“La desigualdad se incrementa a una velocidad pasmosa”

Entrevista con Ignacio Marín, autor de ‘Nadie corre más que el plomo’, su segunda novela

Ignacio Marín posa junto a una de las paredes del colegio Ciudad de Valencia

Por Isa Mendi

El vallecano Ignacio Marín (Madrid, 1984) sigue la estela de su primera novela ‘Edificio España’ por la Transición española y presentará su segundo libro, ‘Nadie corre más que el plomo’, el 11 de noviembre, a las 12 horas, en la Librería Traficante de Sueños. Coordinador del festival ‘Vallekas Negra’, no duda en asegurar que el principal objetivo de su producción literaria es “denunciar las injusticias que hemos sufrido y sufrimos en nuestra sociedad”.

Pregunta: ¿Cómo fue el proceso de creación de su segunda novela?

Respuesta: Aunque se puede leer de manera independiente, ‘Nadie corre más que el plomo’ es la continuación de mi primera novela. Mientras escribía ‘Edificio España’, tenía decidido que la historia terminase ahí, pero, en cuanto la acabé, comencé inmediatamente con este libro. Parece una locura, pero tuve la sensación de que me lo pedían los propios personajes, que necesitaban más desarrollo, nuevas situaciones. Creo que ha merecido la pena, porque, aunque sea una novela más corta, es más emocionante, más ágil. Es novela negra pura.

P: ¿Qué objetivos se marca con esta publicación?

R: Todo lo que escribo, tanto en literatura como en mi tribuna en ‘Vallecas VA’, tiene como objetivo denunciar las injusticias que hemos sufrido y sufrimos en esta sociedad. En una entrevista me denominaron «cronista de la desigualdad», término que me hace sentir muy orgulloso. Con esa intención, en ficción trato de escribir tramas que enganchen y emocionen. Si el lector se entretiene, disfruta y además llega a hacerse preguntas, mi objetivo estará cumplido con creces.

P: ¿Por qué eligió el nombre de ‘Nadie corre más que el plomo’ y por qué está ambientada en la costa levantina?

R: En un primer momento se iba a titular ‘La Polseguera’, que en valenciano significa polvareda, una leyenda en la que creen los vecinos del pueblo pesquero que está amenazado por la especulación inmobiliaria. El nombre final es una frase dura, aunque resignada, que pronuncia uno de los personajes y que representa la crudeza, ya no de la novela, sino de la situación y de la época que tuvieron que sufrir los que vivieron esos años. Ambientarlo en la costa valenciana era para mí otro de los retos que me impuse. Localicé ‘Edificio España’ en Vallecas y escribir de mi barrio, aunque fuese en otra época, me resultó sencillo. Trasladar a los personajes a un lugar ajeno, la provincia de Valencia, me supuso un esfuerzo creativo que me resultaba motivador. En todos los órdenes de la vida, reinventarnos, generarnos retos, puede sacar lo mejor de nosotros mismos. Espero haberlo logrado con esta obra.

La portada de ‘Nadie corre más que el plomo’

P: ¿Qué otros retos se marcó además del cambio de localización?

R: Por ejemplo, cambiar la manera que tengo habitualmente de escribir, con un texto más corto y ágil. También quise jugar por primera vez con el realismo mágico, con cierta fantasía en esa “polseguera” que he comentado. En la novela también se aborda la ansiedad, el insomnio, la depresión… Se profundiza en los sentimientos y en los problemas de los personajes a un nivel que yo no había hecho nunca.

P: Además, los años 70, al igual que en ‘Edificio España’, su primer trabajo, vuelve a ser el periodo elegido para el desarrollo de la acción

R: Sí, es una época trepidante de nuestra historia que me gusta abordar. Si ‘Edificio España’ transcurría en 1973, ‘Nadie corre más que el plomo’ se traslada a 1979. Me gusta generar el debate sobre la Transición. Creo que se ha vendido como unos años maravillosos y pacíficos, cuando fueron muy violentos y represivos. No lo digo yo, lo dicen los testimonios de aquella época.

P: Y de nuevo la desigualdad social centra el relato

R: Así es. La desigualdad siempre ha existido, de hecho, somos testigos de cómo se incrementa a una velocidad pasmosa en nuestros días. Una de mis críticas a la Transición es la idea del gatopardismo: «cambiar todo para que no cambie nada». No sólo la desigualdad no terminó con la Dictadura, sino que el capitalismo se volvió más salvaje e injusto. La especulación inmobiliaria es uno de los principales males de nuestra sociedad, una fiebre que vuelve de manera cíclica a destrozar nuestras ciudades y nuestros espacios naturales, perjudicando, como siempre, a los que menos tienen. En el libro, los vecinos del Grau, el pequeño poblado de pescadores, la sufren en sus carnes cuando las constructoras quieren echarles de sus casas para levantar esas torres de apartamentos que tanto proliferan en la costa mediterránea. Otro de los muchos dramas silenciados de nuestra historia reciente y que yo quería reivindicar.

P: ¿Y por qué eligió la novela negra como herramienta de denuncia?

R: El género negro tiene un trasfondo social innegable que resulta de gran utilidad para la denuncia y para la reivindicación de las injusticias que vivimos día a día. Pero más allá de ese trasfondo, es un género muy interesante que está viviendo un momento de éxito, no solo en literatura, sino en el cine, en series o incluso podcast. En definitiva, es ideal no solo para entretenernos, sino también para interpelarnos.

R: ¿Qué hay de Ignacio Marín en Eugenio Martín, el subinspector de Policía, uno de los personajes principales de esta historia?

R: Espero que nada, más allá de que su nombre es muy similar al mío. Intento tomar cierta distancia a nivel emocional tanto con los personajes como con la trama, porque si no, el resultado va a resultar demasiado subjetivo y lo último que quiero es hablar de mí mismo. Esto me ha permitido crear un personaje, Eugenio Martín, muy complejo en esta segunda novela, un personaje con una serie de conflictos y demonios internos fruto de una época y de un oficio que son muy difíciles de entender. Si es un héroe o un villano me lo tendrán que decir los lectores. Aunque huyo de esas etiquetas, todos nos situamos en algún punto intermedio.

P: ¿La solidaridad y la alegría de Vallecas está plasmada en la solidaridad y alegría de los vecinos del Grau? ¿Es una puesta en valor de la vida en los barrios?

R: Sí, por supuesto. Existen muchas similitudes con el poblado del Tío Pío que ya representé en ‘Edificio España’. Hay un punto en común entre ambas obras, el de una forma de convivir que se ve atropellada por el mal llamado progreso. Eso lo seguimos viendo hoy en día, ya que las redes de cooperación vecinales parecen un obstáculo para este sistema que aboga por un individualismo atroz y egoísta. En nuestra mano está no perder aquella forma de vida.

P: Háblenos de la impactante portada de la novela

R: Estoy muy orgulloso del trabajo que ha hecho Gem Díaz, artista de la comarca valenciana de La Safor, que es donde se ambienta este libro, y vecina de Vallecas, además. Ha sabido combinar el folclore y la cultura valenciana, con esa inquietud que genera la novela negra.

P: Próximos proyectos, ¿una tercera novela? ¿tal vez de otro tipo?

R: Estoy ya trabajando en la continuación de esta novela. Poco puedo decir todavía, pero sí adelantar que se ambientará en los años 80 y que volverá a Vallecas. Será la tercera y última parte de esta saga. Más adelante me gustaría retomar proyectos en no ficción y en otros géneros más allá de la novela negra. Y mientras tanto, seguimos con ‘Vallekas Negra’, nuestro festival de novela negra y social, que será del 22 de enero al 4 de febrero en el Ateneo Republicano de Vallekas.

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