En el distrito de Puente de Vallecas se encuentra La Atalaya, un centro social autogestionado con una gran cantidad de espacio libre en donde se desarrollan distintas actividades y proyectos destinados a los vecinos y las vecinas. Charlas, cursos y talleres son algunos de los planes que se pueden realizar en un lugar enfocado principalmente al activismo social y cultural.
Por Guillermo Belinchón
La Atalaya era un antiguo colegio de secundaria si uso en el año 2014. Tres meses después de su abandono, un grupo de jóvenes pertenecientes al colectivo Yesca decidió instalarse en el lugar un 25 de noviembre de ese mismo año. Buscaban trasladar a Castilla el modelo de los ‘gaztetxes vascos’, gestionados por asambleas de jóvenes.
Al haber entrado de forma ilegal, a los pocos días la Policía les desalojó, según ellos, de una manera totalmente ilegal, sin orden de desahucio.
Haciendo acto de disconformidad, el 29 de noviembre los jóvenes volvieron a ocupar el centro educativo, pero esta vez de una manera mucho más pública, organizando una rueda de prensa para darse visibilidad frente a los medios: “Entendimos que la primera vez que nos desalojaron fue porque entramos sin que nos viese nadie, y al final hubo un desalojo ilegal y nadie sabía que estábamos aquí, por lo que decidimos hacer una rueda de prensa para que todo el mundo supiese que estábamos aquí”, cuenta Daniel, un joven de 26 años que lleva desde 2014 formando parte del centro.
La primera asamblea
Además de este colectivo, otras organizaciones también se unieron para apoyar a la causa, como fue el caso de Daniel, que pertenecía al grupo de Vallecas Nuestra.
Como los pertenecientes al colectivo Yesca fueron los que impulsaron la okupación, se encargaron de crear la primera Asamblea de la Casa y de sus fundamentos: “Se establecieron tres pilares: esto tenía que ser juvenil, es decir, la gestión de la Asamblea tenía que ser por menores de 30 años, castellanista y vallecanista”, explica Daniel.
Los pilares establecidos no eran del agrado de todos los colectivos que pertenecían a La Atalaya, y a lo largo de los años se fue creando una disociación entre los distintos grupos, dando paso a una división entre la Asamblea de la Casa, los fundadores, y de los proyectos.
Estas diferencias hicieron que, en verano de 2018, la Asamblea de la Casa se disolviera formándose una nueva gestionada por las distintas iniciativas independientes del centro y con diferentes pilares. Antes cualquiera podía asistir a las asambleas y, en la actualidad, se tiene que pertenecer a un proyecto para poder asistir.
Proyectos
La Atalaya cuenta con un gran patio y dos largos pisos llenos de salas donde se realizan las actividades. Las asambleas que se organizan actualmente, están integradas por los portavoces de los distintos proyectos independientes que se encuentran allí y que los representan en una Asamblea Común. Cada colectivo tiene su propio espacio y sus propios responsables, que lo cuidan como ellos creen más eficientemente.
En el primer piso se encuentra el taller de bicis. Ruso y Rocha son los encargados de gestionar este lugar. “La gente antigua formó un taller aquí donde construían bicicletas de madera y nosotros los jóvenes veníamos a aprender y a echar una mano. Con el cambio de gestión, muchos ya no están y nos bajamos a esta planta quedándonos los que nos gusta crear y arreglar bicicletas.”, explica Ruso al periódico.
No muy lejos del taller se encuentra la Biblioteca. Julián Bermejo es el bibliotecario que se encargó de organizar y gestionar todos los libros donados que se amontonaban por las esquinas del espacio: “Vine porque me pareció una labor muy interesante, me encanta la lectura y fue un reto para mi como me encontré esto y como está en la actualidad. Estoy muy contento de ello”, señala.
El colectivo llamado Ocio gestiona el salón de juegos que tiene la asociación. Está principalmente destinado a adultos, pero también hay diferentes juegos para el público joven.
Además de los proyectos mencionados, La Atalaya cuenta con muchísimos más espacios a los que poder asistir: un rocódromo, un gimnasio donde practicar distintas artes marciales, una sala de debate feminista, un ‘skatepark’ o un espacio artístico donde desatar la creatividad haciendo ‘graffitis’.
Respecto al ámbito económico, La Atalaya es una asociación sin ánimo de lucro. Una de las principales ideas que se tiene es que ninguna de las actividades que se realicen sirva a nadie para hacer negocio. Las vías de financiación se dividen en dos: aportaciones individuales de cada grupo y la organización de charlas, eventos, fiestas, conciertos o talleres donde poder sacar ingresos destinados a la mejora del establecimiento
Somos Tribu y su despensa
Álvaro es el portavoz del colectivo Somos Tribu de Palomeras en La Atalaya: “La idea de la tribu era la unión de los distintos colectivos culturales del barrio para organizarse y ayudarse mutuamente. Pero llegó el confinamiento y ese pensamiento cultural cambia y nos enfocamos en organizar a la gente del barrio para ayudar todas esas personas que tienen necesidades y no pueden afrontarlas debido a la pandemia”, argumenta.
Antes de entrar en el centro social, estaban en la Asociación de Vecinos de Nuevas Palomeras. Allí iban almacenando la recogida de alimentos destinados a las familias más vulnerables de Vallecas, pero ocupaban demasiado espacio en sus instalaciones y tuvieron que trasladarse. Fue entonces cuando, meses atrás, contactaron con La Atalaya y les dieron el visto bueno para que se instalaran aquí.
Actualmente se encuentran en plena recogida y distribución de alimentos y tienen una habitación para ellos donde almacenan todo el material. Para el reparto preparan cestas quincenales para las familias del barrio que tienen esa necesidad. “La gente interesada contacta a través de WhatsApp. Se les hace una encuesta valorando sus necesidades y después se les cita en una entrevista para ver si cumplen los requisitos para recibir la cesta”, añade Paco, otro de los colaboradores de Somos Tribu Palomeras.
Con la problemática de la pandemia, muchas de las actividades de La Atalaya se han visto interrumpidas, pero están ya organizándose para cuando las medidas sanitarias se levanten, volver a ofrecer un servicio completamente desinteresado a todo aquel que lo solicite.