio vertido durante demasiado tiempo por los de siempre, ya no sabe distinguir entre el bien y el mal.
Si son capaces de insultar y denigrar a sus propios compatriotas arrojados a la muerte en las residencias durante la pandemia, ¿cómo no iban a manipular para sus propios intereses una tragedia ocurrida a miles de kilómetros?
Pero a pesar de todos los agravios que sufre nuestro barrio, de toda la campaña de difamación que sufrimos desde hace años, del abandono institucional, de la carencia de dotaciones y servicios… resulta que somos un refugio moral. Vallecas siempre responde ante las injusticias, propias y ajenas, en nuestro barrio o en cualquier parte del mundo. Es nuestro carácter, así ha sido y lo seguirá siendo siempre. Y como no podría ser de otro modo, Vallecas está con Palestina. Que rabien los desalmados.
Vallecas siempre responde ante las injusticias, propias y ajenas, en nuestro barrio o en cualquier parte del mundo. Es nuestro carácter, así ha sido y lo seguirá siendo siempre








