
Por Ignacio Marín (@ij_marin)
Este 2025 celebramos el 600 aniversario de la llegada documentada del pueblo gitano a nuestro país, una ocasión para mirar de frente una historia que, durante demasiado tiempo, ha sido ignorada o silenciada. Mientras que las persecuciones sufridas por los judíos o musulmanes son ampliamente reconocidas en nuestra memoria histórica, la del pueblo gitano ha quedado muchas veces en el olvido, como si su dolor y resistencia no merecieran ser contados.
Desde su llegada a la península ibérica en el siglo XV, los gitanos pasaron rápidamente de ser acogidos a ser perseguidos. Durante siglos se les intentó asimilar a golpe de ley o exterminar mediante acciones como la infame Gran Redada de 1749. Se les ha negado, en definitiva, su lugar en la sociedad española, con un rechazo que no sólo fue legal o institucional, sino también social y cultural.
Hoy, muchos de esos estereotipos siguen vivos, reforzados por una ignorancia profunda de su historia y su cultura. Combatir estos prejuicios es una tarea urgente. No entenderíamos España sin la aportación del pueblo gitano: su presencia ha enriquecido nuestra cultura, nuestra economía y nuestro tejido social. Los gitanos han sido y son parte esencial de nuestra identidad.
De hecho, nuestro barrio no sería el mismo sin su comunidad gitana. La historia de Vallecas es también la historia de la resistencia y dignidad de muchas familias gitanas que han sufrido y plantado cara a las injusticias. En especial, las mujeres, que se enfrentan cada día al doble estigma de ser mujer y gitana, combatiendo estereotipos y contribuyendo con valentía al desarrollo de sus comunidades, como nos mostraron recientemente los trabajadores de la Federación Red Artemisa en un acto en el Ateneo Republicano de Vallekas.
En este sentido, la educación juega un papel clave. Una educación que reconozca la diversidad cultural, que combata la segregación escolar y apueste decididamente por la cohesión social. Un buen ejemplo lo encontramos en nuestro propio barrio: el colegio Núñez de Arenas, en Entrevías. Este centro, que hace años estuvo estigmatizado y en riesgo de cierre, ha conseguido transformarse en un referente de convivencia y excelencia educativa. Su éxito radica en un modelo pedagógico que celebra la diversidad, garantiza la igualdad de oportunidades y trabaja a través de metodologías innovadoras. Hoy es uno de los centros más demandados de la zona y símbolo de lo que es posible cuando se apuesta por la inclusión.
La historia gitana es parte de nuestra propia historia. Reconocerla, visibilizarla y valorarla es un acto de justicia. Este aniversario no debe ser una mera conmemoración. Debe ser un compromiso firme para construir una sociedad en la que ninguna niña o niño gitano vean lastrado su futuro por culpa del racismo o de la exclusión. Pasar del estigma a la convivencia es un desafío de todos y todos vamos a resultar beneficiados.
La educación juega un papel clave. Una educación que reconozca la diversidad cultural, que combata la segregación escolar y apueste decididamente por la cohesión social







