ROBERTO BLANCO TOMÁS.
Seguramente muchos conocéis ya a Julio Castejón, cantante y guitarrista de Asfalto, una de las grandes bandas en la historia del rock en nuestro país. Pero no solo son historia, sino también rabiosa actualidad: hoy, 43 años después de que se publicara su primer disco, siguen en la carretera inmersos en su gira Antología casual, que está llevando por escenarios de toda España su ya extenso repertorio, combinando temas míticos con otros más recientes que nos trazan las coordenadas actuales de la banda. Julio, único componente de la formación original que sigue en el grupo, se define como “un músico un poco atípico: fíjate que soy puntual, suelo madrugar… En fin, soy un poco raro”, ríe. Se considera “más un artesano que un artista, quizás porque pertenezco a una generación donde se ponía mucho en valor el esfuerzo”. Con él hemos mantenido una entrevista de lo más agradable en una terraza de Villa de Vallecas.
¿Cuándo te diste cuenta de que la música era lo tuyo?
De pequeño oía música en la radio, era algo que me gustaba… Sobre todo me llamaba la atención una que no era la que le gustaba a mi madre: el twist, el rock & roll y toda esa música “moderna”. Había canciones que las escuchaba tanto que las terminaba memorizando. Las cantaba, y descubrí que no lo hacía mal. Me gustaba hacerlo en el hueco de la escalera, porque allí se producía una resonancia especial. Cantaba a gritos, sin cortarme, y las vecinas decían: “qué bien canta Julito”. Ahí me di cuenta, con siete u ocho años, de que la música me interesaba más que nada.
Ya a partir de que aparecen los Beatles y otras bandas pop, me empiezo a fascinar con todo aquello. Es un momento en el que estoy accediendo a la vida de los mayores, ya como un adolescente… Solo pensaba en música y en tocar un instrumento. Recuerdo que cogía el Metro, iba a la Gran Vía y me paraba frente a un escaparate en el que había varias guitarras eléctricas. Solo iba a verlas, y me tiraba horas. Ese afán fue creciendo y, a la muerte de mi padre, con catorce años, me colocaron a trabajar en una compañía de seguros, pero aquello me interesaba muy relativamente: me atraía mucho más la música. A los dieciséis ya empecé a tocar la guitarra.
Siempre se os ha etiquetado como “rock urbano”, pero vosotros nunca os habéis identificado con ello…
Sinceramente: yo no sé lo que es el “rock urbano”… Cierto es que todo aquello que accede a un mercado, si no se etiqueta, es más difícil de vender. Es por eso que, en el sector musical, se hace esencial marcar coordenadas para que la gente se ubique. Ocurrió con Asfalto; dijeron: “grupo nacido en una gran ciudad, que ha pateado sus calles y que son descubiertos y admirados por gente urbana, gente de aquí… Está claro: rock urbano”. Yo sinceramente creo que las letras de Asfalto son universalistas, amplias, y no tienen nada que ver con cosas como “me la tomo en los bares hasta la madrugada” o “me mola ir con mi moto”… Las letras de Asfalto son mucho más idiotas que todo eso. Son textos que dicen tonterías como: “enseña a tu hijo a amar la libertad”. ¿Cuál es el sentido urbano de esa frase?
¿Qué podremos ver en la gira Antología casual?
Yo creo que sobre el escenario se ve una muy buena banda. No lo digo por mí, sino por el conjunto. Es una formación de gran calibre integrada por músicos que han sabido sacar brillo a nuestros viejos temas. Hablo de músicos que tienen la capacidad de emocionarse con lo que interpretan, y en esa emoción radica la fuerza que hoy proyecta la banda. Es uno de sus principales activos: Asfalto tiene en este momento capacidad de ser auspiciante de emociones.
Obviamente, la música que compongo ahora tiene que ver con la vida que me toca vivir hoy y con la visión adulta y sosegada de las cosas que, por fin, ya voy teniendo. En mis canciones doy salida a mis pensamientos, a veces en forma de fantasías en las que cuento historias donde se refleja la sociedad en que vivimos. Claro, cuando alguien va a un concierto de Asfalto, quiere volver a escuchar esas canciones que pertenecen a la banda sonora de su propia vida, por tanto es inevitable que haya una parte del set list de nuestros shows dedicada a complacer nostalgia. Pero yo creo que hay más que eso. Y lo digo porque considero que aún tengo muchas buenas canciones nuevas que me piden nacer. Eso se refleja en el contenido de los últimos discos. Para mí, Asfalto puede y debe sostenerse creando proyectos nuevos. La palabra “futuro” me es esencial… Te lo dice alguien que acaba de cumplir 65 años.
¿En qué cosas andáis ahora?
Estamos inmersos en la gira Antología casual. En ella habrá oportunidades de vernos por aquí cerca, es posible que hasta incluso en Vallecas. Piedras angulares de esta gira serán el Rocktiembre, en Las Ventas, al que estamos encantados de participar; y sobre todo algo que nos hace mucha ilusión: hemos sido invitados personalmente por Luz Casal al Festival de la Luz, en Boimorto (A Coruña). ¿Por qué esta ilusión? Es un festival benéfico, y se configura con un cartel superecléctico y transversal en el que están artistas tan dispares como Hombres G, José Mercé, Aute… Se estima que acudirán unas 15.000 personas, de las cuales, a lo mejor, un gran porcentaje nunca ha visto a Asfalto. Ahí radica nuestra emoción: poder tocar para un público nuevo, ajeno… Puede que descubran la banda que realmente somos.
Has vivido diez años en Nueva Numancia… ¿Qué recuerdo tienes?
Bueno, nací junto al Manzanares, en Santa María de la Cabeza, pero tengo relación con Vallecas desde muy niño porque mi tío Emilio vivía cerca de la Plaza Vieja, y recuerdo pasear con mi padre y con él por las calles de este barrio. Cuando me casé, alquilé un piso en la calle Enrique Velasco donde viví diez años que coincidieron probablemente con los más felices de mi vida: en Vallecas nacieron mis hijos; viviendo aquí, Asfalto tuvo su época de mayor reconocimiento y esplendor… Así es que puedo decir que tengo el mejor recuerdo. Y no tanto porque viviera el barrio participando de su ambiente rockero, sino porque aquí estaba mi casa, porque después de cada viaje enfilaba la avenida de la Albufera para llegar al sitio en el que estaban los míos… Mis dos hijos mayores fueron al colegio de La Estrella, yo iba a buscarles muchos días y, en el bar que había justo al lado, me servían un fantástico y amabilísimo café mientras esperaba… En fin, son cosas rutinarias que cualquiera hace y que luego se recuerdan de forma afectiva. Aquella era mi vida diaria en el barrio. La añoro.
Fotos: Vanessa Agustín (portada); J. C. Díaz Martí (interior)