Por Carmen Rodríguez, doctora del Centro de Salud Martínez de la Riva
Érase una vez… la Atención Primaria. La Atención Primaria surgió como política en salud en 1978 con la Declaración de Alma-Ata, en la cual todos los países del mundo se comprometieron a alcanzar el objetivo de salud para todos para el año 2000. Por aquel entonces yo era una estudiante de medicina. Ha pasado tanto tiempo que ahora me quedan unos meses para jubilarme. Pero sigamos con lo que estábamos. En 1984 se publicó en España el Real Decreto de Estructuras Básicas de Salud, que definió y sentó las bases del llamado “nuevo modelo” de atención sanitaria del primer nivel asistencial en España. Para entonces, yo ya había acabado medicina y preparaba el MIR (oposición para hacer una especialidad).
¿Qué ha pasado desde entonces? Me resulta complejo contestar a esa pregunta. Vayamos por partes.
Los políticos
Quien gobernaba entonces “valoraba” esa puerta de entrada al servicio público de salud, y como lo valoraba, dedicaba tiempo, dinero, recursos… Las palabras significativas eran: servicio público universal.
En mi experiencia, hace un par de décadas que los políticos que nos gobiernan en la Comunidad de Madrid no valoran ese primer nivel asistencial como cuando todo empezó. Habría muchos hechos que lo demuestran y citaré uno reciente. Cuando comenzó la pandemia en marzo de 2020, la Consejería de Sanidad valoró que en determinadas circunstancias – necesidad de cubrir otros puntos sanitarios más importantes desplazando sanitarios desde los centros de salud-, podrían cerrarse los centros de salud que fuesen necesarios. Solo lo que no se valora, lo que no es importante, se puede cerrar. Algunas voces de sanitarios que salieron en los medios de comunicación pusieron el grito en el cielo, anticipando que el colapso de los hospitales sería brutal y entonces algunos centros tuvieron que cerrar y otros pudimos seguir abiertos y trabajando para ayudar y facilitar la atención a quienes lo necesitaran en nuestra zona básica de salud.
Pero por no centrarnos en una situación tan especial como la pandemia, podemos retroceder a 2010. Años antes ya se estaba elaborando la idea de reducir las gerencias que había en Madrid, que eran 11, a 1. Gestionar una ciudad de más de 6 millones de habitantes desde los inicios había requerido dividir Madrid en 11 áreas, con un gerente en cada una. Probablemente sería por otros motivos, pero no se ha pensado nunca en poner un solo gerente para todos los hospitales de Madrid. Cada uno tiene el suyo. Pero debieron pensar que si la Atención Primaria no es tan importante, un único gerente es suficiente. Las plantillas de profesionales en la gestión no se redujeron. Ese tampoco fue el motivo de la decisión, ya que permanecieron direcciones asistenciales en diferentes zonas de Madrid, pero con menos capacidad de decisión que tenías las anteriores gerencias de áreas. Con esa sutil, pero continua desvalorización, se corre el peligro de que aquellas palabras “servicio público universal” vayan cambiando de alguna manera camufladas hacia “negocio privado particular”. Confiaremos en que ciudadanos y profesionales podamos y sepamos evitarlo si tomamos conciencia de ello.
¿Cómo se ha llegado a esta escasez de valoración?
Tal vez en esto todos tengamos algo que ver. No creo que sea útil pensar que la responsabilidad es de los otros. Si todos, gobernantes, profesionales sanitarios y ciudadanos hemos tenido algo que ver, también entre todos tenemos posibilidad de volver a valorar esa Atención Primaria pública de servicio y para todos. Venimos viviendo una larga época con demasiadas distracciones y no es fácil centrarse en lo importante. Recuerdo una frase de Saint Exupéry: “si quieres construir un barco, no te pongas a cortar tablas o distribuir el trabajo, primero has de evocar en los hombres el anhelo de un mar libre y ancho”. Parece que llevamos tiempo todos cortando tablas, haciendo estadísticas, registros, cuentas y más cuentas, pero olvidando los cuentos que hablan del anhelo de una sanidad servicio público y universal.
Los profesionales sanitarios
Sin un anhelo común en equipo parece que nos hemos vuelto más individualistas. Toda la sociedad tiende más hacia el individualismo y nos dejamos llevar también por las estadísticas, los registros, los objetivos de despacho, cifras y más cifras. La no valoración ha ido sobrecargando las consultas: lo que no vale mucho, se puede sobrecargar. Los profesionales sanitarios hemos tenido la sensación de ser invisibles. Por ejemplo, durante los meses de confinamiento, de marzo a junio de 2020, trabajamos todos los días, incluso sábados, domingos y festivos de Semana Santa. Hacía falta y lo hicimos. Pero cuando a finales de junio acabó el confinamiento, pudimos oír en los medios de comunicación, incluso en palabras del viceconsejero de Sanidad, que “ahora la Atención Primaria va a empezar a trabajar”. O sea que, de marzo a junio, ¡no se nos había visto trabajar!.
A veces parece que ni los gobernantes ni los ciudadanos son conscientes del trabajo de los profesionales y se encuentran solos. No hay tiempo ni para explicarlo, ni para hacer equipo, ni para valorar nuestro trabajo. Solo tenemos tiempo para trabajar e intentar atender todos los días los largos listados de pacientes, ya sea presencial, telefónicamente o en domicilio. Así pasan los días, las semanas y los años, siguiendo cierta inercia y actitud pasiva. De manera que el pasado año, de más de 200 médicos formados como médicos de familia en Madrid, solo una docena se quedaron en centros de salud. El resto prefirió repetir formación en otras especialidades, hacer un máster para dedicarse laboralmente a otra actividad, etc… Y este año acaban de quedarse 200 plazas de MIR para Medicina de Familia sin cubrir porque los médicos recién licenciados no las quieren. Ven la sobrecarga de trabajo que hay en la Atención Primaria y prefieren otra especialidad.
Los ciudadanos
También se encuentran un poco solos. Cada vez tienen más difícil la accesibilidad. Algunos conocen las aplicaciones por móvil, pero no todos tiene esos recursos. Las centralitas no paran de atender, pero, saturadas, no llegan a todo y los ciudadanos tiene la impresión de que no les hacen caso, de que no atienden el teléfono, de que no trabajan, de que todo son barreras y dificultades para conseguir ver a su médico o a su enfermera. La valoración que en estas circunstancias van a hacer de la Atención Primaria tampoco va a ser buena. Así que parece que ni gobernantes, ni profesionales sanitarios, ni ciudadanos hemos podido mantener la valoración que tuvo inicialmente la Atención Primaria. No sé cómo, pero tal vez haya que tomar conciencia, reflexionar, recuperar la valoración, el anhelo de… Y lo que sí creo saber es que solo será posible si todos, gobernantes, profesionales y ciudadanos queremos y sabemos que podemos hacerlo.
La participación, como siempre, es clave. No solo de los gestores, también de los profesionales y de los ciudadanos. La participación enriquece las decisiones y aumenta el compromiso en la tarea y en la utilización de los servicios.
Y colorín colorado espero que este cuento no se haya acabado.