Por Luis Carlos Ríos
En el primer trimestre de 2022 se realizaron en España 11.072 desahucios. Más de diez mil personas se vieron obligadas a abandonar su residencia habitual por causa de impago de alquiler o ejecuciones hipotecarias. Este hecho contrasta con la Constitución Española que, en su artículo 47, prevé el “derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada” de todos los españoles.
La contradicción entre el texto fundacional y la realidad es lo que dio origen a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Esta entidad tiene su manifestación barrial en la PAH de Vallekas, una organización autogestionada, horizontal y basada en el apoyo mutuo, que trabaja para garantizar el carácter social de la vivienda. Su labor es ardua. La sensación de David contra Goliat coexiste con una determinación incansable. Cuatro de sus miembros le ponen rostro, nombre y apellido a la labor de activismo que desarrollan desde hace más de cinco años en Vallecas VA.
Mercedes
Mercedes López lo tiene claro: “la PAH para mí lo es todo. Hay de todo. Nos ayudamos no solo en temas de vivienda, sino también de apoyo emocional, apoyo psicológico, con los niños… Estamos ahí apoyándonos de muchas maneras”. Esta vecina resalta la red de apoyo en la que se convirtió el movimiento de vivienda, henchido de experiencias difíciles en las que el suelo y el techo parecen venírseles encima a sus habitantes. “Nosotros organizamos en nuestra asamblea la escuelita para los niños, precisamente para facilitar que la gente pueda venir. En el momento que nosotros estamos reunidos, ellos pueden recibir apoyo escolar con voluntarios que son profes dos veces a la semana. También tenemos montado un cenador para que, por ejemplo, los miércoles, las madres y los padres puedan venir a las asambleas y a la vez se vayan cenados a sus casas. Por lo menos facilitar eso para que no sea un impedimento”, explica.
Laura
Laura Zulema lleva 6 años en la PAH. Recoge el testigo de su compañera para incidir en la relevancia de que los niños pongan en común su experiencia. “Eso es súper importante. Los niños vienen con familias y vienen un poco traumados. Es importantísimo ver que sus amiguitos tienen el mismo problema, que no están solos. Les cambia la vida, la verdad. Los niños lo escuchan, lo oyen, y su madre está muy preocupada y su compañero está igual”, señala. El sostén del apoyo mutuo significó para ella un gran alivio en tiempos difíciles. “Hemos tenido muchísimas personas, mujeres que han venido solas. Yo, por ejemplo, cuando vine, me iba bastante mal económicamente y mis amigas me enseñaron dónde coger comida, no solo de Cáritas, donde coger ropa… Hablando con las compañeras no es solo tema de vivienda, es mucho, demasiado”, añade. La Obra Social de la PAH es la mejor expresión de ello. “Aquí en Vallecas tenemos como cuatro edificios recuperados y más de 40 casas sueltas donde acogemos a familias que viven prácticamente en la calle o que les van a echar”, concluye Laura.
Myriam
Myriam Espinosa vino a España desde Ecuador con la esperanza de desarrollar su vida y tener un hogar. Fue una de las miles de personas que adquirió una hipoteca abusiva a manos de un banco sin escrúpulos. Cuando su pareja se quedó sin trabajo y sus ingresos menguaron, mantener a su hija y pagar una vivienda con sobreprecio se volvió insostenible. Al cabo de poco tiempo se encontró separada, con deuda y con un sentimiento de culpabilidad tremendo. “Al final, a mí en concreto me ayudó a verbalizar esa vergüenza, esa depresión que yo tenía, como diciendo he fracasado, no he podido ni defender mi casa, pues te ayuda a superar esa vergüenza y al final es casi milagroso como vamos super calladas, avergonzadas, tímidas… Y ganamos una voz que te da fuerza para hablar con el director del banco, y ya la extrapolas a los demás ámbitos de la vida (…) La PAH me ha dado herramientas, me ha dado identidad como mujer y emigrante, empoderamiento para extrapolar la lucha social de la vivienda a otros ámbitos. Para mí es el 90% de lo que puede representar mi vida en España”, argumenta.
A través de la plataforma consiguió salir de ese círculo vicioso. “Vas con un problema de vivienda, pero al final hablas de ofertas trabajo, de los niños, los pesares, te echas unas risas…“, dice. El apoyo mutuo.” También resalta la importancia de las asambleas como una experiencia valiosísima para ella y su hija. “Cuando vinimos tenía dos años. Era tanto lo que se hablaba en casa, yo iba con ella a todas las asambleas… ¿Adivina a qué jugaba en el colegio con su amiga Cristina, que son amiguísimas hasta ahora? ¡Venga! ¿Jugamos a las hipotecas? (risas) Encontrarse con otros niños que a ese tema les resulte familiar es darles un ambiente que les transmite valores de activismo, de defender sus derechos y juntarse con más gente. Eso es un valor que no me lo da pertenecer a la clase que puede pagar su hipoteca. Yo he dejado de comer para pagar mi hipoteca y tampoco he podido, porque ya estaba pensado el engranaje para que eso me pase”, afirma.
Juan
Juan Antonio llegó al movimiento de vivienda cuando el piso en el que alquilaba una habitación quedó a merced de un juzgado. Su hermano le mandó la dirección del lugar de reunión desde China, en una triangulación rocambolesca. Gracias a la PAH, el desahucio, con furgonetas y helicópteros, tardó cuatro años en llegar. Ya junta ocho años de militancia en la plataforma. Para él, “el movimiento de vivienda es una lucha que tiene que ser entre todos”. “La PAH ha hecho y sigue haciendo muchas cosas buenas. Cosas que tenía que hacer sobre todo el Estado, y no las hace”, destaca.
Todos coinciden en que la PAH, da igual bajo qué siglas, no dejará de existir. Funciona a marchas forzadas, con recursos humanos escasos y voluntarios, pero se nutre del ímpetu de miles de personas que defienden algo tan básico como comer y respirar. En su naturaleza horizontal y de apoyo mutuo florece la esperanza de que los ciudadanos organizados le planten cara al poder financiero. Su resistencia ya es una victoria.