Por Pedro Lorenzo
Laila Ripoll vuelve al teatro social de la mano de Luisa Carnés, con su primera novela ‘Natacha’, tras haber montado, siendo directora del Fernán Gómez, la obra ‘Tea Rooms’, un éxito de la escritora de la generación del nuevo romanticismo, sobre las condiciones laborales, la miseria, la situación social, económica y personal de su entorno, la desigualdad y el abuso. Si en su segunda novela la historia transcurría en una pastelería del centro de Madrid, aquí es una sombrerería donde la autora en realidad entró a trabajar a la edad de 11 años para poder ayudar a su familia. Un trasunto como en ‘Tea Rooms’ lo era el personaje de Matilda. Una historia de penurias y miseria propia de los años 30 que Luisa Carnés plasma con precisión y realismo entre el teatro social y el folletín e influenciada por los escritores rusos Tolstoi y Dostoieski. Los personajes ya vienen marcados por ese fatal destino que les va a anclar en un espacio de donde difícilmente podrán salir. La primera jornada, como dice la autora, da cuenta de su relación tensa con su familia y la toma de conciencia social en su medio de trabajo. Ya avanzada la obra se vuelve más un melodrama sostenido en una moral conservadora y muy vinculada a la iglesia, que oprime y explota a la clase trabajadora, en particular a la mujer.
Una apasionada y soberbia Natalia Huarte, Natacha, muy creíble; su madre y Doña Ada (Pepa Pedroche), fenomenal. En general, todo el reparto. La escenografía de piedra y ceniza acerca el contexto social a esta tremenda y valiente historia. La iluminación de Paco Ariza y el vestuario de Almudena Rodríguez Huertas están muy conseguidos. Es un montaje para no perdérselo. Puro teatro en la Sala Margarita Xirgú que nos acerca una época dura y convulsa de tantas como se han simultaneado en España a lo largo de su historia.