Por Antonio Osuna
Como si se tratara de una novela en la que las épocas cambian de una página a otra. Así son las semanas que nos están tocando vivir. Momentos de lluvia y de sol en un lapso de apenas unos minutos. ¿Y no es entonces el más claro resumen del año? Son los días en los que las chaquetas pasan de estar puestas a colgarse de la mano, prácticamente de una calle a otra. Los días en los que la meteorología pareciera jugar al escondite con los deseos de todos los habitantes. Pero, del mismo modo, los días más divertidos en su naturaleza pues no sabes qué pasará.
Los imagino como eso mismo, resúmenes del año. El claro oscuro, las desavenencias y las incertidumbres, todas ellas resumidas. ¿O no es así? Apartando lo visual, queda lo interno. Es bien sabido que la meteorología afecta a las personas del mismo modo que a los huesos magullados por golpes o por años de trabajo. ¿Y qué nos ofrecen entonces estos cambios inevitables? A mí, personalmente, me gusta verlo como dije, como el resumen del que trata este texto. El año sin que parta en enero, sino desde la fecha que elijamos, pues todas las etapas llegan y están por pasar.
Este texto podría ser cómico, podría enfocar chistes y chascarrillos sobre los constipados con pantalón corto y demás incongruencias, pero prefiero aprovechar esta ocasión para la reflexión.
Si el año se reduce a estos días, hagamos de estos días la rutina del año. Estos días de sol intermitente, donde nos apetece de sobremanera salir y aprovechar, incluso, a sabiendas de que en el transcurso de un par de calles esa nube torne hacía nosotros y tengamos que volver a ponernos la chaqueta. Imaginemos el año que nos queda así, deseosos de aprovechar el sol y de salir con el clima en contra.
Nunca llueve a gusto de todos, pero ¿quién dijo que el tiempo deba ser a gusto de alguien? Que una nube gris no te deje sin salir. Al final, el sol acaba brillando.