No veo ningún pobre por aquí abajo

Por Ignacio Marín (@ij_marin)

Dicen que cuando el cosmonauta soviético Yuri Gagarin hizo el primer viaje orbital de la Humanidad en 1961, se asomó a la ventana del Vostok 1 y dijo aquello de “no veo a ningún dios aquí arriba”. Una frase sarcástica, elegida con toda la intención para criticar el oscurantismo y el atraso que generó la religión en la Rusia zarista.

Hace algunas semanas, Enrique Ossorio, consejero de Educación y portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid, fue preguntado en rueda de prensa sobre un informe de la Fundación Foessa, vinculada a Cáritas, poco sospechosa, creo, de ejercer una férrea oposición a la derecha de nuestro país. El informe de marras, que más tarde trataré de analizar, alerta de que la pandemia, como cualquier crisis, afectó a los que siempre afectan y enriqueció a los siempre enriquecen las crisis, hasta el punto de que hoy, ya hay un millón y medio de pobres, y ya hay un millón y medio de personas en situación de exclusión social.

Enrique Ossorio se ofendió ante la pregunta. Tanto, que hizo una puesta en escena ridícula, preguntándose por esos pobres, buscándolos por la sala, como si un millón y medio cupiese en ese lugar. Se mofaba, en definitiva, de una realidad que existe y no quiere ver, o que existe y odia, porque no le resulta rentable para sus cálculos electorales. Demuestra, no solo una desconexión total con respecto a la realidad, sino una falta de respeto hacia ella. Ossorio lo demostró, y Ayuso también, cuando se subió a esa grotesca caravana de la aporofobia y atacó a la izquierda por un informe de Cáritas. El esperpento a veces supera lo imaginable.

La puesta en escena de Yuri Gagarin, su frase, quizá tuviera el mismo objetivo de repudiar a lo que odiaba, pero al menos el cosmonauta salió al espacio para comprobar si había algún dios. A Ossorio solo le hace falta conducir su monovolumen y venir a estos barrios a hablar con la gente. Si no los encuentra, ya podría decir con rigor “no veo a ningún pobre por aquí abajo”.

Y ya, volviendo a lo que realmente nos incumbe, el informe de la bolchevique Cáritas señala que, de nuevo, crece la desigualdad en nuestras calles. Desde que comenzó la pandemia, los más pobres han visto reducidas sus rentas un 22%, mientras que las más altas se han incrementado un 18%. Parece que, como en todas las crisis, insisto, alguien ha sacado tajada del sufrimiento de los demás o de una situación de sufrimiento, ya sea vendiendo al mejor postor los servicios públicos o haciendo negocios con la familia con los recursos de todos.

Precisamente el informe denuncia que los servicios públicos son fundamentales para evitar esa exclusión social. Sin esa red de protección, la gente que menos tiene, menos va a tener, y terminará siendo expulsada del sistema. Algo tan fundamental como garantizar la igualdad de oportunidades está continuamente en juego. Está continuamente en peligro. Aunque Ossorio no lo vea desde su despacho.

 

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