Por Profesionales del Grupo de Comunitaria del CS Rafael Alberti
A Manuel le duele la rodilla desde hace ya mucho tiempo. Con sus 74 años esa rodilla ha subido muchas escaleras, se ha subido a muchos andamios y ha arrastrado muchas carretillas en la obra. Su médica de familia le ha dado muchos medicamentos para eso, le ha mandado al fisioterapeuta del centro, que le vio tres meses después de que le mandaran y que le dio unas cinco sesiones con unas máquinas que, aunque le quitaron un poco el dolor, no sirvieron a la larga de mucho. Al final le pidieron una radiografía y se vio que tenía mucha artrosis. Los últimos meses ya casi no puede bajar las escaleras por el dolor y su doctora decidió derivarle a Traumatología. Le han dado cita para dentro de ocho meses. No sabe qué hacer. Aguantará porque no le queda otra, pero si pudiera…
A Rosa también le han pedido unas pruebas, una colonoscopia, porque, después de pedirle unos análisis, una ecografía, para la que también esperó unos meses, y múltiples visitas a su médico y a Urgencias del hospital, no le han encontrado una explicación a la diarrea que tiene. Le han llamado hoy para darle la cita. También le han dado para dentro de ocho meses. Se plantea si ir a Urgencias de nuevo o irse a un privado.
A Amparo le han pedido una ecografía por un dolor lumbar que tiene, que le dijeron en la urgencia que podría ser “arenilla” en el riñón. En el mostrador le han dado cita para dentro de seis meses y medio. Amparo se desespera, pero qué le va a hacer, así están las cosas…
Pedro lleva días tratando de pedir cita con su médica de familia, pero no le cogen el teléfono y al ir al mostrador le dan para dentro de 7 días. Pedro sabe que no es porque su médica no trabaje, al contrario, porque tiene mucho, pero sabe que no es justo. Sale del centro pensando en esto, negando con la cabeza.
Ejemplos del día a día
Estos ejemplos están sacados del día a día de las consultas de los centros de salud del barrio. Pacientes maltratados por el sistema, zarandeados por una institución que debería protegerlos y cuidarlos, acogerlos, en definitiva, y que parece que lo que pretende es expulsarles de este sistema público, que construyeron con su esfuerzo y sus impuestos, hacia uno privado, en el que no tienen cabida todos los vecinos del barrio. Pacientes a los que derivamos y damos citas muchos meses después, sin saber si tendrá sentido que los vean entonces o sus patologías ya habrán pasado a otro punto, tal vez irreversible. Pruebas diagnósticas que pierden todo el sentido si se hacen tan lejanas en el tiempo. Igual que nuestras propias citas en los centros de salud, a días o semanas desde que se intentan pedir.
Y la normalización de todo esto. Que me han dado cita para seis meses, “es que el sistema está fatal, es que no hay derecho, pero es lo que hay”. Que no hay cita en 10 días con mi pediatra, “es que no hay suficientes, qué le vamos a hacer, ya me haré un seguro privado, lo que sea por la niña, aunque me lo quite de comer”. Que la cita en servicios sociales es dentro de tres semanas y la ayuda no me llega o necesito ampliar cuanto antes la ley de dependencia, “pues todavía tengo suerte porque en otras zonas he oído que están dando para más de un mes y al menos la de aquí es una señora bien maja…” Tanto llevamos viviendo estas situaciones, tanto se ha reiterado el mensaje por parte del gobierno de la Comunidad de Madrid de que no hay médicos, de que no hay dinero para sanidad… que, al final, lo que hemos conseguido es que nos parezcan normales estas cosas, que justifiquemos lo injustificable, que tengamos callo en lo que debería ser una herida abierta que nos doliera día a día.
Largos meses de espera
Porque esto no es normal. Porque no es normal esperar meses a la cita con el especialista hospitalario ni que para hacerte una ecografía antes de cuatro o cinco meses tengas que ser derivado a un centro privado; porque no es normal que cada vez quedemos menos profesionales en Atención Primaria por las condiciones en las que trabajamos; y porque no es normal que esperes entre seis y siete meses para ir a la psicóloga del centro de salud mental y luego solo te pueda ver una vez cada tres meses porque la agenda no le da para verte más.
No es normal y así debemos entenderlo, ciudadanía y profesionales sanitarios, como algo que se desvía del camino que decidimos emprender como sociedad al intentar tener una sanidad pública y de calidad, accesible a todos y todas y que diera unos servicios que cuidaran de la salud de toda la población, ya fuera en Vallecas, en Parla o en Orcasitas o en el barrio de Salamanca o Chamberí.
Parte de los y las profesionales que estamos trabajando en sanidad intentamos revertir estas situaciones de manera personal, en Primaria y en hospital: citándonos pacientes forzados, creando huecos donde no los hay, asumiendo tareas que no nos son propias, tirando de voluntad y, en no pocos casos, de la propia salud. Porque la institución como tal parece no tener respuesta a los problemas de la ciudadanía, o no hace mucho por tratar de resolverlos, si no es con medidas que aumentan aún más el desgaste del sistema público como es la derivación a centros privados para reducir listas de espera.
Mientras, nosotros y nosotras desde las consultas, desde los mostradores de administración, observamos cómo Manuel, Rosa, Amparo y Pedro se vuelven insignificantes ante la institución, apenas meras peticiones de cita dentro de muchos meses, y no personas de verdad, que arrastran problemas de salud que parece no importar en lejanos despachos de la Puerta del Sol.
Levantar la voz
Por eso es importante que no nos parezca normal, que levantemos la voz y que, cuando no estemos contentos con estas citas tan lejanas que parecen perderse en la noche de los tiempos, hagamos algo tan sencillo y tan revolucionario como solicitar una hoja de reclamaciones y poner por escrito nuestra queja. Sabemos que no todo el mundo podrá, que no todos sabremos rellenarla, pero si puedes, hazlo. Reclama. Pues así nos ayudas a que se escuche que no estás de acuerdo con esto, que no es normal, que el barrio se merece algo mejor de lo que recibe. Que sepamos que aún queda la esperanza de que, aunque solo sea a través de nuestra queja, podemos cambiar algo.