Por Ignacio Marín (@ij_marin)
No será demasiado glamuroso, lo sé, pero es auténtico. La calle de Monte Olivetti, antes de morir en Puerto Canfranc, es empinada, una cuesta con la que empiezas a sudar por culpa del insistente calor del verano. Pero este año es distinto, al menos la mascarilla no se pega a la cara ni dificulta la respiración.
Monte Olivetti parece silenciosa, oscura, pero cuando llegas a Puerto Canfranc, sabes que hemos regresado. La calle vuelve a bullir de actividad, con los bares y comercios repletos, y en los oídos, la algarabía de la rutina, quizás uno de los sonidos más maravillosos de nuestro barrio.
El sol golpea los ladrillos de las casas centenarias, haciéndolos brillar como sangre recién derramada. La atmósfera se hace densa. Miles de aromas se entremezclan. Las exóticas frutas expuestas en las aceras, las especias que proceden de los pollos asados, los entresijos del Gregory. Es verano y quizá pudiéramos estar en muchos sitios mejores. Pero estamos aquí y ahora. Y no me arrepiento.
Porque la rutina tiene un encanto innegable. En especial cuando antes te la han arrebatado. O cuando se ha vivido con esa desagradable sensación artificial, cuando fue impostada.
Este año, la estamos saboreando de nuevo, tras recuperarla, aunque aún las heridas no se hayan cerrado del todo, aunque sepamos que quizá nada vuelva a ser exactamente lo mismo. Pero, ¿qué más da si nos hace felices?.
Porque insisto, el verano no será glamuroso, pero es auténtico en Vallecas. La ilusión resulta adictiva y en el barrio estamos enganchados estos días ante la idea de recuperar tantas actividades y fiestas. Hace tan solo un par de años era nuestro día a día y ahora nos parece un acontecimiento excepcional, como procedente de otra época, de otro mundo.
Recuperamos ya nuestro querido bulevar, con la celebración hace algunas semanas del acertado festival de la cerveza. Y en apenas unos días, la feria del libro, en la que tendré el placer de firmar mi novela ‘Edificio España’ de la mano de la librería Mashe, en la vallecanísima avenida de Monte Igueldo. Coincidirá con las fiestas de Puente de Vallecas y su Batalla Naval, cuya fama ya supera generosamente los límites del barrio. Y ya en septiembre, las fiestas de mi hogar, el Pueblo de Vallecas, que me generan esa ilusión tan característica por las cosas que sentimos nuestras.
Desde de tantos sinsabores, de frustraciones, de esfuerzos, de unos tiempos, en definitiva, tan complicados, nos merecemos disfrutar de estos días, de nuestro barrio, de nuestras calles, de lo que somos. De reivindicar y celebrar nuestro espíritu, ese tan auténtico y combativo que nos caracteriza. Nos lo hemos ganado. Nos lo merecemos. Que nada ni nadie nos lo arrebate esta vez. Feliz verano, vecinos.