La buena sociedad empieza en la relación de uno consigo mismo y continúa en la relación con los más próximos buscando el buen vivir para todos, sin excepción. Es la única salida a la actual situación de tránsito en este particular momento en la historia del ser humano.
No desaprovechemos el “ventanal de oportunidad” que estamos viviendo. Tomemos el toro por los cuernos y, ante el hecho de la caída de los valores de esta sociedad, de este sistema, apostemos por reemplazarlo de manera anónima, suave y silenciosa por esta nueva sensibilidad humanista, que ya se está expresando por todo el planeta.
Tenemos por delante la impostergable tarea de llevar adelante lo que de una u otra manera nos propusimos al empezar el año. Para ello es necesario mantener las prioridades y, si fuera el caso, hacer los ajustes necesarios e impostergables en algunos aspectos o ámbitos. Se puede empezar por precisar los objetivos hasta junio de este año en los dos o tres aspectos o ámbitos principales de la vida de cada uno.
Cuando todo se cae afuera, en la sociedad, en el sistema, solo queda reforzarse internamente, hacer crecer un “centro de gravedad” en uno mismo y eso pasa por construir con objetivos bien precisos en la dirección que uno decida. Una vez hecho esto, será imprescindible fortalecer las relaciones más queridas con la familia, con los amigos, con los compañeros, con los vecinos … Necesitamos “hacer cuerpo”, sentirnos unidos, apoyados, querer y ser queridos …
De esa manera, en los momentos de duda, indecisión, desánimo, flojera, etc., uno podrá recurrir a su interioridad, a ese “espacio interior” que ha ido labrando, y pedir con fuerza que vuelvan las mejores sensaciones, los anhelos más profundos, las vivencias más significativas y así poder sacar fuerzas para de nuevo ponerse en marcha. Y todo esto compartirlo con los más cercanos.
No es tan difícil. Solo requiere valorar la vida, la propia vida y dar un primer paso. Después de ese, vendrá un segundo, un tercero… Así es como se construyen las realidades. Así es como se puede amar la realidad que uno construye y como dice un buen amigo, Silo, “ama la realidad que construyes y ni aún la muerte detendrá tu vuelo”.