Blimunda entregó sus premios

ROBERTO BLANCO TOMÁS.

Un año más pudimos disfrutar en Vallecas de la lectura de excelentes narraciones cortas: los premiados y finalistas de las distintas categorías del Certamen de Microcuentos Blimunda – Vallecas Calle del Libro, en la que ya es su quinta edición. Y también un año más hemos tenido otro indescriptible placer: el de disfrutar del fantabuloso “cocido literario” que ese mismo mediodía, el del 18 de mayo, ofreció a jurado y finalistas del certamen el chef Antonio Cosmen en su Cervecería Cruz Blanca Vallecas. Indescriptible de verdad: todo lo que pudiera decir este cronista no sería más que un pálido reflejo. Solamente una cosa: gracias, Antonio.

Y pese a que hemos empezado con dos “un año más”, lo que indica que este certamen se está convirtiendo en un clásico, también es importante reseñar que este año ha habido novedades importantes. Me refiero a la colaboración de la Fundación José Saramago y el apoyo de la embajada de Portugal en Madrid, con la consiguiente creación de una nueva categoría de relatos en lengua portuguesa y la adopción del nombre de “Blimunda”, uno de los personajes del escritor portugués, de su novela Memorial del convento, que se ha añadido a la denominación del certamen.

Los ganadores de esta edición han sido Santiago Eximeno Hernampérez, con el microrrelato En familia (en la categoría de Residentes en la CAM); José Belenguer Serrano, con Oración fúnebre (Residentes en el resto de España y Portugal, lengua española); Cosma Dos Santos Silva, con Casarão (Residentes en España y Portugal, lengua portuguesa); y Victoria Pastor Sánchez, con ¿Por qué? (Accésit para participantes de edad igual o menor a 16 años y residentes en la CAM). Enhorabuena a todos.

En el acto, celebrado en la Librería Muga, premiados y finalistas leyeron sus relatos al recoger sus respectivos premios entre el aplauso de los allí presentes. Y del placer por la literatura a otros placeres, ya que el acto finalizó de la mejor forma posible, algo de esperar en un evento literario tan ligado a la gastronomía: degustando unas estupendas empanadas, cortesía de Arribi Obrador de la Mar. Gracias a todos, y ya sabéis: id preparando vuestros útiles de escritura y nos vemos el año que viene en la sexta edición. Muchos ya lo estamos deseando…

 

En familia

(ganador CAM)

Suena el timbre. Abro la puerta. En el umbral me espera un joven de traje gris y corbata verde, sin duda enviado por los amables dueños de la agencia inmobiliaria del barrio. Un pardillo. Como buen comercial, el joven me sonríe y se presenta. Le estrecho la mano entre mis dedos artríticos y le invito a pasar. Qué agradable sorpresa, digo. Ya no esperaba a nadie. Él se presenta de nuevo —es joven, está nervioso— y me habla de las bondades del sistema de compraventa de la compañía que representa. Del valor de mi casa. Tranquilo, le digo, siéntese, y le ofrezco una silla. Se sobresalta al ver que sobre la mesa espera un plato de lentejas y un mendrugo de pan, pero no rechaza la copa de vino cuando se la ofrezco. Yo acerco la mía, brindamos. Bebemos. El sabor es incluso más agradable que el vino del mes pasado. ¿Qué celebramos?, pregunta. Sonrío. Mi cumpleaños, respondo, noventa ya. Vaya, dice él, son muchos. Y tanto, digo. Y no digo más. Ya se lo explicarán sus compañeros. Quizá entonces se anime a volver el próximo mes. Para celebrarlo de nuevo. Para verificar que sigo vivo.

Santiago Eximeno Hernampérez

 

Oración fúnebre

(ganador Resto de España y Portugal, lengua española)

Queridos hermanos, no soy Bossuet. No esperéis de mí, humilde cura rural, un brillante sermón. Lo que sí puedo prometer y prometo es que no caeré en los tópicos habituales. Aquí, frente al ataúd de D. Tomás, afirmo que no solo nos dejan los mejores. La falsedad que contienen tales tópicos bajo la excusa de lamentar la muerte de un hombre bueno queda aquí de manifiesto y desmiente lo que se repite hasta la náusea en todos los sepelios. La muerte de nuestro hermano acaba con esas frases manidas que pasan de generación en generación y de país a país y que se repiten sin el menor rigor crítico. No, hermanos, no siempre mueren los mejores, ni siquiera se puede afirmar que solo nos dejan los buenos. En ese féretro bañado en oro, digno de Tutankamón o Alejandro Magno, reposan los restos mortales de D. Tomás, y si alguien lo duda no tiene más que acercarse y retirar la tapa para comprobar, contra lo que afirman los clichés triviales, que los cabrones también la diñan. Ya podéis llevároslo, queridos hermanos, y mientras lo trasladáis al cementerio, recordad que los hijos de puta también se van al otro barrio.

José Belenguer Serrano

 

Casarão

(Caserón, ganador España y Portugal, lengua portuguesa)

En las noches de luna mi padre tenía la costumbre de reunir a los niños del barrio y contar historias. Historias de todo tipo. Pero nuestra mayor curiosidad era saber sobre el caserón viejo y de mal agüero, donde vivía un viejo triste, callado.

Mi padre comenzó diciendo que el viejo llevaba en sus espaldas una enorme carga; la carga de su ignorancia y la culpa de su brutalidad.

Dicen que el viejo era un hombre severo y malo. Para sus hijas solo quería un doctor. Hoy él lleva a cuestas la culpa y el dolor de haber encerrado a su hija en una de las habitaciones. ¡Los únicos pecados de ella fueron enamorarse y quedar embarazada de un pobre muchacho!

¡Pobre chica! Sufrió de hecho una condena de más de nueve meses. Su futuro era incierto, pero sus gritos de dolor y agonía eran constantes. Hasta la comida era servida por debajo de la puerta. La llave la llevaba el viejo colgada del cinturón. Pero su mayor dolor fue cuando ella dio a luz sola, sin ayuda de nadie, ¡encerrada en aquella habitación! ¡Nadie sabe de cierto lo que pasó con la criatura, ni en aquella casa!

Muchas veces, en el silencio de la noche, es posible oír gritos procedentes del caserón.

Cosma Dos Santos Silva

(Traducción: R.B.T.)

 

¿Por qué?

(Accésit menores de 16 años)

Todo el barrio me quería, por donde iba me reconocían, incluso salvé una vida. De la casa de mi vecina empezó a crecer un ser rojo y naranja que dolía mucho si te picaba, ¡hasta se multiplicaba! Todos salieron del edificio, excepto Linda, mi amiguita, que cuando nadie la veía me daba galletas. Yo la salvé de ese ser.

Y ahora no entiendo qué estoy haciendo aquí, qué he hecho mal para que mi dueño me abandonara en este extraño lugar. El refugio.

Victoria Pastor Sánchez

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