Por G. Belinchón/M. Francés /P. Balandín
Carmen Díaz es un claro ejemplo de mujer empoderada y luchadora que durante toda su vida lleva destinando todo tipo de recursos a la lucha social en los barrios vallecanos. Nacida en un pequeño pueblo de Extremadura en el año 1968, se mudó a Vallecas junto a su madre. Con una infancia muy cruda a las espaldas, siempre tuvo un espíritu empático irrompible que le llevó a ser una de las portavoces de Madres contra la Droga y luchar contra la dejadez de las administraciones ante esta problemática. Ahora se ha convertido en una pieza fundamental del activismo social en Vallecas con el proyecto de La Casa de las Mujeres, donde se esfuerza día tras día junto a sus compañeras en guiar a aquellas mujeres con graves problemas personales que no encuentran salida a sus situaciones. Infatigable, presenta el espacio al que toda mujer puede acudir ante realidades de exclusión social, pobreza, violencia machista o cualquier tipo de problema donde necesite encontrar un espacio seguro.
Pregunta: ¿Cómo surgió la Casa de las Mujeres?
Respuesta: En Vallecas no había una casa de mujeres y yo, como vengo de la lucha de Madres contra la Droga, de lo social y de la pobreza, me preguntaba: ¿por qué aquí no hay un espacio que sea de nosotras? Después de esa pregunta, nos juntamos unas cuantas y llevamos a cabo la idea. No queríamos que fueran mujeres que solo tuvieran carreras universitarias, sino mujeres que no pueden llegar a ese tipo de vida. Solicitamos un local y a raíz de eso empezamos a formalizar nuestro proyecto.
P: ¿Qué objetivos y actividades llevan a cabo?
R: Es un centro de encuentro y de abrazo. Sobre todo, en el sentido de preocuparnos de lo que le ocurre a cada una. Se trata de eso, del abrazo, de la acogida y de buscar soluciones a la vez de hacer un estudio con un observatorio para poder denunciar lo que está pasando con las mujeres en el barrio. Tenemos actividades de todo tipo, desde clases de informática a un club de lectura, pasando por charlas de género o de cualquiera que se solicite.
P: ¿Qué tipo de realidades viven estas mujeres?
R: Las mujeres que acuden a la casa son normalmente marginadas, tanto en lo social como en la familia. Ahora mismo estoy atendiendo a 10 mujeres, a una de ellas le han quitado la niña; a otra la tenemos en el piso de acogida con tres niños, viuda y perseguida por la familia de su exmarido; otra que no tiene dónde empadronarse…son situaciones muy complicadas.
P: ¿Y qué tipo de ayuda les brindan?
R: De cualquier tipo. Lo único que hago es lo que sé: hablar con personas, acompañarlas para que ellas mismas sepan cuáles son sus derechos y sus obligaciones. Las acogidas las hacemos dos días por semana y no exagero si digo que igual vienen 7 u 8 personas que tienen problemas o que quieren colaborar con nosotras.
P: ¿Tienen objetivos a largo plazo?
R: El objetivo es que la persona que venga aquí sea capaz de estar segura y darle herramientas para que pueda el día de mañana funcionar como quiera. No tenemos objetivos porque hay tanto que hacer… La meta más inmediata es estar juntas y desarrollar todo lo que llevemos a cabo, ya que todas las mujeres sienten mucha soledad. De ahí sacamos la necesidad de buscar gente que nos dé cursos y aprendamos, que nos juntemos todas y cuenten lo que les pasa y cómo se sienten.
P: ¿Reciben algún tipo de ayuda pública?
R: No. Este año hemos solicitado al Ayuntamiento ayudas para pagar la luz y demás necesidades, pero nada. Porque hay algo que tenemos muy claro, es que el dinero público es nuestro y accederemos a él sin que la administración meta las narices aquí. Actualmente estamos funcionando con donaciones, pero no es suficiente.
P: ¿Cree que en la actualidad la gente se involucra menos en cuestiones sociales?
R: Voy a decir una cosa que igual no va a gustar mucho, pero es lo que pienso. Creo que hay demasiados chiringuitos abiertos y pocas soluciones. Involucrarse en quitar el hambre a la gente hay muy pocos que lo hacen, porque si no, no estaríamos así. Estoy harta de pedir comida a las diferentes asociaciones del barrio y creo que la gente solo se preocupa de su chiringuito y nada más.
P: Teniendo la sede en Puente de Vallecas, ¿sienten el apoyo vecinal?
R: Puente de Vallecas es un distrito acogedor, aunque haya luego muchos chiringuitos. Mi madre vino del pueblo con sus 13 hijos y se hizo una chabola aquí. Sé lo que hay. Es muy cálido y hay muy buena gente, lo que pasa que cuando se mezcla la política con lo social, se desvirtúa. Pero la solidaridad en este barrio es muy grande. Las vecinas se involucran mucho, como con las despensas solidarias de alimentos para ayudar a los más necesitados.
P: ¿Qué incentivo cree que necesitan los jóvenes para ayudar en proyectos así?
R: Es muy importante eso que me preguntáis. Yo respiro por vosotros, me dais juventud. También he sido joven y he necesitado saber de la gente más mayor. Si esto se crea solamente para una determinada gente, no sería del todo productivo. Los jóvenes tenéis que decir y hacer aquí cosas, porque tenéis otra visión y necesidades distintas a las mías. Pero para eso estamos, para debatir y llegar a un punto de encuentro, porque nadie nace en esta vida sabiendo y lo que te enseña la Universidad es distinto a lo que ves en la realidad.
P: ¿Le ha llegado a afectar de manera personal las vivencias de estas mujeres?
R: Sí y, de hecho, lo hago mío. Me ha afectado mucho personalmente. Estoy con ellas incluso fuera de aquí, porque entiendo que a lo mejor hay una asamblea donde se debate y se cambia, pero hay cosas que no todo el mundo tiene que hacerlas. La intransigencia no es buena, entonces yo sigo ayudando. Lo hago fuera de la casa de las mujeres y no me importa.
P: ¿Cómo sale adelante soportando todas estas realidades?
R: Todo lo que me llega me afecta mucho. A lo mejor tendría que cambiar y hacerme de una corteza más dura, pero es que, cuando estás con personas, no se puede. Hay una fuerza que tenemos las que hemos pasado por ello que de alguna manera tengo que transmitirla a la persona en cuestión. No le puedo dar a una mujer una charla y decirle: “bonita, cuánto lo siento, no”. Hay veces que también le doy una bofetada de realidad y le digo: “no maja, esto tienes que cambiarlo”.