Por profesionales del Centro de Salud Rafael Alberti
De un tiempo a esta parte, se viene hablando de los problemas de salud mental que ha generado la pandemia por la Covid. Habrás visto en prensa que han aumentado de forma importante las demandas de atención, que los servicios de Salud Mental están sobrepasados, e incluso se pronostica una “última ola” por el esperado incremento de trastornos mentales, que llegará, aunque amaine la Covid y sus secuelas.
Seguramente a lo largo de estos últimos dos años hayas experimentado, o estés experimentando, cansancio, decaimiento, tristeza, dificultades para dormir, irritabilidad, angustia, o falta de ilusión, incluso por aquellas cosas que antes te motivaban. Es posible que te hayas planteado ir al médico o al psicólogo, o que alguna persona cercana te lo haya sugerido.
Has tenido que aprender a vivir con el miedo al contagio, a gestionar la incertidumbre de si cursará de forma leve o grave. Te confinaron, y aprendiste nuevas recetas o te inventaste 1.000 juegos para entretener a tus hijos. Contrajiste la Covid en Navidad y te comiste las uvas sin salir de la habitación. Hemos transformado nuestras rutinas para proteger y cuidar a nuestros seres queridos más vulnerables, aun a costa de limitar los encuentros y privarnos del calor de sus abrazos. Aun así, muchos han enfermado y hemos vivido con preocupación su evolución, con la angustia añadida de no poder acompañarlos. En muchos casos, demasiados, nos ha tocado experimentar el dolor por su pérdida.
Sin duda, la pandemia nos lo ha puesto difícil en muchos sentidos. Ha puesto a prueba nuestras fuerzas, nuestra creatividad y nuestros recursos. Ha cambiado nuestras vidas y ha supuesto un enorme esfuerzo de adaptación. Pero la capacidad para adaptarnos no es ilimitada, y las dificultades en la vida, cuando se mantienen en el tiempo, nos hacen daño y afectan a nuestra salud. Son ya dos años de Covid y eso es mucho tiempo.
Por otra parte, sabemos que nuestra salud, en este caso nuestra salud mental, está fuertemente influida por nuestras condiciones sociales. Muchos vecinos y vecinas de Vallecas sufren insuficiencia de ingresos, paro o precariedad laboral, dificultad de acceso a la vivienda y las medidas de protección social para cubrir sus necesidades básicas son claramente insuficientes. La pandemia ha impactado más en las familias que padecen peores condiciones sociales. No es lo mismo poder aislarte que tener que compartir la habitación; teletrabajar en una casa espaciosa que tener que coger el trasporte público para trabajar en la limpieza; poder comprar mascarillas y test que no tener dinero para hacerlo; poder mantener una dieta saludable que comer pizza durante meses; dar las clases online a través de un ordenador que hacerlo con un móvil (si es que pudiste recargar la tarjeta); y tener luz que vivir sin luz como en la Cañada.
Ha sido necesario contar con la solidaridad del barrio y han surgido multitud de iniciativas para prestarnos apoyo. Has salido al balcón para animar a los sanitarios, has subido la compra a la vecina o has bajado a la farmacia por una medicina, has cuidado de los hijos e hijas de otra familia y has colaborado con la red de solidaridad que se ha ido tejiendo, como Somos Tribu VK, La Villana y tantos otros. Eso también es salud.
Para poder afrontar mejor las dificultades, para amortiguar el daño ocasionado por esta crisis sanitaria y social, hubieras necesitado más apoyo. Te hubiera gustado tener la certeza de que los políticos dejaban a un lado sus diferencias para trabajar juntos. Habrías necesitado que las herramientas de protección social como los ERTE o el Ingreso Mínimo Vital hubieran funcionado mejor y llegado a más personas, que los Servicios Sociales hubiesen cubierto las necesidades básicas y apoyado a los espacios vecinales que prestaban ayuda (en lugar de cerrarlos), que los centros sanitarios hubiésemos estado más accesibles, con suficientes recursos para seguir cuidando de tu salud, y la de todas las personas del barrio, sin excluir a nadie. Por desgracia (en muchos casos por falta de voluntad), esto no ha sido así y ha hecho que te sientas más vulnerable, como quien vive a la intemperie, donde cada problema de la vida diaria se hace gigante.
Tal vez hayas escuchado discursos que apelen a la heroicidad para enfrentarnos a las dificultades, o te hayan pedido en el trabajo que des el 120% o el 200%, porque “corren malos tiempos”, porque “toca arrimar el hombro”. No podemos ir más allá de nuestras capacidades. Intentar forzar los propios límites sólo puede dañar nuestra salud física y mental. Y aún tiene menos sentido ahora, que tenemos el cuerpo y el ánimo desgastados por el esfuerzo que nos supone afrontar cada día la pandemia. Los héroes que salen en el cine sufren golpes, heridas, se les cae un edificio encima, y en la siguiente escena lucen limpios y sanos. A nosotros no nos pasa, nos duelen los golpes y necesitamos tiempo para cicatrizar las heridas.
La factura de la crisis
Por eso, sería más bien tiempo de asumir que esta crisis nos está pasando factura, de ser flexibles con las exigencias (las propias y las ajenas), de aceptar los límites, de cuidarnos. De buscar espacios para encontrarnos, para prestarnos apoyo, para preguntarnos cómo lo estamos llevando, escuchar y poner palabras a lo que sentimos. De otro modo, corremos el riesgo de rompernos.
Nos gustaría que supieras que, para cuidar de toda tu salud, también de la mental, estamos todos los que trabajamos en el centro de salud, así como los excelentes profesionales de los centros de salud mental. Porque a much as personas se le está haciendo cuesta arriba, y algunas pueden llegar a experimentar síntomas de ansiedad o de depresión, o verse desbordadas por el dolor de la pérdida de un ser querido. Nosotros tampoco somos héroes (ni queremos serlo), también nos duelen estos dos años de pandemia. Estamos cansados y magullados, pero tenemos la puerta abierta. Si crees que lo necesitas, si sientes que estás a punto de romperte o que ya lo hiciste, si crees que te podemos ayudar, ven. Y juntos, juntas, intentaremos encontrar el camino de regreso que olvidamos y, al menos, si tardamos en hacerlo, ese camino lo haremos contigo.