La Comisión Europea va a enviar unos funcionarios (a modo de inspectores) para controlar las cuentas de España, las que se presentan como realizadas y las que se proponen como presupuestos. Como si la matriz de una empresa multinacional enviara a sus sucursales controladores para asegurar que los números que presentan responden a la realidad. O, lo que es peor, para asegurar que el futuro será siempre conforme que lo que se presupuso que iba a ser.
Es cierto que la comparación no es del todo exacta, pero también es cierto que suena a lo mismo. Lo que significa que un trasfondo común existe. Y esto es peligroso para quienes deseamos que los Estados tengan su espacio de libertad para la construcción del modelo de sociedad que desean los ciudadanos. Este espacio de libertad es, cada vez, más reducido.
Hay dos maneras de enfocar las crisis profundas, como la que estamos soportando. Una es la que defiende que el Estado se reduzca, no intervenga en el mercado para dejarlo reactivarse según su propio devenir. Otra es la que defiende que es la hora de que intervenga el Estado para que, desde sus inversiones, se reactive el empleo y la economía. La segunda la está siguiendo EE.UU. y ya se está reactivando. La primera es la defendida por los que demandan una libertad de acción del mercado absoluta.
“La mejor empresa pública es la que no existe” dijo una vez el anterior presidente de la CEOE, defendiendo que “todo es mercado” y allá donde se perciben fuentes de rentabilidad han de trasladarse al mercado. Lo público, según ellos,
suele gestionar mal y lo privado mejor. La postura es calificada como propia del neoliberalismo, tan implantado en nuestro país. Por ejemplo, la Comunidad de Madrid (o su Presidenta, “lideresa” neoliberal) quiere privatizar el agua (el Canal de Isabel II) bajo los criterios ya dichos. Se gestionará mejor desde lo privado, trasladando a lo privado los ingresos apetitosos que actualmente está aportando a la Comunidad.
Bajo esta postura se está gobernando la crisis en Europa, demandando una línea de austeridad cuya ineficacia para reactivar ya está demostrada. Haciendo a Grecia más pobre se le roba la capacidad de reaccionar. Los recortes que nos invaden (y nos invadirán más) solo son el camino que conduce a la pobreza y exclusión social. Un día hablaremos de la escasa imaginación de los políticos para pensar como primera posibilidad (y única) en los recortes de servicios sociales, precisamente aquellos que funcionan de argamasa para la construcción de la cohesión social.
España no podrá crecer desde la aplicación inmisericorde de recortes sociales. Por ello nos envían inspectores, para verificar que lo que se dice es cierto. Pero ¿si no lo fuera? Si al cabo de un tiempo se demostrara que otras medidas hubieran potenciado más la salud de la sociedad, ¿a quién se responsabilizará? ¿A quién los tribunales de justicia llamarán a su banquillo?
Este es el extraño privilegio de los políticos, que si se equivocan y producen más hambre, más pobreza o más muertos (en el caso de la guerra) de forma innecesaria nunca les pasará nada.
Marcos de Castro
Grupo de economía. Asamblea 15M
del Puente de Vallecas