Por alumnos de 4º A y 4º B del IES Madrid Sur
Las vacaciones escolares navideñas y el temporal Filomena han supuesto un paréntesis en el proyecto Semillas. Sin embargo, la nevada ha servido para que no olvidemos que formamos parte de la sociedad. En Madrid empezó a nevar fuerte el viernes 8 de enero por la tarde y ya no paró hasta la tarde del sábado 9. El domingo 10 por la mañana unos vecinos cortamos la calle con coches y uno de nosotros estuvo quitando nieve de la azotea en la parroquia del Buen Pastor, al lado del instituto, tirando cubos a la acera, sin transeúntes, para evitar que la nieve se convirtiera en hielo y dañara la estructura de la iglesia. Ese mismo día, por la tarde, quitando nieve de la acera, una señora mayor con problemas de vista le preguntó a uno de nosotros si podía ayudarle a cruzar el paso de cebra y este compañero le cogió del brazo hasta llegar sana y salva a la otra acera.
Varios de nosotros hemos ido a hacer la compra a otras personas que podían tener dificultades para hacerlo. En algunos casos, el supermercado estaba cerrado porque los trabajadores no habían podido acercarse a su lugar de trabajo; en otros, los supermercados estaban desabastecidos de productos frescos. Así que fuimos a comprar lo que había (productos en conserva y la poca fruta que quedaba), o ir a otros establecimientos (tuvimos que hacer cola de más de una hora para comprar pan en la panadería); en bazares de alimentación adquirimos algo de fruta, verdura y leche… En uno de los casos, a un abuelo le llevamos comida que teníamos en casa y lo poco que pudimos comprar fuera.
Ayuda en la compra
Los destinatarios de estas compras han sido, sobre todo, nuestros abuelos o algún vecino. Hemos tenido que ir a sus casas caminando con cuidado sobre la nieve o el hielo, ya que los autobuses no funcionaban. En un caso, compramos medicamentos a un vecino mayor de la escalera que tenía problemas de asma. Otros hemos empujado coches que se habían quedado encallados. Varios vecinos colaboraron en levantar árboles que se habían caído sobre la acera o sobre el asfalto, impidiendo el paso de transeúntes y vehículos, cuando se produjera el deshielo. Otros estaban amontonando bolsas de basura para que no molestaran y facilitar la tarea a los empleados del ayuntamiento cuando vinieran, ya que la recogida se suspendió varios días. Uno de nuestros padres, que es jardinero, tenía palas y sal para repartir entre la gente y así poder despejar la acera. Uno de nosotros estuvo quitando el hielo de la acera con una pala, un rastrillo y una azada, material que teníamos porque pertenece al jardín comunitario. Varios también hemos puesto alpiste en las ventanas para que se alimentaran los pájaros, ya que la nevada ha afectado no solo a las personas sino también a los animales. Una madre ofreció un chocolate caliente a un conductor de VTC, cuyo coche se quedó atrapado en una rotonda.
No solo hemos ayudado a otras personas, sino que algunos también hemos sido ayudados. Al abuelo de uno de nosotros, unos agentes de policía le ayudaron a cruzar la acera. Se lo agradecimos con un café caliente.
Efectos a nivel laboral y doméstico
La nevada ha afectado a nuestras familias a nivel laboral y doméstico. El padre de uno de nosotros se vio perjudicado por la nevada, porque se le heló la batería y el coche era su medio de transporte para ir al trabajo, cerca de Goya. Tuvo que ir andando un buen tramo por la nieve hasta acceder al Metro. Otro de nuestros progenitores madrugó mucho más que de costumbre porque antes iba en coche o andando al trabajo y con la nieve y el hielo tardaba más. Otro de nuestros padres es conductor de la EMT y estuvo unos días sin poder trabajar, aunque al menos el día de la nevada libraba y no se quedó atascado, como les ocurrió a muchos de sus compañeros. Otro es albañil y, aunque pudo llegar con retraso al puesto de trabajo, ahí le dijeron que no podían ir a ninguna obra por el temporal. Otro trabaja en un taller como pintor de coches y tampoco tenía coches para pintar.
En nuestras casas, lo hemos notado sobre todo en los suministros: en uno de nuestros hogares, la caldera de la comunidad se estropeó y estuvimos varios días sin agua caliente. Una de nosotros estuvo dos días sin luz (el viernes y el sábado de la nevada). En otro edificio estuvimos tres o cuatro días sin agua porque se habían congelado las tuberías; no teníamos calefacción ni agua caliente. A una de nosotras la nevada le pilló en Toledo y estuvo sin poder venir a Madrid. Uno de nuestros padres es camionero y le sorprendió la nevada en Asturias y tardó unos días en poder regresar, cuando las carreteras estuvieron despejadas.
Sentimientos encontrados
A nivel académico, tenemos sentimientos encontrados: Por un lado, ha sido bueno porque nos hemos incorporado más tarde al instituto y eso a los alumnos nos suele gustar, porque sentimos que se alargan nuestras vacaciones. Pero realmente no eran vacaciones, era educación telemática, igual que en marzo. Así que, por otra parte, ha sido malo porque había vídeos de alguna asignatura que no entendíamos (no es lo mismo que nos lo explique el profesor), en otras asignaturas hemos hecho clases online… Si reflexionamos, nos parece peor porque con la educación a distancia no tenemos un horario fijo, al no desplazarnos al instituto, y nos solemos levantar más tarde o nos quedamos medio dormidos delante del ordenador. Aunque esta dificultad de no dar las clases completamente presenciales no la hemos tenido solo durante los primeros días de enero (ya que todo este curso se ha planteado, a partir de 3º de ESO, semipresencial). El haber estado 10 días con educación online nos ha hecho darnos cuenta de la importancia de ir a clase.
Ya el curso pasado lo sufrimos a partir de marzo y a algunos nos costó seguir las explicaciones y hacer las tareas sin el profesor delante. La vuelta en septiembre, después del confinamiento y el verano, nos resultó muy extraña. Estábamos solo la mitad de la clase, porque la otra mitad estaba en casa; teníamos que llevar mascarilla (y a los alumnos nuevos y a algunos profes no les hemos visto la cara entera); debíamos de estar pendientes de echarnos gel, de desplazarnos de un edificio a otro por el exterior y en clase con las ventanas siempre abiertas (así que en el aula con el abrigo cuando llegó el frío).