El desmantelamiento de las fiestas populares

El pregón de las fiestas de 2023 de Villa de Vallecas
©MIGUEL BERROCAL

Por Ignacio Marín (@ij_marin)

Terminan las fiestas de Villa de Vallecas con la misma sensación de los últimos años. Un sabor agridulce que, por desgracia, se está convirtiendo en habitual. Por un lado, sentimos la alegría de comprobar cómo seguimos siendo barrio. Cómo continúan existiendo relaciones vecinales sólidas, pese a todos los embates que sufren nuestras calles. Cómo se mantienen esas redes comunitarias entre los que vivimos aquí y que son capaces de aflorar, tanto en las buenas como en las malas situaciones.

En festejos como los que acabamos de celebrar en el Pueblo de Vallecas se producen reencuentros con los vecinos, con aquellos que comparten problemas y se plantean soluciones en común. Vecinos con los que quizá solo se coincida en momentos como las fiestas. También vienen a vernos amigos de otros lugares a compartir la alegría de estas fechas y a descubrir nuestro barrio, a empaparse y a saborear la esencia única de nuestras calles. Pero, al mismo tiempo, se produce una situación mágica, que es la de conocer a vecinos de siempre, con los que nunca se había tenido la ocasión de coincidir, y con los que se tienen cientos de lugares en común y miles de historias que compartir.

Sin embargo, sentimos un sabor agridulce, porque volvemos a tener la sensación de que estas fiestas están sufriendo un proceso de desmantelamiento por parte del Ayuntamiento.

¿Y por qué? Por lado, es perceptible la dejación de la administración, que tiene como principal síntoma la pobre partida destinada a estos festejos, con una programación que ha caído progresivamente en calidad, cuando las fiestas de Villa de Vallecas han sido siempre un referente entre las que celebraban, no sólo en la ciudad, sino en toda las Comunidad de Madrid, con actos y conciertos masivos. Y, por otra parte, por el empeño de repartir las actividades entre el Casco Histórico y el Ensanche, algo que los vecinos no llegamos a comprender, ya que este último barrio tiene sus propias fiestas.

Todos los que hayamos estado trabajando estos días en el recinto ferial, sabemos de las trabas que nos ha impuesto la Junta de distrito. Este año hemos sufrido cambios significativos en la documentación técnica que debíamos presentar para montar caseta, con el sobrecoste que ello conlleva. Además de los ya clásicos apagones, se ha montado mal la estructura de ciertas casetas lo que ha sido un problema ante las inclemencias meteorológicas que, además, tenían que pagar los propios adjudicatarios. Y como si eso fuera poco, la Policía exigió documentación que ya estaba presentada ante la Junta, con la que, por cierto, fue imposible contactar en momentos clave.

En definitiva, afrontamos el otoño con la sensación de que las fiestas populares son un obstáculo, un enemigo, para este Consistorio. No debería ser así, todo lo contrario, ya que estos momentos son de fortalecimiento del tejido vecinal, momentos de consolidar las relaciones entre los que vivimos en este barrio. ¿O acaso es eso lo que precisamente no quiere el Ayuntamiento?

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