Por Jesús López, Mesa de la Cultura de Villa de Vallecas
Durante estos últimos meses, hemos estado escuchando a algunas de las recién investidas presidentas autonómicas hablar de la libertad como principal emblema de su acción de Gobierno. Evidentemente, ante este término con un significado tan amplio, solo nos cabe preguntar qué se entiende para ciertos sectores de la sociedad sobre las diferentes acepciones de esta palabra tan desacreditada. Del mismo modo, en un sentido inverso, se puede preguntar qué sentido tiene para nosotros dicho vocablo.
Permítasenos poner un ejemplo sacado de la experiencia cotidiana en una de las acciones que se vienen realizando desde la Mesa de Cultura de Villa de Vallecas en la Ofrenda a Federico García Lorca, con motivo de la conmemoración de su asesinato a manos de la barbarie totalitaria que asoló España y Europa durante gran parte del siglo XX. Tal ofrenda ya ha alcanzado su cuarta edición el pasado 18 de agosto, en el paseo con su mismo nombre, al pie de su monumento, actualmente restaurado gracias a los presupuestos participativos.
El concepto de libertad, en este caso, se obtiene gracias a la noción de “micro abierto”, donde la participación vecinal se hace efectiva, aun a riesgo de una posible interpretación partidista de una figura sensible de ser politizada por ser abanderada de un bando determinado, como también les ocurre, entre otros, a Rafael Alberti o a Miguel Hernández.
Por este motivo, se pueden acabar creando sutiles suspicacias a causa de los indudables sesgos incómodos (léase al efecto el incontable número de desaparecidos todavía en las innumerables fosas comunes) que recuerdan un acontecimiento proclive al olvido y, por tanto, necesario para mantenerse en la memoria. Es en la esencia de este inconveniente, posiblemente molesto para muchos, donde radica nuestra idea de libertad.
Frente a otros homenajes, que ofertan un programa cerrado a la aportación del público, la Mesa de Villa Vallecas se caracteriza por abrir el evento a la vecindad, a pesar del miedo reinante en algunos perfiles más conservadores que opinan en contra de esta libertad de expresión, al pensar que el micro puede terminar, finalmente, en cualquier desalmado propenso al exabrupto. Nuestra apuesta es la confianza en nuestros iguales, amantes de la poesía en todas las franjas de edad. En esta última edición, casi una veintena de recitantes tomó el micro para recordar a Lorca. Baste señalar desde el preadolescente Iker hasta el septuagenario Juan Ignacio.
Bien es cierto que dentro de esta espontaneidad regulada, puesto que antes de salir al micro los participantes tuvieron que dirigirse a la organización de la ofrenda, -exclusiva de la Mesa de la Villa de Vallecas-, el acto contó con una serie de colaboradores con un puesta en escena más elaborada, pero, siempre, desde una actitud desinteresada, cuyo único beneficio reside en impulsar los pilares fundamentales del distrito, como son la Semana Cultural, el Paseo Homenaje a la Poética de Vallecas y la ofrenda a Federico García Lorca.
Por lo tanto, fue una satisfacción haber contado con la generosidad de María Sanz, soberbia en su dramatización de un fragmento de ‘Doña Rosita la soltera’, de Maribel Alonso y Débora Pol, por su puesta en escena de una creación propia titulada ‘Ensoñación lorquiana’, a Luis Farnox, que cantó su famoso poema ‘Fantasma de Lorca’ y tarareó ‘Anda jaleo’ en una interpretación coral, que sirvió de apoteosis previa al encendido de velas alrededor del monumento. Por supuesto que no nos podemos olvidar de la adaptación esencial de ‘Así que pasen cinco años’, gracias al trabajo llevado a cabo por el club de Poesía ViVa, pero hay que seguir insistiendo en el valioso ejercicio de emancipación perpetrado por un vecindario complaciente con el vuelo de la palabra en libertad de Lorca.