Por Luis Carlos Ríos
Cruzar el umbral de la casa de Luis Pastor es adentrarse en un entorno con vida propia. El estrecho pasillo que nos conduce al patio está lleno de flores, esculturas y pinturas. En el porche de la casa en la que vive hay un sillón hecho con tela de jean reciclada y pinceladas de colores republicanos. En el patio, una estructura levantada a mano por él y sus hijos. Dos huertos prestos a dar fruto. La tierra parece palpitar al ritmo del hombre que la pisa. Dentro de su hogar hay cientos, miles de libros, de Baudelaire, César Vallejo, Luis Cernuda, las obras completas de Neruda… Un puño en alto tallado en madera se yergue como símbolo del combatiente atemporal. Melenudo y perspicaz, nos recibe con los brazos abiertos y empieza a hablar sin necesidad de hacer preguntas.
Este es Luis Pastor (Berzocana, 1952), cantautor extremeño de origen y vallecano de corazón. Su último disco, ‘Extremadura Fado’ (Flor de Jara Música, 2022) es un compendio de canciones muy especial. Como él mismo lo define, es un canto a su tierra y al amor, fruto de un arrebato de pasión desenfrenada. Escrito y musicado en 21 días, asegura haber “pellizcado el alma al extremeño”. Un trabajo donde, entre ‘Cáceres y Badajoz’ asoma la ‘Ausencia’, un ‘Instante feliz’ y muchas, muchas ‘Cartas de amor’. El pasado 13 de mayo Vallecas VA charló con él sobre su labor de cantautor, su vida en el Vallecas de la Transición y lo que significa Dios y la música desde sus ojos de poeta.
Luis Pastor: Recuerdo a mi padre cantando toda la vida, tarareando en cualquier faena de su vida. Y mi madre también, mientras estaba en casa. Y cuando trabajábamos de botones me mandaban: “¡calla, calla!”. Cogíamos el trolebús, el 54, que el día que había mucha cola en Sandi, salíamos corriendo y pegábamos una carrera hasta Portazgo. Eran las siete y media de la mañana y llegábamos tarde, muchachos de 14 años, imagínate… Todo lo que somos se lo debemos a nuestra adolescencia en Vallecas, con la toma de conciencia como trabajadores, con el orgullo de pertenecer a la clase obrera, con nuestras charlas, las asociaciones, los curas obreros, las asociaciones de vecinos… Esa ha sido nuestra escuela, nuestra universidad y humanamente todo lo que yo soy se lo debo a esos años de nuestra juventud, de Vallecas.
Vallecas VA: Como anécdota emblemática, recuerda la polémica en torno al programa de Televisión Española ‘Yo canto’, emitido en 1977, que cancelaron abruptamente por órdenes del sector más franquista de la administración.
Luis Pastor: Ese año, el 77, fue el año más represivo para todos los cantautores. Nos perseguían, encarcelaban… … Encarcelaron a Elisa Serna tres meses en Valencia, yo estaba cantando en un instituto en Logroño y a los 10 minutos entraron los grises a porrazo limpio. Me detuvieron hasta las 5 de la madrugada y 50 000 pesetas de multa… Fue el año más duro. Cuando iban a llegar las primeras elecciones, nos ofrecen a todos los cantautores peligrosos, a veintitantos, un programa con mucho dinero, no para cobrar nosotros, sino con muchos medios para hacerlo (…) Nos ofrecen un programa sin censura, tres cuartos de hora (…). Me preguntan qué es lo que quiero hacer. Soy yo el que decido. Quiero contar la vida de mi barrio a través de mis canciones, pero contar qué es Vallecas, qué ha sido, cómo se hizo, quiénes somos nosotros, de dónde vinimos (…) Se llamaban ‘Yo canto’ los programas. Hay grabaciones en un meeting, en un campo de fútbol en Usera con Tierno (Galván). Y ahí se monta el follón en el programa luego, en la tele, porque había una bandera republicana enorme tapando la parte de abajo del escenario. Yo estoy cantando ‘Por tu cuerpo’, una canción de amor preciosa de Octavio Paz y los fachas bueno… Se cogieron un rebote.
El caso es que mi programa se puso el tercero. Pasaron las elecciones, gana Suárez, llega ese invierno y empiezan a poner ‘Yo canto’ en la franja horaria de más audiencia, después del ‘Un, dos, tres’, sin anuncios. Sale el mío el tercero y, al día siguiente, el país incendiado. ‘El Alcázar’, el ‘ABC’, en la primera página, en el editorial… Nos colgaban. Se lo pasan al Consejo de Ministros, se lo pasan al Rey… Bueno, se monta un follón histórico que hacen dimitir al director de Televisión Española, que era mano derecha de Suárez. La extrema derecha, el reducto del franquismo, que no era reducto, sino que tenía todo el poder, consiguen que dimita por mi programa ese señor que era un tal Ansón (Rafael).
VV: Con respecto a lo ocurrido, ‘El Alcázar’ titulaba: “Una ofensa al honor ciudadano”. Por su parte el ‘ABC’ lo consideraba un hecho “intolerable, irresponsable”. ‘El País’ se hacía eco de una “Caza de brujas en TVE”, solidarizándose con los represaliados.
L. P: Luego está ese trocito, en el que yo voy a Sandi, una mañana, con el equipo, ahí en el monte. Con mi guitarrita francesa. Ahí sale mi madre, mi hermano Manolo que se ha muerto, mis hermanos pequeños, todo el barrio, cantando ahí el ‘Plan Parcial’. Ahí hice dos grabaciones. Canté ‘Vengan a ver’, Vallecas 75, y el ‘Plan Parcial’. En el documental sale dos veces esa imagen. Es preciosa para el recuerdo, aquel barbudo ahí cantando.
VV: Bueno, ‘Vengan a ver’ parece que lo hubiese escrito ayer.
L. P.: Hombre, es verdad que hay canciones que los años te devuelven como si no hubiera pasado el tiempo y en una realidad diferente se parecen unas cosas a otras. Nosotros hemos jugado en las zanjas, en las obras. Nos hemos morreado en los edificios que estaban haciendo ahí en PRYCONSA detrás de la iglesia, con nuestras novias de chavales. Nos hemos peleado con Palomeras Altas (…) Lo que es ahora el Parque Lineal y la M-40, todo eso eran campos de trigo. Ahí íbamos con las novias los domingos, a meternos en los trigales. E íbamos a la finca de Pavones, donde había un riachuelo. Pavones era una finca, con un guarda con escopeta de sal. Ahí íbamos a jugar baloncesto con 16 años, porque no teníamos dónde jugar. Ahí le quitábamos el culo a una silla, la colgábamos en un árbol y practicábamos baloncesto.
VV: Luis, de ese Vallecas, ¿qué es lo que más extraña? Y, con el paso del tiempo, ¿cuál es el cambio más positivo que ve?.
L. P: Yo no veo cambios positivos (risas). Vallecas sufre una transformación en su modo de vida urbanístico que cambia todo el barrio. Aunque no nos manden a otros barrios, que fue el objetivo, la gente que vivía en El Pozo acaba viviendo en los pisos que están en Pablo Neruda, muchos vienen a vivir a Fontarrón… Quiero decir, hay un trasvase humano que descoloca la forma de vida, los núcleos naturales del barrio que han creado una forma de convivir, de relacionarse, de luchar… De estar sentados a la puerta de casa los veranos por la noche (…) Yo soy realista, pero soy optimista. Y soy niño, si sigo aquí cantando a mis 70 años, cumplo cincuenta años de profesión desde que grabé mi primer disco. Y no rendirte y seguir produciendo, es que hasta tú te sorprendes.
VV: ¿Qué le sorprende todavía Luis?.
L. P.: Pues te sorprende la capacidad de no repetirte en tus trabajos. Es muy difícil llevar tantos años y dar siempre un paso adelante que no tenga que ver con el de atrás. Y si tiene que ver, hay otro plano que te hace sentir que no te has rendido, que todavía tienes ventanas abiertas a la ilusión, al aprendizaje. Para mí es fundamental el relacionarme en estos 30 años con los jóvenes. Generaciones de cantautores jóvenes, desde la época del ‘Elígeme’ en los años 80, luego en los 90 en el Café Libertad. Gente que ha pasado por mis manos, que hemos aprendido unos de otros. (…) Toda esa capacidad de niño, ilusionado, es lo que me da a mí un no sentirme derrotado, porque a lo largo de mi vida, como muchos otros, me he sentido derrotado. Pero hay una necesidad de sobreponerte. Es decir, ¿cómo me salvo yo? De caerte en un hoyo y quedarte ahí. Me salvo porque me pongo a escribir. Me salvan las canciones. Esa ha sido mi agarradera a lo largo de la vida (…) Yo llegué al barrio y a los 12 años ya me tenían cantando en las fiestas del barrio, ya me subían al escenario.
VV: Luis, me hablaba de los curas obreros, ¿cómo es su relación con Dios? Más allá de la iglesia, ¿cómo vive su espiritualidad?.
L. P.: Cantar es proyectar tu voz y tu alma al universo. Nosotros tenemos esa suerte y yo siento que estamos más cerca de lo espiritual que todos aquellos que van a los templos, por lo menos aquí en España. Yo conocí las dos iglesias. Mi abuelo era sacristán y en mi casa se guardaba la llave de la iglesia. Yo tocaba las campanas con cinco años. Yo sé el padre nuestro en latín. Te lo recito de arriba abajo, yo era un niño de misa en latín. Paso de esa iglesia a conocer otra iglesia, que mi primer recuerdo, antes de que nos hicieran el barracón militar, es un caserón en el barro, la iglesia más pobre y pura como dicen mis versos. Yo tenía 12 años (…) Mi primer recuerdo es estar cantando “como brotes de olivo en torno a tu mesa, así son los hijos de la iglesia” en la calle. (…) En nuestro barrio aparecen dos curas franceses, de la orden francesa ‘Curas para el mundo obrero’. Vivían en un piso, al lado del parquecito. En el portal de abajo tenían como las oficinas donde recibían a la gente, si tenían problemas la mujer a ver si se lo solucionaban… Eran como una oficina (de atención al ciudadano). Llegaron los Zamorano, que eran seis, donde estaba Fabri, el que me enseñó a tocar la guitarra (…) Y muchos otros, todos ellos imbuidos en esa orden francesa, y apoyando a la Juventud Obrera Cristiana. Nosotros éramos tíos raros en Sandi. Nos llamaban los curatos. Era un mundo especial. Gracias a eso somos lo que somos (…) Yo no era extremeño en los años 70, era vallecano. Pastor vallecano. Se enfadaban los de mi pueblo. Me había hecho en esa realidad y el cantante que yo era es ese, urbano, social, político y de Vallecas.
VV: Luis, ojalá le queden 15 discos más por sacar.
L. P.: (risas) Uf, no. Tres o cuatro. Me quedan tres o cuatro.
VV: Le queden los que le queden, ¿siente que se vas a ir, como dice, con el cerrojo echado de la felicidad?.
L. P: Sí. Yo estoy agradecido a la vida siempre. Mi actitud es generosa con todo el mundo por eso. Porque tenemos la obligación de estar agradecidos los que hemos tenido esta suerte (…) Yo feliz de haber vivido lo que he vivido y de haberme liberado. Yo iba a ser un esclavo, un oficinista, punto y aparte. Y no lo he sido, y para mí ese es el triunfo. Haber resistido y haber creado una obra (…) En ese camino me he conocido, he encontrado mi voz, mi voz que me gusta, que a mí no me gustaba en los años 70 (…) Y he encontrado mi pulso poético, saber contarme en poesía. El mayor éxito mío en este siglo es un poema recitado en una mesa, siete minutos, ‘¿Qué fue de los cantautores?’ (…) La fuerza de la poesía a mí me ha dado a entender que yo he llegado ahí en ese largo aprendizaje, y tanto valor tiene eso que yo he notado en estos años gente que no te venía a ver desde el año 78, gente que cortó con eso y que de pronto ese poema le ha tocado. Le ha hecho interrogarse, preguntar, ¡es que es verdad lo que dice este hombre! ¡Es verdad que éramos así!.