Océanos de indiferencia

Por Ignacio Marín (@ij_marin)

El Centro de Salud de Villa de Vallecas tiene diezmados sus recursos materiales y humanos, ya no tiene urgencias y amenaza con cerrar por las tardes. Pero, oye, en la acera de enfrente hay unos bares fenomenales. De hecho, toda, toda esa acera de la calle de Fuentidueña está repleta de estos negocios. Con terraza cubierta todo el año, cerveza bien tirada, aperitivos generosos y a buenos precios.

El Hospital Virgen de la Torre se cae, literalmente, a pedazos. Las tormentas de la primavera pasada calaron, no sé cómo, y se llevaron los falsos techos como si fuesen papel de fumar. Sin embargo, no hay mejor manera de pasar los 36 meses que te han puesto en lista de espera para operarte que en la terraza del Franva, que está justo detrás. Raciones tiradas de precio, una terraza enorme, trato agradable.

Aún, a día de hoy, no entiendo cómo se enfangó el debate hasta el punto de que la disyuntiva era ir a los bares o mantener la sanidad pública. Cómo se enfangó para que nos vendieran que ambas cosas eran antagónicas. Ni cómo tuvimos las tragaderas de terminar creyéndonos que ser libres es navegar en un océano de indiferencia.

Pero no hay peor engaño que engañarse a sí mismo. Nadie debería sorprenderse por un plan de privatización que estaba puesto en marcha ya antes del 4M e incluso de la aparición del virus. La pandemia no ha hecho más que acelerar el proceso de destrucción de los servicios públicos.

En plena sexta ola, los presupuestos recientemente aprobados en la Asamblea perpetran un nuevo recorte a la Sanidad. Una estrategia que se materializa cada día con los centros de salud saturados, colas en urgencias, colas hasta para hacerse un test de antígenos. Y colas en el INEM, que es donde han puesto a muchos sanitarios cuando más falta hacían. Muchos en el paro y todos con la cara pintada tras acusarles del enésimo colapso de la Atención Primaria. Se conoce que en Madrid hay bares de sobra, pero falta vergüenza.

Al menos quedan las asociaciones y organizaciones que tratan de, con pocos recursos y mucho esfuerzo, salvar algo de la quema. La última iniciativa es la Plataforma por la Sanidad Pública de Villa de Vallecas, creada por colectivos como la Asociación Vecinal PAU Ensanche de Vallecas o el núcleo del PCE en el distrito.

Leer sus reivindicaciones es un doloroso recorrido por todo lo que hemos perdido en este barrio en términos de asistencia sanitaria. Son un grito que ensordece por su innegable legitimidad, por su acuciante justicia. La vuelta de la atención presencial y de las urgencias, la dotación adecuada de los tres exiguos centros de atención primaria o la creación de un centro de especialidades. Reivindicaciones para, recordemos, un distrito de 108.000 habitantes.

Mientras el debate político sigue a la deriva, los dirigentes ni comparecen, los propios sanitarios son insultados y cualquier reivindicación es tachada como radical, nuestros barrios languidecen, se ahogan, mueren. Lo hacen entre océanos de indiferencia, entre océanos de desazón y desesperanza. Sin embargo, confiamos en que esta travesía termine pronto. Porque somos muchos los que nos empeñamos en secar esos océanos.

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