ROBERTO BLANCO TOMÁS.
Naturbana es una asociación de Chamartín interesada en temas medioambientales, educativos y sociales. Sus integrantes están convencidos de la importancia de realizar actividades de proximidad, una de las cuales traemos hoy a estas páginas. Se trata del proyecto Salvalibros, que persigue “recuperar libros de segunda mano para su recirculación a través de campañas de promoción de la lectura enfocadas a distintos grupos sociales”, explica Eduardo, uno de sus miembros.
Una de las acciones más destacadas de este proyecto es la colocación de bibliotecas infantiles en centros de salud, iniciativa que acaban de “exportar” a nuestro barrio, donde tienen su almacén. “Comenzamos colocando un par de estas bibliotecas en centros de Chamartín, y ahora hemos puesto una en el centro de salud Martínez de la Riva, en Vallecas, y próximamente colocaremos otra en el Vicente Soldevilla, también aquí”. Eduardo nos explica los motivos de esta iniciativa: “Las bibliotecas infantiles tienen como objetivo hacer más agradable la visita de los niños a los centros de salud, que siempre es estresante. En general producen un efecto de tranquilidad que repercute en todo el centro”. Cierto, y además el éxito alcanza extremos sorprendentes: “en algunos lugares donde se encuentran ya desde hace tiempo, se ve a los niños bajar la escalera corriendo e ir directamente a la biblioteca para ver qué hay de nuevo”, nos cuenta encantado.
Todo empezó en el punto limpio de Charmartín. “Allí mucha gente acudía con libros, y cuando preguntaban qué hacer con ellos les indicaban el contenedor para ser destruidos y obtener pasta de papel. Frente a esto, muchos usuarios volvían a cargarlos en el coche, porque un libro en buen estado no merece ser destruido: la cultura no es basura. Entonces nuestra asociación se dirigió a la Junta del Distrito y solicitó permiso para recogerlos, les pareció una idea excelente, nos autorizaron y comenzamos a hacerlo”. Pronto las monitoras del punto limpio se ofrecieron a guardar esos libros en la caseta, colocarlos en cajas y clasificarlos para facilitar la tarea. Así vemos como el proyecto va implicando a más personas por el camino, uno de sus rasgos característicos: en todas sus etapas busca la participación de la gente, lo que ha conseguido crear toda una red. “Al principio se recogían más o menos 150 libros a la semana —rememora Eduardo—. En estos momentos estamos recogiendo en el punto limpio entre 1.500 y 2.000 libros al mes, la mayoría de ellos con menos de 20 años de antigüedad, lo que no se ajusta para nada a la imagen tradicional de segunda mano. Todo lo contrario: no verías una diferencia entre los de una librería comercial y los que nosotros traemos. No pocos están todavía retractilados. Y nos llegan incluso colecciones completas”.
Eduardo nos explica el proceso de colocar una biblioteca: “Habitualmente consiste en visitar el centro de salud, ver si existe pediatría, si existe un espacio para la biblioteca, y si es así hablamos con el personal administrativo y con la dirección, contando cómo es esta actividad y cuáles son las condiciones que tienen que conseguirse para que la biblioteca pueda ser gratuita y autogestionada. Para ello tiene que haber una colaboración del propio personal del centro y un consenso entre ellos. Por ahora, todas las bibliotecas que implantamos siguiendo estos criterios funcionan: en algunos casos precisan de más apoyo, y otras ni siquiera necesitan que agreguemos nuevos libros, porque son los propios familiares de los niños los que la están enriqueciendo”.
Siendo como es una experiencia abierta, los miembros de la asociación son totalmente receptivos a las ideas del personal de los centros y de los usuarios. Así, ya han desarrollado esta iniciativa para otros grupos de población. Como ejemplo, han creado ya una biblioteca para futuros padres y madres con libros sobre embarazo, parto, lactancia y crianza, campo en el que los usuarios afectados “tienen montones de preguntas, mucho más que en otro tipo de situaciones. Entonces montamos una biblioteca en régimen de préstamo”. Otros grupos que se han visto beneficiados con variantes de la iniciativa han sido adolescentes en situación de exclusión o usuarios de centros de mayores. Y por último, un ejemplo en el barrio: Naturbana aparta libros de autoras femeninas y temáticas de género para un grupo de Vallecas que trabaja estos temas. “Tratamos de atender ciertas necesidades específicas de grupos concretos, porque sabemos que así esos libros serán inmediatamente utilizados”, resume Eduardo.
Nuestro interlocutor nos comenta que se están acercando voluntarios que quieren hacer lo mismo en el centro de salud de sus distritos, y van a recibir un curso de formación para que cada uno de ellos pueda gestionar todo el proceso y funcionar así de forma autónoma. ¿Llegaremos a ver una biblioteca autogestionada y gratuita en cada centro de salud? Brindo por ello…
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