Por Pedro Lorenzo
Esta brillante comedia, considerada la obra maestra del autor irlandés, es un enredo divertido sobre las costumbres de doble fondo de la sociedad de la época. A los tres meses del estreno, con la obra aún en las salas, Oscar Wilde es denunciado por homosexualidad, lo que le llevaría a la cárcel, condenado por “grave indecencia”, a dos años de trabajos forzados, apagando así la luz de uno de los intelectuales más brillantes de la segunda mitad del siglo XIX. A partir de ahí, una ola de conservadurismo asola Europa y nace la prensa amarilla.
Una comedia siempre actual, un intrincado laberinto romántico en el que dos mujeres están enamoradas de un mismo “nombre”, Ernesto, inexistente. Habla del amor, de la identidad, de la libertad, de las falsas apariencias o de la hipocresía. Comedia dirigida por el dramaturgo, guionista y director de escena Ramón Paso, nieto de Alfonso Paso y bisnieto de Enrique Jardiel Poncela. Este prolífico académico dirigió, en su día, ‘El abanico de Lady Windermere’, también de Oscar Wilde, exquisito montaje que trajo al Lara con esta misma compañía. Y éste no le va a la zaga.
Un montaje moderno, colorista y divertido con esa crítica mordaz a una sociedad victoriana hipócrita y decimonónica. Tiene mucho ritmo y el elenco está más que convincente. Enredo fluido y delicioso que atrapa al público durante 100 minutos y éste le devuelve su satisfacción con su largo y agradecido aplauso. Recomendable.